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sábado, 4 de mayo de 2013

Por el honor de Haewon

Haewon, sola e indefensa ante la crítica española.
En la anterior entrada daba mi opinión sobre Nobody's Daughter Haewon, la gran película de Hong Sang-soo. No me di cuenta entonces de que la película se había pasado en el festival de Berlín, en sección oficial, por lo que nuestros sufridos cronistas de los diarios habían tenido que verla. O no, porque si uno repasa la cobertura de Boyero de Cannes 2013 descubrirá que entre las películas reseñadas falta precisamente In Another Country, sin que diera explicación alguna. Si nos guiamos por lo expresado por Oskar Belategui, puede que el continuo retraso del estreno se deba a que el distribuidor todavía está buscando la opinión del crítico estrella para saber si debe estrenarla o no.

Sea como fuere, de Nobody's Daughter Haewon parece que no pudo escaquearse y nos regala un pequeño, pero suculento párrafo sobre la misma. Empieza fuerte haciendo su interpretación de la política de programación de los festivales: «ya sé que este cine ha dejado de ser exótico, que todos los festivales se esfuerzan hasta el delirio por exhibir en su programación variadas muestras de la cinematografía coreana». Hombre, hasta el delirio yo creo que sólo se esfuerzan en traer películas americanas que a su vez traigan estrellas de Hollywood para que la prensa basura saque fotos de pasarela. Eso es menos criticable, pero poner una película coreana aquí y allá, eso siempre es sospechoso. Hombre, a mi el cine coreano no me gusta mucho. De hecho, salvo Hong Sang-soo y lo poco que he visto de Im Kwon-taek, la mayoría de directores me parecen mediocres, tanto los despachadores de thrillers llenos de discursos moralistas sobre el bien y el mal, como los que han superado lo genérico para irse a lo disparatado (Kim Ji-woon, Park Chan-wook, Im Sang-soo). Y sí, aparecen mucho en los festivales internacionales, pero se debe principalmente a la buena labor de promoción de cara al extranjero y porque su producción cinematográfica funciona bien, han creado su propio star-system y las películas funcionan bien en el mercado local. Lo que pide El País para España, aunque ya saben que el crítico estrella va por libre.

Luego Boyero ya se va a lo que más le gusta, que es demostrar su ignorancia y esa cinefilia de oídas y de construcciones fáciles muy característica suya: «Tiene un parecido alarmante con ese cine europeo protagonizado exhaustivamente por la palabra, en el que los personajes no paran ni un segundo de hablar de cosas sensibles y trascendentes». Supongo que con «ese cine europeo protagonizado exhaustivamente por la palabra» se refiere a Eric Rohmer. O quizás a La maman et la putain. Ambas son referencias para Hong Sang-soo, claro. Tampoco quiero valorar lo de Boyero porque precisamente a mi me encanta el cine donde la palabra tiene el máximo protagonismo. Creo que Hong utiliza las palabras casi como si fueran imágenes, les da forma, materialidad, y además del significado superficial del propio desarrollo del diálogo, hay otro más profundo que contrasta con las imágenes y con la manera de entonar las palabras. Algo complicado de describir, claro. A mi los que me decepcionan son los directores que tratan de revolucionar el cine con cada imagen. Pero dejémoslo que son gustos. Lo que no son gustos y opiniones es decir que «los personajes no paran ni un segundo de hablar de cosas sensibles y trascendentes», al menos al tratar el cine del director coreano. Porque por si algo destacan los diálogos de este cineasta es por ser aparentemente superfluos, llenos de situaciones embarazosas y en muchos casos, terriblemente perjudicados por el alcohol. No hay mucha sensibilidad, porque hay arrebatos de sinceridad inesperados donde quedan retratados como personas groseras y poco respetuosos. En el cine de Hong, los diálogos muestran una hipocresia social. Construcciones lingüísticas utilizadas para esconder la verdad. En Nobody's Daughter Haewon, la protagonista y su amante, que es también su profesor, se encuentran inesperadamente con otro grupo de alumnos y terminan bebiendo todos juntos en un bar. Parecen felices, pero cuando Haewon (la protagonista) va al baño (a vomitar), el resto de sus compañeros se ponen a hablar mal de ella. Hacia el final de la película, la misma Haewon habla con dos amigos de frivolidades, de lo que le gustaría hacer en el futuro, de que lo importante es ser feliz, etc... y de repente se quedan en silencio sin saber qué más decir, hasta que ella le pregunta a uno de sus acompañantes «¿qué tal tu depresión?» y acto seguido hay otro silencio incómodo donde se da cuenta de que quizás la pregunta ha sido inapropiada. Estos cambios de tono son habituales en su cine y creo que se encuentra muy alejado de esa supuesta pretensión de trascendencia que le atribuye Boyero. Pero en fin, es Boyero.

Termina su muy sesudo comentario con un claro «Salgo con dolor de cabeza ante tanta verborrea inútil». Supongo que el poeta no opina lo mismo de su volcánico No se marchitan mis flores del mal, donde seguro que no había ningún afán de sensibilidad ni trascendencia.

En cuanto a Luis Martínez, ese crítico que empezó entusiasta como crítico estrella de El Mundo cuando se fugó Boyero, pero que tras años aguantando ya se le va notando el cansancio y la decadencia (cosa normal viendo la línea editorial de su periódico), tampoco le gustó la película, aunque tiene la deferencia de dedicarle algo más de espacio. Hasta tres párrafos. El resto del texto es para Catherine Deneuve y su mito. El de Boyero estaba enfocado en River Phoenix. Es lo que les va.

A favor del crítico de El Mundo hay que decir que al menos intenta explicar el cine de Hong atendiendo más a la realidad, y no a la pura fantasía :«Su cine se ordena siempre debajo de una arquitectura compleja y estudiada del que surge una superficie perfectamente clara (de ahí lo de transparente) poblada por situaciones comunes, existencias ordinarias... la vida misma». Ya ven, todo lo contrario que Boyero. Aquí no hay diálogos fatigosos, sino transparencia. Ni tampoco trascendencia, sino situaciones comunes y ordinarias. Y por supuesto, la inevitable comparación: «por echar mano del tópico infeliz, Sangsoo es lo más parecido a Eric Rohmer que ha dado el cine después de Rohmer». En su defensa, decir que ya señala que es un tópico infeliz y supongo que vale como fórmula. Que en un texto de caracteres limitados, el lector lee Eric Rohmer y ya pilla la idea. Y encima no está dicho con sentido despectivo, como en el caso de Boyero (donde ni siquiera citaba a Eric Rohmer, quizás porque lo confunde con cualquier otro de esos aburridos). Sigue contradiciendo al crítico de El País con «Como siempre, en Sangsoo los espejos se reproducen como las conversaciones en un laberinto de autoengaño tan entretenido como iluminadamente vulgar». Ya ven que Boyero no ha entendido absolutamente nada.

Luego, para mi, Martínez falla en la valoración. Con lo preciso que ha sido todo lo anterior, le ha faltado un análisis más detallado de los propios valores del film. Porque todo lo dicho hasta el momento vale para el 90% del cine de Hong Sang-soo. Es cierto, también, que valorar en un festival es muy complicado, y por eso los que hemos sido cronistas nos quedamos en lo superficial o nos vamos a lo estructural. A decir de dónde vienen las películas y hacia dónde van. «Eso sí, cabe decir que no es su mejor película y alguno estaría tentado de decir que tras la maravilla de 'In another country', vista en Cannes, ésta más bien parece la obra de un imitador. Todo parece realizado con cierta desgana, como arrastrando los pies». Curiosamente, a mi la que me parece la obra de un imitador es In Another Country, donde la presencia de Isabelle Huppert y una estructura episódica más evidente, la convertían en una obra mucho más artificial de lo que suelen ser las películas del maestro coreano. Todo parecía demasiado preparado, demasiado bonito, hasta los diálogos eran algo acartonados. Que fuera prácticamente rodada en inglés seguramente era una barrera también. Sin embargo, en Nobody's Daughter Haewon recupera su verborrea imparable, pero también una idea del plano mucho más simple y clarividente. La noción del encuadre es ligera. Compleja si se analiza detenidamente, con varias posiciones, variando dentro de la misa escena, pero la clave está en que si uno la observa de manera superficial, parece que el director coreano lo hace todo sin querer, como si simplemente estuviese siguiendo la acción.

Pero si Martínez me parece un crítico decadente, ¿qué decir de Oti Rodríguez Marchante? En su caso, cada texto parece un paso más dentro de una larga agonía. Un intrascendente trayecto entre la nada y la nada. Yo creo que el propio Oti es consciente de lo innecesario de todo lo que escribe. Ya ni hay orgullo ni chulería como en el caso de Boyero. En el fondo, simpatizo con él, porque su conducta no es violenta, aunque a veces tenga algún arrebato. No dice mucho de Nobody's Daughter Haewon más allá de una leve descripción: «La película es un continuo e inacabable diálogo al que se van sumando nuevos personajes sin que ello cause la menor intriga o tensión» y, evidentemente, Eric Rohmer: «Todo el mundo señalaba esta película de Hongsoo como una franquicia de Éric Rohmer, aunque sin tanto eco, poso y complejidades». De esto último destacar ese todo el mundo, muy utilizado siempre por la crítica para dar autoridad a sus argumentos. También para escribir a la contra, del tipo «¡A todo el mundo le gusta Apichatpong y a mi no!», una idea muy recurrente (se tratará en el futuro) y que siembra la idea de que las películas de Apichatpong tienen millones de seguidores, cuando realmente las ven cuatro monos que, eso sí, las defienden (defendemos) con fuerza. Tanta fuerza (y convicción) que terminan pareciendo «todo el mundo».

Oti cierra con un clásico suyo: «Cuando se termina «Nobody's daughter Haewon» uno se queda exactamente igual que cuando empieza… Tal vez pasados unos días uno empiece a notar algún síntoma, pero no da esa sensación». Que es como decir: «es posible que no tenga razón, pero lo dudo», lo que deja lugar a la falibilidad del crítico y no convierte el texto en un simple mi opinión, como hace la mascota de El País.

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Pueden achacarme que no sea un hombre de palabra. Dije que compraría el Caimán y al final me eché atrás. Dije que no compraría Sofilm por su horrible portada... y bueno, al final lo hice. Como ya suponía, la revista tiene la estructura de una Fotogramas o una Cinemanía, con sus artículos llenos de anécdotas, sus listas de los mejores diálogos sobre tal y cual cosa, algún texto dedicado a tendencias paralelas de cine, viñetas, etc... A mi es un tipo de revista que no me interesa mucho, aunque en esa línea la veo mucho más digno que el resto de las que pueblan el mercado, ya que parece medianamente independiente, no como las otras, que parece que todo son promociones de películas taquilleras y entrevistas de diez minutos donde le hacen al protagonista tres preguntas genéricas que responde de manera mecánica. En el caso de Solfim, las entrevistas son largas y realizadas con conocimientos. Dos las realiza el crítico Emmanuel Burdeau, antiguo crítico estrella del Cahiers francés dirigido por Jean-Michel Frodon. Da un poco de pena verlo reducido a cazador de entrevistas, pero en fin, tanto la de Oliver Stone como la del creador de Breaking Bad no están mal, aunque sean personajes que a mi no me interesan. En general, todas se centran más en anécdotas y en el personaje creado que en su propio trabajo. En el fondo, es una revista que trata más de todo lo que rodea al cine que del cine en sí. Vean la última entrevista a Johnnie To. Es un director al que no se le han hecho muchas buenas entrevistas, que tiene una filmografía larga y misteriosa, pero realizada con una cierta coherencia pese a transcurrir dentro de la loca industria hongkonesa. Pero en lugar de hablar de eso, se dedican a tratar temas tan trascendentes como el vino europeo, la gastronomía, el clima, etc... Por cierto, esa fórmula de entrevista+comida también la tiene El País algún día de la semana. Se llevan a un famosete a comer a un sitio caro y exclusivo, donde hablan del destino del mundo, desde la pobreza en África hasta la prima de riesgo.

La parte más jugosa para los que nos interesa esto del cine es el cuaderno crítico, donde analizan una película, L'exercice de l'État, una serie, Girls, una película española underground como Mi loco Erasmus y el clásico de Jean Renoir Boudu sauvé des eaux. Con esta última mi amigo Fer Ganzo está poco elegante llamando cuqueras al director y acusándolo de antisemita, cuando no viene al caso. También creo que se equivoca en su crítica L'exercice de l'État en esa dicotomía que hace entre la vieja nobleza política y una nueva generación más popular y grosera. Bueno, pocos políticos hay más elitistas que Mariano Rajoy. Me gusta traer a colación siempre que puedo esos artículos que nuestro querido presidente escribió en su juventud, en los que defendía la desigualdad natural de las personas. Supongo que Fer se refiere a una nobleza que compartía unas formas nobles de actuación, pero para mi González y Pujol eran tan groseros y díscolos como Rajoy. Y menos elitistas.

Me decepciona un poco ver a Gonzalo de Lucas citando a Luis Enrique y Tassoti para defender una película. No sé si es que Mi loco Erasmus solo merece un tipo de defensa así, no lo sé. Gonzalo escribió alguno de los mejores textos de la antigua Cahiers España, entre ellos uno maravilloso sobre Jean-Luc Godard (creo que en el especial de Film Socialisme) y otro antológico sobre el Tríptico elemental de España de José Val del Omar, dos trabajos que forman parte, para mi, de lo mejor escrito nunca en prensa escrita en España. Después, Álvaro Arroba fusila Girls sin piedad. Es un texto gracioso, pero tampoco muy analítico. Divertido de leer en clave hater, pero ya saben que a mi los textos negativos no me interesan mucho. Las revistas, creo, sirven para defender películas, no para tumbarlas.

Por último, dentro del cuaderno crítico, hay dos traducciones de la edición francesa. Primero, un fantástico análisis del final descartado de Vertigo. No lo conocía (no soy muy de mirar extras de DVD), pero la escena parece magnífica y la manera de describirla de Bertrand Bonello me da más ganas todavía de verla. Y segundo, una lista donde te explican si eres o no fan de Leonardo Di Caprio, un artículo fotogramero que supongo que se les coló en la maquetación del cuaderno crítico.

En fin, que yo creo que es una buena revista para el ámbito en el que pretende moverse. Tiene rigor y dignidad y no es una colección de absurdas promociones de películas de Hollywood. Hay más cosas que me he dejado: una entrevista con Isabella Rossellini, otra con Alfonso Guerra (sobre cine), un especial de Will Ferrell... y la entrevista de portada con Mickey Rourke, quizás el contenido menos atractivo de toda la revista. No sé por qué ha merecido tal honor, quizás porque también ocupó ese espacio en el original francés. Pero bueno, si se compran la Fotogramas u otra del estilo, pueden cambiarse: le dará más horas de lectura y los contenidos están hechos con algo más de cuidado. Si buscan leer algo en la sintonía de lo que habían hecho antes críticos como Fer Ganzo, Álvaro Arroba y Gonzalo de Lucas y no son muy transigentes con ciertos guiños de mercado, pues quizás no sea lo que están buscando.

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Hablando de la Fotogramas...

Espero que esto no sea su concepto del «cine de autor». Vale sí, tanto Bigelow como Cronenberg son autores, y muy buenos (aunque sus últimas películas no me apasionen), pero fíjense cómo está construido el tuit: «El mejor cine de autor también está en @wuakitv». Para mi ese también es demoledor, porque da a entender que esos dos directores son una excepción ante un cine más comercial, cuando yo creo que esos dos directores y particularmente esas dos películas son abiertamente comerciales (lo que no quiere decir que no puedan ser complejas, claro) y el cine de autor al margen habría que buscarlo en otro sitio. Ese sitio al que Fotogramas se acerca muy de cuando en cuando, por no decir casi nunca. Cosa entendible si piensan que Zero Dark Thirty y Cosmopolis son ese cine de autor que también llega a las salas. ¡Para que luego no digan que todo son grandes producciones de Hollywood! No, no, por favor, en Fotogramas también hay sitio para el cine pequeño y que apenas capta la atención de los medios...

Bueno, es un tuit, supongo que estoy sacándolo de quicio. Pero se lo merecen.

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¿Qué sería de Arraianos sin el apoyo del ICAA?
Acabó el D'A de Barcelona y el premio de la crítica fue para Arraianos, esa película que parece un festival killer, porque moja allá donde va. Se lo merece, claro. Es una película hermosa y rigurosa, sin que estos dos conceptos entren en conflicto. Una película pequeña y humilde que ha crecido por méritos propios y a la que quizás los medios deberían dar una mayor consideración. En su texto resumen, Jorge Mauro de Pedro trata a la película vencedora como una mera anécdota. El artículo parece salido de un Yo Dona o alguna de esas revistas para mujeres. Termina con un «D’A forever bitches!». Pues vale.

En El Periódico no he encontrado una sola crónica del D'A, salvo un par de textos informativos al inicio del certamen y otra sobre la visita de Cristian Mungiu. No sé si es que no suben ese contenido a la web, pero en fin, me parece muy triste si no dan más información de un evento así. Supongo que para compensar suben esta entrevista a Clara Lago donde presume de haber aprendido catalán. También esta noticia cultural de primer orden (miren quien sale en la foto que acompaña) En el Diari Ara, que tiene pinta de ser el mejor periódico catalán (desgraciadamente su edición digital tiene muchos contenidos de pago), ofrece una escueta nota sobre las premiadas, aunque tiene la deferencia de incluir los motivos que dio el jurado para premiar Arraianos: «la seva habilitat per integrar en el relat cinematogràfic a una comunitat rural la memòria, tradició oral i formes de vida de la qual perviuen i dialoguen amb el present». ¡Bravo! El jurado estaba formado por Covadonga G. Lahera (Transit), Arnau Vilaró (Lumière) y Perè Alberó (profesor, crítico y cineasta, autor de un libro sobre Theo Angelopoulos). Conozco a los dos primeros (bueno, a Arnau no en persona), pero felicidades a los tres por su buen gusto.

La cobertura del D'A no ha sido muy amplia. Yo les recomiendo algo para la siguiente edición: que le den un premio a Javier Bardem. Entonces tendrán una página entera en El País. Claro que estará dedicada por entero a ese superhéroe español y no de las películas, pero la promoción la tendrán. Entre los medios independientes no ha habido mucho movimiento, quizás las crónicas sean a posteriori. De las que leo habitualmente, solo Mónica Jordan ha estado al pie del cañón en Transit. El tercer capítulo de su crónica es algo más desangelado, quizás porque las películas tampoco se prestan a mucho análisis (sí, aquí estoy siendo prejuicioso). Aunque tenía a jóvenes directores menos conocidos como Matías Piñeiro o Hammudi Al- Rahmoun Font (o eso dice en la introducción), el texto se centra en Michael Winterbottom, Michel Gondry y Sion Sono. El texto se llama Autorías licuadas y nombres propios. Lo de autorías licuadas le va bien a Winterbottom y a Gondry, aunque Mónica del segundo dice «con apenas unos fotogramas seamos capaces de reconocer su autoría incluso en The Green Hornet», lo cual me cuesta creer, aunque como hace un tiempo que no veo películas de Gondry, despues de La science des rêves ya no quise ver más. Por eso, como hace ya siete años, quizás Gondry sí que ha conseguido crear una autoría clara más allá de sus personajes saltarines y sus salidas de tono coloristas.

Claro que el concepto de autoría es complicado y puede hacer referencia a muchas cosas. Por ejemplo, cuando habla de Sion Sono la entiendo mejor. «En su estilo exagerado y operístico, en sus historias de personajes múltiples, en el uso de la música clásica y en una serie de actores ya en nómina fija, encontramos la apuesta autoral de Sono». Es algo que no tiene que ver con el camera-stylo que patentó Alexandre Astruc en Cahiers du Cinema, pero sí unos simbolos reconocibles que se repiten a lo largo de una filmografía. Yo creo que el estilo de Sono no es fuerte en cuanto a creador de imágenes, está muy influido por cosas totalmente diferentes, y eso le hace ser anárquico e irregular, pero sí que tiene unas constantes habituales. Es un debate interesante y complejo, puesto que esta idea de autoría choca con la desarrollada en las dos crónicas anteriores.

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Antaño, las columnas de opinión las escribían personalidades que se habían hecho un nombre a base de escribir. Gente reconocida por su talento. Hoy, antes de nada, tienes que ser famoso. Un nombre reconocible. Así lleva años David Trueba en El País escribiendo cosas como la que sigue: «explota el privilegio del cine y la ficción en general para obligar al espectador a masticar la vida con una boca ajena». El texto es la nada absoluta. Una defensa a medias de Jagten, la película de Thomas Vinterberg. La falta de criterio es alarmante. Sigue reconociendo a Vinterberg como el director Dogma. Dice alegremente que «ha abandonado el Dogma». Hombre, lo abandonó hace 15 años y desde entonces ha hecho unas cuántas películas y todas con poco que ver con el dichoso movimiento.

Pero en fin, a Trueba lo que le interesa no es hablar de cine, sino del histerismo social, de reprender a la sociedad por su mal comportamiento. Ya saben, yo en mi torre y los mortales, sucios y hambrientos, rencorosos y malvados, en la tierra. No cita a Fritz Lang, lo que le hubiera dado cierto regusto cinéfilo. Se prestaba una cita a M o a Fury. El último párrafo ya no sé si es una broma o realmente se cree lo que dice de la industria danesa de cine. Dicen que mi opinión sobre cómo se reparten los trabajos en la redacción de El País es fantasiosa, pero miren el comentario que hace Trueba sobre la industria danesa. Y él cobra por artículo, ¿eh?

jueves, 2 de mayo de 2013

De caimanes y zombies

Ha salido la nueva Caimán, la revista de crítica cinematográfica de más relevancia en España. Yo dejé de comprarla hace tiempo (salvo dos o tres compras puntuales), desde aquel sensacionalista número dedicado a las revueltas árabes. Mi problema es que no veía ninguna convicción en ella más allá de la descripción de los estrenos mensuales y los focos de interés de cada número eran puramente circunstanciales. Incluso, de un mes a otro, contradictorios. Una revista que realmente no defendía nada, ni siquiera una manera de hacer crítica (ya que allí tanto podía escribir Monterde como Fran Benavente).

España siempre con retraso
Sin embargo, con la noticia de que iban a sacar una edición digital, mostré interés en volver a leerla, por eso de que al menos no ocupaba espacio y el precio seria reducido (esperemos). Permítanme que posponga esa intención hasta dentro de un mes tras ver la portada y el sumario de este número de mayo, dedicada a The Walking Dead, la serie televisiva de zombies que tanto éxito tiene en las páginas de torrents. Ya sé que muchos pensarán que esto es arriesgado, eso de que una revista de cine dedique su portada a algo a priori poco autoral y poco cinematográfico como las series de televisión. A mi me parece un despropósito. No creo que las series no tengan una consideración importante, sino todo lo contrario, han desplazado al cine como objeto audiovisual de consumición prioritario, incluso por los críticos. Quizás hace ocho años, cuando Cinema-Scope le dedicó una portada a Homecoming de Joe Dante, hubiera tenido algún efecto. Ahora simplemente es seguir la corriente y darle al público lo que pide, en lugar de tratar de revelar o descubrir alguna película que no cuente con la necesaria promoción. Ustedes me dirán que corren malos tiempos para la cultura y en parte hay que dar visibilidad a temas más comerciales para mejorar ventas, garantizando la supervivencia. Bueno, es una opinión muy respetable y es posible que quien la compre por ver The Walking Dead en portada también se anime a leer lo de Garrel y descubra a este director. En mi opinión (repito: mi opinión) este tipo de igualaciones y conexiones nunca ocurre. Al final el único beneficiado es la parte vendible y exportable, que recibe más promoción, mientras las películas pequeñas se quedan sin un espacio y una visibilidad que le permita darse a conocer entre su público comercial. Además, la revista Caimán ha recibido una subvención estatal de más de 22 mil euros precisamente para que este tipo de consideraciones promocionales y comerciales no se tengan en cuenta.

La cobertura a Philippe Garrel es amplia, con cuatro artículos, por tres dedicados a su «gran angular» sobre las series de zombies. Si Garrel les merecía una mayor cantidad de textos, no sé por qué no le dedicaron ese «gran angular». La propia palabra lo dice. No deberías hablar de un «gran angular» cuando hay otro todavía más grande en la película. El gran despliegue garreliano viene al fondo de la revista, tras las series (sí, hay más series), los dvds y los obituarios.

Por supuesto, nada de esto impide que los textos de la revista, incluidos los dedicados a series de televisión, tengan interés. Bueno, yo para leer sobre series de televisión jamás me compraría una revista de cine, puesto que al ser algo que es de dominio público (o descargable), cualquiera tiene acceso a ello y hay por internet miles de blogs con muchísima más información y más espacio para la reflexión que el que le pueda dedicar Caimán. Queda, eso sí, la calidad de los cronistas, algo que es tan opinable que no lo voy a valorar. Pero lo que quiero decir es que una revista de cine debería estar centrada en aquello que los posibles lectores desconocen. Se trata de generar un interés, una excepción. Dar a conocer cosas que solo el crítico puede llegar a conocer, como parte de su trabajo especializado. Ser crítico supone también informarse, descubrir, no simplemente opinar sobre aquello que se estrena. Evidentemente, uno puede comprar Caimán por el interés que tiene en la prosa de críticos como Àngel Quintana, Carlos Losilla, Jaime Pena o el mismo Carlos F. Heredero (pongo a los que más suelen escribir, pero vale para cualquiera de la redacción y colaboradores, claro), pero eso no tiene nada que ver con la riqueza de sus contenidos.

En fin, yo aquí quería criticar únicamente la portada y ya ven cómo me he liado. Creo que la elección de portadas no es un tema baladí, así que quizás merezca la pena hacer una entrada analizando la política de portadas de Cahiers España / Caimán. Y a alguien le puede parecer caprichoso que se critique algo como una portada, cuando el valor está en el contenido. Bueno, yo creo que una portada se elige por algo, y en el caso de Caimán creo adivinar (a lo mejor me equivoco) que no hay solo un interés cinematográfico (o televisivo) sino también un interés mediático. Como parte de ese grupo de posibles lectores a los que va la revista, quiero expresar que yo no voy a comprar revistas con ese tipo de portadas.

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Ayer fue día de estrenos en El País, así que hubo la típica catarata de reseñas. En esta ocasión, reseñas especialmente reducidas porque no había ningún gran hit ni película mediática que reseñar. Una comedieta americana, alguna película francesa, alguna sudamericana, todas defendidas o criticadas sin mucho entusiasmo, aunque para el espacio dedicado tampoco vamos a pedir nada especial. Hay una entrevista con Sergi López, donde dice que no tiene muy claro para qué sirven las academias, pese a tener un puesto institucional en una. El actor catalán estrena una película francesa, Tango libre, de la que Jordi Costa hace una crítica. Supongo que como va con entrevista tiene algo más de espacio. El criterio desde luego no es el interés en la película, pues termina con una sentencia rotunda: «Lástima que no haya por dónde creerse este desnortado Tango libre». Más espacio merece Díaz, una película sobre la brutalidad policial durante una manifestación contra el G-8. Ya saben qué día fue ayer, así que si se puede vender un poco de compromiso, pues mejor. Que se lo digan a los once trabajadores de la Bardemcilla. Los dos textos consagrados a los acontecimientos que narra la película (ambos de Tommaso Koch) son interesantes por lo que tienen de informativo, que ya es mucho para lo que suele ser El País. Pero de crítica, poco.

Javier Ocaña habla de The Big Wedding, donde salen Robert De Niro y Diane Keaton destruyendo su dignidad. El crítico-mercenario nos regala una clase magistral en el primer párrafo: «Pocas veces un término cinematográfico ha sido definido con menos palabras y con más acierto: “Comedia sexi sin sexo”. Cuatro palabras, máxima enjundia. Para que aprendan los pedagogos del “segmento de ocio” y los críticos de cine de los “estilemas de autor”. Lo dijo el insigne Andrew Sarris para conceptuar a las comedias locas nacidas en el cine americano de los años treinta». Me gustaría saber en qué categoría se ubica Ocaña, si en «los pedagogos del “segmento de ocio”» o en «los críticos de cine de los “estilemas de autor”». Supongo que entre los primeros. Toda la crítica es un texto vacío incapaz de justificar que una película como esta merezca un texto de esa longitud. No debería tener ni crítica, aunque esas operaciones las hace el ABC con las películas de Garrel, ya ven.

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Los asiduos de este blog se estarán preguntando: ¿qué pasa que este hijodeputa no habla de Boyero? Pues sí, no comento nada del crítico estrella porque, desgraciadamente, esta semana no ha tenido la deferencia de regalarnos una de sus hermosas y muy sopesadas misivas sobre alguna de las muchas películas interesantes de la cartelera. Eso o no le ha dado la gana de ver ninguna, que también puede ser. Para eso ya tienen a Ocaña, para que se trague los sapos que no quiere nadie. De todas formas, el faro de la crítica cinematográfica española ha escrito algo, para que nosotros, sus humildes siervos y admiradores, podamos regodearnos con su exquisito uso de la escritura. Ya saben que yo tengo la idea de que Boyero sólo sabe hablar de él mismo, así que de eso se encarga en este bizarro texto llamado No se marchitan mis flores del mal, una cita que supone una patada en el trasero a la memoria del bueno de Baudelaire, viniendo de quien viene. El artículo es una sucesión de técnicas-Boyero, de construcciones simplísimas sobrecargándolo todo de adjetivos para parecer complejo, cuando en realidad lo único que muestra es un ideario fotocopiado del típico intelectual decadente de tres al cuarto. Muchas de las ideas pertenecen a un texto que escribió Boyero hace ya cuatro años. Algo mejor, ya que estaba más elaborado, lo que no hace más que señalar la extrema decadencia física e intelectual del personaje.

Aquí el poeta
Tras hacer la tipica alusión a El Gatopardo, escribe cursiladas como la que sigue: «la melancolía prematura crece ante la irremediable desaparición de una de las mejores cosas que me ofreció la vida, el bálsamo infalible que descubriste en la niñez para todas las heridas del alma». ¡Que se quite Baudelaire, que viene Boyero! ¿Pero qué es lo que añora Boyero? ¿El formato original, el celuloide, el inconfundible sonido de la banda sonora impresa? ¡No, hombre! ¡Qué va a ser eso, si Boyero jamás ha hablado del formato, ni creo que sepa lo que es! «Y está claro que aunque dispongas en tu casa de las películas que amas y puedas disfrutarlas con impecable imagen y sonido, sin que te amenace el ataque de nervios y la furia asesina contra los extraños que engullen ruidosamente a tu lado las odiosas palomitas, nada volverá a ser igual cuando desaparezcan los cines, cuando solo sea un recuerdo lo que Cabrera Infante definió inmejorablemente como Arcadia todas las noches». Ya ven, Cinema Paradiso Redux. Un discurso que llevan repitiendo muchos críticos y cinéfilos desde hace décadas, pero nada, ahí sigue el cine. Es un poco lo de «se rompe España» de los periodistas ultras. Desde la primera república lleva este país rompiéndose y no hay manera, oiga. Tres mil años de España, que diría Esperanza Aguirre.

Después hace un recorrido sentimental por las películas de su vida, que introduce como: «No son las mejores películas que has visto, el clasicismo tal vez no las admita en su intocable gremio, pero son tuyas, han golpeado tus fibras íntimas a perpetuidad». Quédense con la frase subrayada, porque uno podría pensar que Boyero nos hablará de películas malditas, desconocidas, íntimas. Que nos descubriría un mundo que sólo él conoce y que le marcó de por vida. Bueno, no exactamente. Las películas de Boyero son L'important c'est d'aimer de Andrzej Zulawski, The Hustler de Robert Rossen, Ultimo tango a Parigi de Bertolucci y Léolo de Jean-Claude Lauzon. Quién sabe, quizás con clasicismo Boyero se refería a la época clásica de los estudios cinematográficos de Hollywood, lo cual por una razón puramente cronológica es imposible que esas películas perteneciesen a ese gremio. A saber, como ya digo, para mi lo de Boyero es una postura pretendidamente intelectual que simplemente ha fotocopiado de muchas referencias anteriores, sin aportar nada original ni personal. Lean el artículo entero (si son capaces) y ya verán como todas las escenas que cita como algo que le tocaron de manera íntima ya las habrán visto en otras partes siendo citadas como especiales por otros autores. Tampoco hay que ser negativos, ya se sabe que las películas tienden a emocionar de la misma manera a mucha gente.

Por si fuera poco, toda esta montaña de tópicos viene acompañado del inevitable video semanal que tiene que hacer Boyero. Yo creo que es una obligación dentro de su contrato: puede ausentarse de su trabajo (largándose de las sesiones de los festivales), no informarse de absolutamente nada y regodearse en ello, utilizar críticas cinematográficas para realizar ataques personales, pero el video hay que hacerlo. Aquí Boyero muestra su auténtica cara de persona grosera y casi iletrada, de lenguaje barriobajero y soez. Para empezar, y seguramente sabiendo todo lo que había escrito en el texto de antes, se permite el lujo de decir que L'important c'est d'aimer es un título cursi. Lo de «el bálsamo infalible que descubriste en la niñez para todas las heridas del alma», en cambio, es pura poética inalcanzable para el resto de los mortales. Fíjense que el Boyero del video es inconfundible y en cada película tiene que soltar alguna descalificación.

Mi teoría es la siguiente: como de Boyero lo único que importa es la firma y la imagen, a lo mejor lo que hacen en El País es grabar el video donde resume su opinión sobre los estrenos semanales, y luego un par de negros de la redacción construyen unos textos siguiendo el esquema Boyero. La escritura de Boyero es tan simple y previsible que no debe ser mucho problema convertirla en fórmula para que luego cada cual la explote como crea conveniente.

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Cuando publicito un artículo en twitter, intento acompañar el enlace y una breve descripción con citas a los diferentes medios y críticos de los que hablo. Normalmente son tantas cosas que no me caben. En la anterior entrada, como trataba principalmente de Jordi Costa, no tuve ningún problema en citarle. Yo aquí de Jordi Costa he escrito algunas cosas feas. Ya he dicho varias veces que es un crítico que no me gusta por estilo, pero que al menos sí considero profesional y dedicado a su trabajo. Jordi tuvo la deferencia de dar su opinión sobre el blog y aquí, con su permiso, la reproduzco:




Hay algún tuit más que considero menos interesante, pero el que quiera ser exhaustivo puede leerlos tanto en la cuenta de Jordi como en la mía. Y por supuesto, si alguien considera que me dejo algún tuit importante y no le estoy dando visibilidad de manera interesada, no tendré ningún problema en incluirlo.

Como pone en la cabecera, este es un blog de humor, retranqueiro, que sí, a veces es agresivo, especialmente con aquellos críticos que considero que hacen mal su trabajo y se aprovechan de la hipocresía y la corrupción que domina los medios. Jordi Costa imagino que no se habrá tomado bien algunas cosas que digo sobre él, pero bueno, seguro que peores trolls ha habido por internet. Ayer, con humor (creo) se ha referido a mis opiniones con el siguiente tuit:


Me he enterado de casualidad y también le he respondido. Curiosamente sí escribe de un blockbuster, aunque no de ninguno de esos directores, sino de Malcolm D. Lee, autor de Scary Movie 5. No tiene mucho espacio para desarrollar sus ideas (más allá de un concepto de los suyos, «gossip politóxico»), así que habrá que esperar a su crítica para Fotogramas.

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En la crónica diaria del D'A, Jorge Mauro de Pedro escribe un aceptable texto sobre Simon Killer, con el que además estoy medianamente de acuerdo. No se libra de su tic de psicólogo, pero también explica bastante bien el método de Antonio Campos. A mi la película de ha decepcionado mucho y aunque plantea las escenas de manera muy ambiciosa (esos planos largos que solo se desplazan en sentido horizontal, no mostrando por completo la acción), creo que le pierden sus ansias de demiurgo. Demasiado cruel hacia sus personajes. Se podría comparar un poco con Taxi Driver. Ambas son un viaje a los infiernos a través de la relación del protagonista con dos mujeres, una «virgen» y una puta. Aunque aquí la «virgen» es la adolescente con la que el protagonista puede alcanzar la salvación y la puta la que representa un mundo corrupto, pero creo que hay unas líneas básicas parecidas. La diferencia es que Scorsese se mantenía siempre en la cabeza de su protagonista, comprendiéndolo aún en su locura, haciendo partícipe al espectador, mientras que Campos se mantiene siempre a una distancia prudencial, juzgando a sus personajes. Al final, una puesta en escena tan férrea termina por ser una barrera.

Como a veces a todos nos gusta reafirmarnos en nuestras convicciones y nos cuesta darle la razón a aquellos con los que discutimos, yo me sentía un poco mal por admitirle a Jorge Mauro su parte de mérito. Por suerte para mi, este crítico escribe a propósito de The We and the I lo siguiente: «Hablar de Gondry es hablar de “modernidad”,  esa onda difusa que lo pone en sintonía con Wes Anderson o Spike Jonze. Ya, ya sé que definir a alguien como “moderno” acostumbra a suscitar más suspicacias que otra cosa. Pero es que hay gente con ese prurito. Que no apesta a impostura, que lo tiene. ¿El qué? El ‘mojo’, que diría Austin Powers». Ahí, muy bien, sembrando la sospecha en la palabra «modernidad». Digno del mejor (es decir, del peor) Boyero.

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Antes me quejaba de lo repetitivo y vacío que era el discurso de Boyero. Un discurso heredado y falso, de intelectual de medio pelo. Aquí tienen a Oti Rodriguez Marchante, defendiendo lo contrario que Boyero, diciendo que hay cine para rato, pero al final es inevitable esa cita a Lampedusa, que lo emparenta con su compañero de fechorías. «Ese ejercicio o placer tan anclado en el ser humano de ir al cine necesita, obviamente, un cepillado y un abrillantado, y los tiempos empiezan a cambiar de un modo lampedusiano para que, en el fondo, todo siga “igual” y ver el cine en una sala sea ahora, luego y después una aventura mucho más enriquecedora y grata que en tu chiscón y frente al ordenador». Con todo, y quitando esa recurrente y ya aburrida cita, estoy bastante de acuerdo con él. Aunque no sé si lo dice por ver las películas en 35 milímetros o por toda el ritual mitómano de las salas.

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La Internacional Socialista. ¿Lo pillas?
A veces no me puedo aguantar y tengo que incluir alguna noticia no relacionada con el cine. Atención a esta pequeña promoción que le hacen en El Diario a Beatriz Talegón, que dice que quizás se presente a las primarias de su decadente partido. Esta chica tan «urbana, moderna y desenfadada» apareció un día en una convención de la Internacional Socialista para cantarle las cuarenta a los dinosaurios de los partidos. Después se fue paseando por diferentes medios mostrando lo maravillosa que era (en estos enlaces verán que el nivel de los políticos puede ser bajo, pero el de los periodistas lo es mucho más). Por cierto, en el último video, el de la entrevista en el Intermedio, le hacen la pregunta muy concreta de si tiene pensado presentarse a las primarias y responde con un rotundo no, que no quiere hacer carrera política. Es cierto que suelta un «ahora mismo» y la entrevista fue hace dos meses y medio. No tenía ningún tipo de estrategia «más alla de decir la verdad y remover conciencias». Supongo que Felipe González, de escucharlo, se le caería la lagrimita al ver a tan preparados discípulos.

A mi, estos políticos-anuncio me dan mucho miedo. Cuando dicen eso de que un político necesita una buena imagen para triunfar a mi me suena a lo peor del populismo. Yo quiero políticos ogro, jorobados, oscuros, dedicados incansablemente a sus tareas, no gente que salga todos los días en la tele (tampoco que no salga nunca, como Rajoy) y vaya regalando esperanza a su sufrido pueblo solo gracias a su maravillosa imagen. Pero la política es también mercado, así que hay que vender.

Al PSOE, si no le llegó ya con Zapatero, ahora quizás quiera suicidarse con Talegón. Respecto a El Diario, espero que esto no forme parte de su línea editorial (la noticia es de la agencia EFE) ni defiendan de ninguna manera este tipo de prácticas, porque entonces será otro periódico más que deje de leer. ¿Por qué en este medio, en su suplemento cultural (ya que no tienen sección propiamente dicha), hay blog de series, de televisión, de literatura, de videojuegos, pero no hay un blog de cine? ¿O es que nos conformamos con el blog de cortos de Oscar de Julián?

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Para no despedirnos con mal sabor de boca, anunciar que ya está disponible en internet Nobody's Daughter Haewon, la última película de Hong Sang-soo, para mi uno de los mejores directores del mundo. Da la casualidad de que su anterior película, In Another Country (estimable, pero quizás la inferior de todas las suyas), iba a suponer el estreno de este cineasta en España (un caso como el de Garrel), pese a que su cine es abiertamente comercial, al menos desde el punto de vista de una sociedad donde hay un mínimo de interés por la cultura. Se iba a estrenar porque la protagonista era Isabelle Huppert, claro. No se crean que se iban a arriesgar más de eso. La película está en el limbo y no se sabe si se estrenará alguna vez (que se lo digan a Afterschool o Boarding Gate). Me parece un caso flagrante teniendo en cuenta que el mediocre Park Chan-wook estrenará su película internacional este fin de semana. Bueno, con Nicole Kidman es mucho más fácil, y más si viene de EEUU.

Volviendo a Nobody's Daughter Haewon, en mi opinión es una de las obras maestras de Hong. Rompe finalmente con sus estructuras repetitivas, en las que parecía que rompía las películas en dos o tres partes para jugar a mezclar elementos y a comparar situaciones. Esta última es una película líneal, si bien también plantea algún juego, pero de una manera mucho más sutil y no determinante. También es una película interesante por dos citas muy evidentes: una al ensayo de Norbert Elias La soledad de los moribundos y otro al allegretto de la séptima sinfonía de Beethoven, dos detalles sobre los que no habría que pasar por alto y que en cierta manera definen el tono de la película, mucho más espiritual y trascendental de lo que parecería en un primer momento. La grandeza de Hong es que lo cuenta todo de manera irónica y sin grandes alardes estéticos. Sus ideas crecen en la continuidad del plano y a través de un encuadre siempre perfecto, pese a los continuos zooms y panorámicas que realiza, en esta ocasión más agresivo que nunca.

Y por supuesto es una película muy agradable, llena de gags memorables, de largos diálogos con cambios de tono y con las inevitables borracheras de soju. Hong siempre trabaja sobre el mismo canon, sobre los mismos temas, pero cada película no solo es una variación, también un paso adelante. Su particular manera de revolucionar el (su) cine.

martes, 23 de abril de 2013

Aupa Calparsoro


Con este pedazo reparto, ¿quién necesita marketing?

Daniel Calparsoro sigue dejando perlas en su visita a Málaga. Esto no lo reprodujeron otros medios, quizás por respeto hacia el director, o hacia el lector/espectador. Por suerte, La Razón sí se hace eco: «No pretende ser americana. Son personajes que conocemos, rodada en Madrid, con dilemas españoles de este momento. Tiene escenas de acción, pero es mucho más que eso: tiene un carácter latino muy fuerte. Se aleja del americano en el sentido de que el protagonista lo deja todo por disfrutar de un momento, que es también una cosa muy española. En mi opinión, nuestra capacidad de disfrutar es lo que nos salva cuando da la impresión de que nos han robado el futuro».

Con Isabel Coixet me pasa un poco lo mismo que con Calparsoro. Su actitud ha sobrepasado de tal manera el delirio que ya entran en la categoría de punk. Merecen cierto respeto e incluso admiración por ese desprecio suicida hacia el marketing. Ojo a esta entrevista para Vanity Fair. Si Coixet les parece un coñazo, lean al menos la respuesta a la última pregunta.

Sin salir de Vanity Fair ni del festival de Málaga, en este reportaje sobre Alejandra Frade se resuelve el misterio. El segundo director contratado para acabar el rodaje de La mula fue Sébastien Grousset, director de spots publicitarios. Mi gozo en un pozo, Mario Casas no podrá estrenarse como director. No sé por qué no firma Grousset, imagino que eso le supondría a la productora más batallas legales con el primer director fugado.

Toda el artículo es un poco disimulado publirreportaje sobre el film, donde el redactor está metiendo continuamente la pata y luego intentando salir del entuerto. Vean la descripción que hace: «‘La mula’ es una película muy bonita y muy triste, una historia guerracivilesca con un protagonista absoluto, Mario Casas, un tipo humilde y de buen corazón que juega en el bando nacionalista y que habla andaluz y que, en un momento dado, tendrá que elegir entre la estúpida vanidad de los héroes o la vida en la que cree». Eso de «la vida en la que cree» da mucho miedo. ¿Y qué me dicen de lo de «hablar andaluz»? Luego el resto del artículo consiste en intentar decirle a los lectores «urbanos, modernos y desenfadados» (prometo que esto saldrá en todos los posts de este blog) de Vanity Fair que no es una película franquista. Pero ya han dejado caer la sombra de la sospecha.

Y fíjense que cuando hablan de los posibles seguidores de la película, siempre hablan de las fans, así en femenino. Estrategias de mercado.

Con Radford se pone poético y empieza a hacer periodismo-ficción: «quizás, quién sabe, algún día, algún año, la fuerza transformadora del paso del tiempo haga que vea la película terminada en una sala oscura y piense: “Estoy orgulloso. Y me alegro que saliera adelante”». Da para un libro de Javier Cercas.

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Supongo que de mis comentarios se deduce que el Festival de Málaga no me gusta nada. Quiero aclarar que lo que no me gusta es la propia definición del festival, el baremo de selección y la hipocresía que mueve todo. Las películas, mejores o peores, suelen (digo suelen, luego verán por qué) ser inocentes. No sé, Isabel Coixet, a mi no me interesa mucho, pero ella ha sabido hacerse hueco en un mundo en el que era sistemáticamente despreciada y ridiculizada por su imagen. Bueno, sus películas tampoco ayudaban, pero no sé, tampoco me parece tan grave. Ha intentado hacer una carrera cinematográfica constante, lo que también es de apreciar. Piensen en cuanto tiempo pasa de una película de Amenábar o Aranoa a la siguiente... En cuanto a Casting es una película pequeña que no parece tener mucha ambición. En la sección oficial de Cannes seguro que se verán películas peores. Y en Donosti, ni les digo. Y Combustión, pues hombre, vale, es la película que es, pero no me digan que a lo largo de estos posts no le han cogido cariño. Vuelvan a leer las declaraciones suicidas de más arriba. Yo creo que la voy a ir a ver, como homenaje al cine español que desaparece.

A mi esas cosas no me duelen. Lo que me duelen son burradas como Somos gente honrada, el intento de Andreu Buenafuente por capitalizar el éxito de su factoria de humor. Ya saben cómo funciona el capitalismo: si una cosa tiene éxito, sea cual sea, se hacen camisetas, muñecos articulados, menús en restaurantes de comida rápida, películas, videojuegos, etc... Esto pasa con este cómico (sí, lo voy a repetir) «urbano, moderno y desenfadado» que creó pequeños clones que luego se fueron reproduciendo con mayor o menor éxito (de audiencia) por diferentes canales de televisión.

La historia de Buenafuente ya la saben. Triunfó en Catalunya y luego fichó por A3, donde volvió a triunfar con ocurrencias como el troll aquel que mandó a Eurovisión. Luego se fue a laSexta, porque su productora (El Terrat) era parte del accionariado principal, pero sufrió la misma suerte que el resto de la cadena. Durante sus años de independencia, laSexta y su periódico amigo, Público (ambos paridos por ese ser siniestro llamado Jaume Roures), fueron la avanzadilla de esa izquierda neoliberal que tenía orgasmos democráticos (sí, ya saben que video es, así que allá ustedes si pinchan) con Zapatero, el presidente que empezó bien, pero pronto decía cosas como que bajar los impuestos era de izquierdas, y subirlos también. Cuando el presidente cayó en desgracia, sus medios afines lo hicieron con él, y El Terrat volvió a aliarse con A3, una cadena que destaca por su progresismo y su catalanismo (#mentira).

Ya ven, parezco Boyero. El problema de Buenafuente es que le han creado un halo de intelectualidad injustificable que incluso llevó al grupo Prisa a iniciar una campaña disparatada para convertirle en «nuestro» Beppe Grillo. Aquí tienen enlaces de la SER y de El País (en el añadido). Sí, entre risitas y negándolo todo (eran «otros» quienes lo sugerían, ya, ya), pero lo dicen.

Unidos de nuevo A3 y El Terrat, ahora se presenta en Málaga la película producida por el famoso cómico aspirante a todo. Acuérdense que ayer decían aquello de «quien paga, manda». Ya tienen montada la operación de merchandising. Habrá muchas referencias a la crisis, mucho buen rollito y tendrá a críticos babosos (vean el video del enlace de Diario SUR que hay más arriba) dando palmas. Algo parecido a esto, no lo duden.

Fue la única película a concurso en el día de hoy. «Quien paga, manda», no hay que distraer.

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El Confidencial es uno de los muchos diarios que hay en internet que se dedican a echar mierda sobre las personas y vivir del sensacionalismo. Ahí donde puede haber una noticia impactante o algún personaje polémico, allí están ellos. De ahí que publiquen esta entrevista con Willy Toledo, ese actor que personifica todos los males del cine español, especialmente en su vertiente social. Está en Málaga presentando Diamantes negros, sobre el tráfico de menores en el fútbol.

Con todo lo que nos pueda parecer el personaje, yo creo que la entrevista está bastante bien y las declaraciones son justas y mesuradas. Eso sí, siendo un poco malo, se le puede buscar el doble rasero. Vean lo que dice sobre la película: «dentro del mercado internacional de seres humanos hay una parcela que es el tráfico de menores, que supuestamente llegan a Europa con las falsas promesas de jugar en el Real Madrid o el Inter de Milán». Y luego más abajo, hablando de la realización de la película: «el único club que se ha mostrado favorable a colaborar ha sido el Atlético de Madrid. No sé si el señor Enrique Cerezo sabía de lo que iba la película. Pero desde luego han puesto todas las facilidades como no podía ser de otra manera con el glorioso Atletico de Madrid». Ay, Willy, Willy, el compromiso social es importante, pero los colores son los colores. El «glorioso» Atlético es ese equipo que se ha convertido en una agencia de tráfico de jugadores para ganar dinero a base de comisiones.

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Darle un premio a Oti y entrar en quiebra. Hechos seguramente no relacionados.

Reconozco que el crítico de ABC, Oti Rodríguez Marchante, merece una entrada propia, donde se analice su estilo decadente y desapasionado, sus crónicas en las que, al igual que Boyero, se autoproclama adalid de la libertad de expresión para justificar su desprecio a los lectores y a todos los que no piensan como él. Mientras no llega ese día, aquí les dejo una nueva dosis de humor en la última entrada de su blog, donde analiza la selección de películas a concurso en Cannes. Bajo el título Grandísimo Cannes, este pizpireto corresponsal escribe mal buena parte de los títulos e incluso el nombre de algún director («Sophia» Coppola). Resulta curioso también que utilice una foto de The Great Gatsby, la película de Baz Luhrmann que inaugura el certamen, y luego no la incluya entre su lista de predilectas (ni siquiera la cita). Lo peor de todo no es su ignorancia y dejadez, sino que encima se siente orgulloso. Lean con que rencor ataca a los que le pedimos un mínimo de profesionalidad: «llegados a este punto, me doy cuenta de que debería borrar todo lo escrito y volverlo a escribir de nuevo con un poco más de cabeza, rigor, criterio y todas esas cosas que se supone que debe tener un tipo al que le pagan por esto. No lo borro, pero voy a reflexionar sobre ello». Lo ideal sería que reflexionase tu jefe.

No me olvido tampoco de la siguiente línea a propósito de The Bling Ring, de Coppola: «me mosquea un poco que no esté en la Sección Oficial, sino en la de Una Cierta Mirada». ¡Qué horror! ¡Las secciones paralelas! Señores del festival de Cannes, compadézcanse de Oti y Boyero, no les obliguen a acudir a las secciones paralelas. La de comidas que se perderán, como lágrimas en la lluvia.

Dicen que los de la generación ni-ni son (somos) unos malcriados. ¿Qué habría que decir de estos juntaletras, que ven nazismo cultural y enemigos detrás de cada esquina, a los que sus jefes jamás exigieron un mínimo de profesionalidad?

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La cinemateca francesa homenajea a Jean-Claude Biette con motivo de los diez años de su fallecimiento. En España no se sabe ni quien es. Yo reconozco que no he visto ninguna de sus películas ya que no domino el francés y, pese a los consejos de Rivette, todavía tengo reparos a ver el cine sin entender el idioma en el que están realizadas (aunque el idioma real sea la puesta en escena). Como crítico era fantástico, aunque también es difícil encontrar sus piezas. En las antologías de Cahiers du Cinéma editadas por Paidós ya hace muchos años hay un texto imprescindible a propósito de la muerte de su amigo y compañero de generación Serge Daney.

Que se haya sepultado toda una generación de cineastas franceses (Biette, Vecchiali, Guiguet, etc...) es casi un crimen. En España, que está llena de programadores y de festivales de cine europeo (Sevilla, Compostela, Segovia), nadie parece haberse movido mucho... Si ustedes sí saben francés y quieren descubrir a Biette, pero no pueden acudir al pase de la cinemateca francesa, quizás les interese este número monográfico de la legendaria revista Trafic, creada por Biette y Serge Daney, y hoy dirigida por otros nombres legendarios como Raymond Bellour y Sylvie Pierre.

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No me voy de Francia, porque se ha desvelado la programación de la Quincena de los Realizadores de Cannes. Finalmente parece que ni Godard ni Jarmusch tenían preparada sus películas, porque de lo contrario es un auténtico disparate (salvo que hubieran hecho la cosa más banal y pueril de la historia, cosa que tras décadas de carrera es cuestionable). Yo lo que veo leyendo la lista de nombres es que la QR se ha convertido en un mundial sub-23 o algo así, en la NCAA del festival de Cannes, donde los directores se postulan para acceder a categorías mayores. Este artículo que he cazado al vuelo introduce la Quinzena como esa sección en la que empezó Haneke.

En sus mejores años, no fue eso, sino que servía para dar espacio a directores que, por miedo de la dirección a que fueran demasiado experimentales o radicales para mucha prensa más bien conservadora, tenían casi vetada la sección oficial. La Quincena se abrió en 1969, tras la convulsa edición del 68, y en ella concursaron directores no precisamente debutantes o de primeras películas como Bresson, Oshima, Godard, Brakhage, Jancsó, Herzog o Makavejev. En el facebook de la revista Lumière se hace un seguimiento a los años de gloria. Comparen con la actual.

Esto es el capitalismo, que es voraz. En 1968 se criticaba el poco riesgo del festival, la mercantilización de las películas, y se creó una sección donde importaban los autores, las innovaciones y aquello que el mercado jamás ampararía. Ahora mismo no es más que una segunda división, donde los cachorros esperan su turno para empezar a jugar en la liga de los mayores.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, yo veo a esta sección más motivadora que la oficial, que es únicamente una selección de grandes preestrenos.

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Muchos hemos vivido escenas así, aunque la chica no fuese Aura Garrido.

Vista Los ilusos, me ha parecido mejor que su primera película. Sigo creyendo que su principal problema es que es algo contradictoria. No es algo malo de por sí, y me imagino que se debe a las dudas creativas que tendrá el director, pero la sensación que tengo es que sus mejores momentos son aquellos donde la película filma a los personajes y al drama de manera directa. Cuando se cree lo que cuenta. Y las partes que no me gustan nada son aquellas donde el propio director reflexiona en voz en off y todas esas escenas con claquetas y micrófonos, significando el rodaje de la propia película. La cita a Garrel y a esa maravilla llamada Elle a passé tant d'heures sous les sunlights (una de mis películas favoritas) está clara. Pero mientras en el director francés todo parecía estar a un mismo nivel, movido por el drama terrible de un director y su generación, en la película de Trueba hay una diferenciación demasiado clara entre los distintos niveles y en general es bastante dispersa, como que no tiene un objetivo claro, más allá de detalles aquí y allá.

Yo me identifico bastante con esos detalles. Con esas noches viendo películas en el ordenador, esa decepción al ver los cines llenándose de producciones en bluray, esos momentos donde estás hablando con alguien de una película y simplemente te da la razón por continuar la conversación, como si no te estuviera entendiendo... Y creo que está muy bien filmada. Quizás no tanto toda esa serie de primeros planos, muy cercanos a Garrel y sin un objetivo claro (aunque por supuesto, son agradables de contemplar), por eso de que la película de Trueba habla de la dificultad de encontrar un sentido a tu propia historia. Me gustan más los paseos por Madrid. Hay un momento especialmente bello donde el protagonista camina solitario por la ciudad y el director lo filma a través de sucesivas panorámicas encadenadas. Esa manera de filmar los bares, de tratar de filmar un Madrid autóctono, lejos de esa ciudad neutra, que podría ser cualquiera, que vemos siempre en el cine español. O esas dos escenas de despedida en el metro con esa mujer que quizás no vuelva a aparecer.

Si la presencia de la luminosa Barbara Lennie me parecía lo mejor de Todas las canciones hablan de mi, Aura Garrido no le anda lejos en Los ilusos. Más sorprendente este último caso, porque Lennie era una actriz que siempre transmite buenas sensaciones, la protagonista de este último trabajo viene de la tan cuestionable cantera televisiva, de teleseries de Antena 3 y Telecinco, con todo lo que ello conlleva. Pero creo que hace mucho más que estar guapa (lo que no es poco). Tiene una forma de afrontar los diálogos, de declaramarlos con una naturalidad que yo pocas veces he visto en el cine español, y del que carecen el resto de actrices de la película. No sé si se debe también (seguro que sí) a las indicaciones del director. Un trabajo excelente que se suma a su gran actuación en la gala de inauguración del festival de Málaga. A seguir.

Mi opinión es que Jonás Trueba tiene que liberarse de muchas influencias. De la generación de sus padres (la película está dedicada a su padre). También de sus propios compañeros de generación. Ya comenté que a mi todo ese tema del director hablando de su propia película (ese «ahora voy a filmar un plano del cielo de Madrid») son cosas que no me gustan nada y me recuerdan a Los materiales, un filme de Los Hijos que me parece muy malo, aunque al menos la película de Trueba no tiene esa inútil pose fanfarrona. O quizás es que simplemente lo que me atrae de la película es esa conexión con Garrel, quizás también con Rozier, incluso con Truffaut, y alguno más que no conozco lo suficiente o no me viene a la cabeza ahora mismo.

Creo que es una película que merece la pena. Ya les dije que se puede ver en Filmin. No sé si es provisional o ya es una película de catálogo. Yo creo que por tres euros merece la pena. Siempre le pueden pasar el password a un amigo después de verla y compartir gastos. Da para tres o cuatro noches.

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En El Mundo me encuentro esta escueta nota (de la agencia EFE) con unas declaraciones de Luis Miñarro sobre el cierre de Alta Films (bien escrito). El heroico productor catalán pone sobre la mesa una idea en la que nadie parecía haber reparado: «entre el precio de la entrada, la subida del IVA, la piratería y el cambio de costumbres de toda una generación que no va a acceder al cine, entre otras razones, porque no trabajan y no tienen ingresos, pues ya me dirás». Efectivamente, en este tránsito hacia un nuevo feudalismo al que nos lleva el Partido Popular, el espectador desaparece. Todo entra dentro de su estrategia, claro.

Lean los comentarios a la noticia y miren qué clase de lectores tiene El Mundo. Ese es el abono que dejó Boyero y la política cultural que defiende el periódico siempre que puede.

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El próximo 26 de abril llega a España la revista Sofilm. En ella colaboran amigos y conocidos, así que es probable que la compre. Pese a su abominable portada. Mickey Rourke ya es de por sí un perfecto ejemplo de los horrores del diseño gráfico aplicado a humanos. Encima esa pose chulesca y el diseño hipster general echa mucho para atrás. Los contenidos -quitando lo del propio Rourke- parecen originales y no basados en el típico aprovechamiento de estrellas, entrevistas exclusivas de medios como Fotogramas, Cinemanía y esas revistas que hablan un poquito de todo, tipo Vanity Fair.

No es el tipo de revista que a mi me interesa, pero en fin, puede ser la lectura de váter más digna de los kioskos a poco que se esfuerce algo. Tampoco se crean mucho lo que digo, es posible que les haga la recomendación porque tengo amigos ahí. Decidan ustedes.

domingo, 21 de abril de 2013

Boyero desencadenado

El método Boyero
Tenía ya pensada la próxima entrada de este humilde y recién estrenado blog, con muchos de sus apartados y enlaces buscados, pero apareció el crítico estrella de El País y lo cambió todo. Empezaré diciendo que Carlos Boyero no es crítico de cine. Ni periodista cultural. Pertenece a la raza, profundamente española, de los opinadores. Gente que sabe un poquito de todo y, si no sabe, da igual. Las televisiones están llenas de esta gente, que pueden hablar durante horas de economía, de terrorismo islámico, de física nuclear o de tácticas futbolísticas. No sólo eso, sino que encima se permiten discutir a expertos que han dedicado toda su vida a esos temas. Porque ya he dicho que en España lo intelectual está mal visto e incluso Boyero lo ha usado en tono despreciativo.

Este personaje nos sorprendió ayer escribiendo un artículo sobre Alta Films, la empresa de González-Macho que ha anunciado su próximo cierre. Yo me esperaba un texto laudatorio de González-Macho, hablando largamente sobre sus experiencias, lo mucho que aprendió de este cine y de todas las maravillas que este distribuidor y productor hizo por el cine español. Bueno, largamente es un decir, porque tampoco se puede extender mucho en el exiguo espacio que le dedica El País, mucho menos que el que le ceden para machacar las películas de Pedro Almodóvar, ese director que no le interesa nada. Pero bueno, en un ejercicio de coherencia, El País le dedica a Alta Films el mismo espacio que le dedicaba cuando estrenaban una de esas películas raras de cine de autor.

Entonces tenemos a Boyero frente al papel, dispuesto a hablar de su amigo. Un homenaje merecido a un hombre de cine, que entregó gran parte de su vida al negocio de la distribución, a traer el cine que nadie se atrevía a traer. ¿Será algo así, no? ¡Pues no! Un crítico habituado a soltar sapos por esa bocaza, es incapaz de soltar nada que no sea desagradable u ofensivo hacia alguien.

Más aún, es tal la vanidad de este hombre, que dedica la práctica totalidad del texto a hablar de sí mismo. Un héroe en un mundo de hipócritas culturales, izquierdistas, intelectuales, progresistas, perroflautas y toda esa calaña. Pero más que un tema de vanidad, que también, yo creo que habla de sí mismo por otro bien diferente. Que no tiene ni idea de lo que hablar. Es decir, Boyero, el comentarista que desprecia por defecto todo lo que estrena su amigo, ¿qué va a decir? Miren cómo empieza: «Las primeras noticias que tuve de la existencia profesional de Enrique González Macho fueron películas rusas que él distribuía a través de una pequeña distribuidora». Ya dice justo a continuación que no le gustaban nada. Podríamos dudar incluso de que si se habrá visto alguna. Tienes que hablar del trabajo de tu amigo, pero no sabes nada de él, no te interesa en absoluto. Ese es su nivel periodístico. Un hombre que estrenó películas rusas, eso dice. Ah, espera, Dersu Uzala.

A partir del primer párrafo, González-Macho deja de ser distribuidor cinematográfico y pasa a ser guardaespaldas de Boyero. Y ahí nuestro pizpireto periodista sí que puede contar mucho, sobre él mismo. Habla de sus problemas en Guía del Ocio y de la censura y los juicios. La referencia a Florentino Pérez no es baladí. Quizás sepan los lectores que Carlos Boyero, dentro de su labor como opinador profesional, también se considera una de las personas que más sabe de fútbol del mundo, siendo seguidor del Real Madrid. Tiene desde hace años una disputa personal con Florentino Pérez (quizás debido a ese affair en Guía de Ocio), seguramente un ser mafioso a la altura moral de Boyero. El enfrentamiento entre ambos llegó a su punto álgido en agosto de 2011, cuando de los dulces labios de Boyero salieron las palabras «nazi portugués» referidas a José Mourinho (entrenador del Real Madrid) durante una de sus muy concurridas entrevistas digitales.

¿Les suena de algo eso de frivolizar con el tema del nazismo? Fue uno de los temas predilectos de Federico Jimenez Losantos (este último enlace es de El Mundo, así que les recomiendo no pinchar para no darles visitas) durante años, empeñado en que en Catalunya se repetían las mismas acciones que en la Alemania de los años 30. Y más recientemente, María Dolores de Cospedal se cubrió de gloria al comparar al colectivo de afectados por las hipotecas (PAH) con los nazis. Ya ven, ilustres representantes de esta derecha ultra española, utilizando exactamente los mismos métodos que Boyero. Si no estás conmigo, si no te pliegas a mi voluntad, eres un nazi. Pero la cosa va más allá, porque en el colmo de la hipocresía más absoluta, Boyero escribió el 13 de abril de este mismo año un texto llamado ¿Nazismo? (recomendable saltarse el primer párrafo si todavía creen que el periodismo cultural tiene futuro) donde abomina la conducta de Cospedal y su manera frívola de relacionar las actuaciones de la PAH con el nazismo puro. Sin embargo, a Boyero le parece maravilloso relacionar esta ideología con algo tan serio y trascendente como el fútbol. En el texto sobre Alta Films, Boyero dice que lleva «toda una vida sin intentar engañarme a mí mismo ni a los que leen lo que escribo». Supongo que intentarlo no es conseguirlo. Y también: «Tengo un olfato privilegiado para detectar la gilipollez, la impostura, lo que conviene decir y opinar en tiempos convenientes».

Por supuesto, ni Florentino Pérez ni José Mourinho se quedaron de brazos cruzados y le pusieron una denuncia, porque la libertad de expresión, nos guste o no, no es un todo vale. Lo de «nazi portugués» no sé si lo han notado también, pero para mi tiene claras connotaciones racistas. No sé en qué situación está el tema. Hasta ahora Boyero había masacrado a pequeños directores y productores que apenas tenían suficiente para seguir a flote. La conducta del matón. Pero el Real Madrid es otra cosa bien distinta. Si le condenan a pagar la multa que se merece, no se preocupen, que en seguida lo seguirá utilizando para su campaña de autopromoción como gran adalid de la libertad de expresión.

No sé ustedes, yo veo todo el tema del segundo párrafo del artículo como una manera de hablar de sus frustraciones acerca del tema futbolístico. ¿O se creen ustedes que los responsables de todas esas películas pequeñas que Boyero masacra a lo largo de sus visitas a los festivales se ponen en contacto con El País para que censuren a su crítico estrella? Supongo que por elegancia (ja), Boyero no cita un solo caso. Bueno, uno a favor: cuando González-Macho amenazó a una de las empresas en las que trabajo Boyero para que le permitieran decir a este último todo lo que quisiera. Es decir, que si una empresa tiene la elegancia de buscar una opinión que no sea una catarata de descalificaciones y disputas personales, en seguida aparece el amigo de Boyero para protegerle.

Digo que no me creo que realmente existiesen tantas presiones como parece expresar, porque en el tercer párrafo habla del único momento donde unos pobres individuos, sin nada mejor que hacer, decidieron escribir una carta preguntando (no amenazando) a El País si se identificaban con la línea cultural que seguía su crítico estrella. Mucha gente, de muy diferentes áreas, creyó ver en esta jugada un intento por parte de estas personas para que censuraran o despidieran a Boyero. Sinceramente, si uno lee la carta es difícil llegar a esa conclusión, salvo que se tenga una mente retorcida. Bueno, rectifico, si El País admitiese tener un fuerte compromiso con un cine que se escapa de la norma, debería admitir que en ese tema estaba siendo irresponsable al designar a Carlos Boyero para cumplir ese cometido. Y, como consecuencia, lo más lógico sería encargarle esa labor a otro crítico que tuviese una sensibilidad más amplia o un afán divulgativo más desarrollado. Lo que se extrae del silencio de El País es que realmente estaban de acuerdo con su crítico y que esa era su nueva política cultural. Sobre esta deriva del otrora diario independiente, y sobre sus nuevos dueños, ya habrá tiempo para hablar.

Boyero, con su estilo habitual (el insulto), habla de «doscientos idiotas anónimos». La palabra «anónimo» es conflictiva, por no decir que es una mentira tan grande como una catedral. Si con anónimo se refiere a que estas personas le atacaron sin personarse, es mentira, porque los doscientos firmantes aparecen con sus nombres y sus apellidos. Y si pretende darle el significado de personas que nadie conoce, pues hombre, todo es opinable, pero es difícil considerar a alguien como Víctor Erice una persona anónima. Dos de sus películas, El sur y El sol del membrillo, participaron en la sección oficial del Festival de Cannes. La segunda de ellas ganó dos premios en esa edición. Su otro largometraje, El espíritu de la colmena, ganó la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián. ¿Quizás es que Víctor Erice es un producto del pasado? Bueno, fue miembro del jurado oficial del festival de Cannes, compartiendo lugar con Tim Burton y Benicio del Toro. ¿Les llega? ¿No? En la reciente encuesta de Sight & Sound sobre las mejores películas de la historia, aparecen tres películas de Erice, La morte rouge, El sol del membrillo y El espíritu de la colmena. Esta última es la mejor colocada. En las votaciones de los críticos está en el puesto 81. ¿Les parece un puesto muy bajo en el que solo se mueven películas desconocidas? Justo por debajo, compartiendo la posición número 84 se encuentran, entre otras, Fanny och Alexander, de Ingmar Bergman y Casablanca, de Michael Curtiz. En la lista de las votaciones de los directores aparece en la plaza 107. Aún así quizás esto no le convenza a nadie, seguramente todo se deba a un lobby español de amantes de Erice, ¿no? No, claro que no. Entre los votantes hay, además de españoles, canadienses, sudafricanos, ingleses, franceses, tailandeses, australianos, eslovenos, noruegos, chinos, nigerianos, iraníes, portugueses y, por supuesto, estadounidenses. Entre estos últimos, Monte Hellman, director de Two-Lane Blacktop, entre otras. Todos ellos seguramente convencidos por algún pérfido comisario cultural nazi-progresista para joder a Boyero.

Más anónimos: Chantal Akerman, Lisandro Alonso, Mercedes Álvarez, Pedro Costa, Claire Denis, Amat Escalante (este año en la sección oficial de Cannes), Jean-Michel Frodon (ex-director de Cahiers du Cinéma), Catherine Gautier (de la Filmoteca española), Isaki Lacuesta, Carlos Losilla, Luis Miñarro, Javier Rebollo, Albert Serra o Santos Zunzunegui. Evidentemente, se pueden discutir estos nombres, pero es difícil tratarlos de anónimos. Quédense con eso de «solo valorados a nivel familiar» referido en este caso solo a Erice y Guerin. ¿Tengo que repetir la lista de nacionalidades que votaron por El espíritu de la colmena en la lista de Sight & Sound? No sé, lo único que me cuadra es que Erice haya sido marinero o algo así y fuese dejando hijos por todos esos países.

Se refiere al manifiesto firmado en primera instancia por Guerin, Erice, Miguel Marías y Álvaro Arroba como algo «inútil», pese a que han pasado ya ¡cinco! años desde entonces y sigue sacándolo siempre que tiene ocasión (especialmente si le toca hablar de alguno de los dos directores). Ya ven, de los múltiples y constantes desafíos que ha sufrido Carlos Boyero a lo largo de su vida, solo es capaz de acordarse de uno en este momento tan especial.

Se olvida también de su mayor enemigo, Pedro Almodóvar, que también mostró interés en firmar el documento... con dos años de retraso... y luego tampoco fue muy elegante diciendo eso de «estaba fuera y no tuve ocasión de adherirme a aquel manifiesto».  El director de La piel que habito luchó durante años para que sus películas no recibieran el desprecio automático del crítico estrella. Por supuesto sin éxito, ya saben que no cambia de opinión. Más bien es la realidad lo que cambia para adaptarse a su visión del mundo, como en el tema del nazismo. Más arriba tienen un estudio pormenorizado realizado por Raúl Pedraz. ¿Es Almodóvar también un anónimo? ¿O ese no cuenta por llegar tarde?

En fin, después de pasarse todo el texto engrandeciendo su ego, al final afirma sin sonrojarse «podría contar cosas feroces». Imagino que era más importante acordarse de Erice, Guerin y los doscientos anónimos. Que era preferible la puyita a Florentino Pérez. Eso Boyero lo considera digno de publicarse. No me quiero imaginar lo que entiende por «cosas feroces».

La última perla de Boyero es eso de que González-Macho siempre eligió su cine «con cerebro». Sí, ese cine que Boyero dice aborrecer. ¿Será un gesto de objetividad de Boyero? ¿O simple amiguismo? Prefiero no interpretar y dejarlo en el aire. Quizás se refiera a que las escogía con inteligencia empresarial. No sé, miren este memorable titular de una entrevista de JotDown, esa revista donde invitan a gente de todo tipo y pelaje para hablar de lo divino y de lo humano. ¿A qué se deberá la caída de Enrique González-Macho puesto que un gran hombre como él debería haber sobrevivido sin subvenciones, que es precisamente lo que critica el productor? Puede que tengamos que leer entre líneas su texto y Boyero vea una conspiración donde cineastas rusos desconocidos, Florentino Pérez y los doscientos «anónimos» se han cargado lo único decente que quedaba del cine español.

En fin, regresando al principio, ya he dicho que Boyero no es crítico de cine (porque no tiene una voluntad pedagógica con el lector) ni periodista cultural. Es simplemente un opinador, de los muchos que hay en España y que cada vez pueblan más El País. Boyero sentencia y destroza películas, y defiende la libertad de todo el mundo a opinar lo que le salga de las narices, aunque si opinas lo contrario que él puede que seas un cursi, un farsante, un fariseo, un chupóptero o cosas peores que ha dicho a lo largo de su vida delictiva.

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La culpa es tanto de Boyero como el que le permite estar ahí. Pero tampoco nos engañemos, El País ahora mismo es poco más que una sucesión de autopromociones. Si notan que defienden en exceso una película, un trabajo musical, una serie de televisión u otro objeto cultural no duden que será porque el propio grupo PRISA tiene sus intereses comerciales. Fíjense si no en esto. Supongo que se acordarán de Bebe, aquella cantante tan «urbana, moderna y desenfadada» (por usar terminología del medio) conocida porque hizo una canción sobre mujeres maltratadas que sonó en todas las discotecas de España. El País intentó vender el año pasado su cambio de look, machacando semanalmente con una serie de artículos (seis en cuarenta días, hagan cálculos), pero la cosa no funcionó. A nadie le gustaba el nuevo disco y la niña no se calló lo que opinaba de sus críticos. Si siguen la serie de artículos desde el 22 de enero descubrirán cómo el periódico intentó explotar también esa polémica con titulares dignos de Belén Esteban, pero ni por esas. Y miren, al final, después de mes y medio vendiendo lo invendible, decidieron echar balones fuera ¡haciéndole una mala crítica! ¿Cuánta gente se habrá comprado el disco tras creerse toda la publicidad de El País, incluido un artículo del respetado Diego A. Manrique? Al final resultaba que Bebe no era una Juana de Arco de la música, valiente ante un ambiente hostil. Miren lo que decía Manrique: «leer los comentarios generados en los foros permite descubrir no solo el oportunismo de esos rectos ciudadanos que solo esperan una orden para lapidar a quien corresponda, sino también la profundidad del rechazo que despierta una mujer que va por libre». Y sí, ya sé que en El País todos los periodistas van por libre. La imagen debe ser dantesca, cada redactor parapetado en su mesa escribiendo bilis sobre los demás. Ya digo, un mes y medio después, Fernando Neira escribe sobre el disco de Bebe que «entran ganas de buscar las cámaras ocultas. Porque alguien debe de estar tronchándose con nuestras caras de estupor».

Bien, allá cada uno con su alma. El relativismo estará muy bien, pero a mi esto me parece prácticamente un fraude. Venden con un artículo semanal a la chica mala de la música española y al final, quizás por venganza hacia la cantante que les había destrozado el negocio con una salida de tono de las gordas, sueltan al perro de presa de la redacción para que haga una crítica mortal al album. Esto es el capitalismo y el periodismo cultural vendido a él. Boyero, aún vendiendo constantemente su independencia, no deja de ser el peor de sus lacayos. Puede que no haya hipocresía detrás de su discurso y se crea todo lo que dice. Es una conveniencia total de intereses y gustos entre el mercado y el opinador.

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Unidos contra la cultura

En el periódico de Pedro J. Ramírez se han tomado un poco a guasa la noticia del cierre de Alta Films. De hecho, Luis Martínez escribe todo junto Altafilms. Si les digo la verdad, dudé de cuál era la forma correcta de escribirlo, porque después de tantos años es fácil cuestionar las aptitudes de Borja Hermoso y sus amigos. Pero no, es El Mundo el que lo escribe mal. También el ABC. Sí, a ese nivel hemos llegado. Es cierto que en una búsqueda sencilla por internet, puede provocar confusión, porque en el logo de la web aparece escrito sin espacios. Pero a poco que uno se lea una nota de prensa, puede salir fácilmente del error. Imagino que lo corrregirán. O no, que más da, si son los titiriteros.

Si uno lee el artículo de Luis Martínez nota una mala baba que sólo se puede entender desde la pose de amante despechada del diario al ver cómo la noticia se ha ido a la competencia. ¡El Mundo ha perdido una exclusiva! Mañana como castigo, toda la redacción tendrá que verse All The President's Men. O GAL, aquel esperpento escrito, producido y casi se podría decir que protagonizado por el propio Pedro Jota y sus peores lacayos. Con todo, a pesar de la necesidad que tiene la página web de El Mundo de tener un buen corrector ortográfico, el artículo toca varios puntos interesantes con los que podría estar de acuerdo, como cuando crítica la postura apocalíptica de muchos tuiteros. No cita a ninguno, lo que es un poco feo, pero quizás se refiera a esta recopilación que hizo El País, donde se cita mayormente a amigos o gente recientemente empleada por Alta Films.

Tampoco se cree Martínez este fin de González-Macho. Yo dije en Twitter que, si realmente fuera su final, habría anunciado su renuncia a seguir siendo presidente de la Academia. Si el máximo responsable de Alta Films llegó a la presidencia gracias a su valía al frente de una empresa, no sé si tiene mucho sentido que siga si su negocio está al borde de la quiebra. ¿Les suena Gerardo Díaz-Ferrán? Bueno, no creo que sea justo compararlos, recuerden que González-Macho asegura que cerrará cuando todo el mundo haya cobrado sus finiquitos. Tan golfo como el otro no es.

Y, como también dije en la entrada de ayer, ya anunciaba que el final no era, sino una etapa más. Pero era feo estropearle el trofeo a Borja Hermoso. Así que Luis Martínez habla de sobreactuación y exageración. Palabras algo feas cuando estamos hablando de mucha gente (no González Macho) que se va a ir a la calle. En la parte final, el redactor se mete en los dimes y diretes, diciendo que «cuando Macho advierte del desastre y anuncia el cataclismo inminente de todo el sector, ¿qué dice el sector? Pues lógicamente, se enfada. Ligeramente y en voz bajita eso sí». No cita a nadie, así que podemos creerle o bien pensar que eso es solo una proyección de sus propios deseos. No creo que «el cine español», si es que podemos utilizar esa etiqueta, se queje del tremendismo de González-Macho, porque aquí todos se están jugando la supervivencia y lo del presidente de la Academia parece ser una llamada de atención al gobierno, y ahí está claro que sí tendrán divergencias. Los grandes distribuidores de cine español querrán más ayudas automáticas sobre la taquilla, por eso del juego que da estrenar tus películas en tus propios cines. Los más pequeños prefieren el fin de estas ayudas y que se apoye más la producción directa de las películas, lo que dará más margen de maniobra. Pero creo que tanto a unos como otros no les viene mal esta llamada de atención, especialmente por la presencia mediática que está teniendo esta pequeña crisis.

Un último punto no relacionado con todo lo anterior. Como tampoco soy un compulsivo seguidor de series, he sido incapaz de descifrar el lenguaje críptico de este párrafo. Lo pongo aquí por si alguien me puede sacar de dudas: «En ninguna otra parte del ancho mundo las series de televisión se ven un día después del estreno en Estados Unido. Y en gran parte gracias a ese mecenas del bien ajeno llamado Juanito (los que las ven saben de lo que hablo). En definitiva, somos raros. Y en la Academia de Cine, más». No sé si está hablando de descargas de series. De ser así, creo que sería la primera vez que alguien habla abiertamente de ello, pese a que los periodistas seriéfilos de El País lo hagan con la boquita pequeña. El furor de las series y esa manía por intelectualizar hasta la más inane de ellas, supongo que será tarde o temprano protagonista de su propia entrada.

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Oti Rodríguez Marchante, rompeolas de Boyero en alguna que otra ocasión, también da su opinión sobre lo de Alta Films. Aunque yo casi nunca estoy de acuerdo con este crítico, y suelo aborrecerlo, le admito su decencia al no intentar disfrazar la opinión de información. Ni hable de un trágico fin de los tiempos.

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La familia del cine español
Ha empezado el Festival de Málaga, como sabrán, dedicado exclusivamente al cine español. Los objetivos no están muy claros, más allá de vender estrellas de la televisión, tener alfombras rojas y mucha prensa del corazón haciendo preguntas indiscretas. Ese modelo de festival apoyado por visionarios como Ignasi Guardans o Nacho Carballo. De lo que menos se habla es de cine, y por eso parece que el festival tiene algo así como un pacto de silencio con los periódicos para hablar lo menos posible del contenido (imagínense a Boyero en Málaga...) y sí mucho de industria, nuevas vías y modelos, perspectivas, legislación o infraestructuras, cosas más de un congreso de productores que de un festival de cine. 

De momento, si uno ve la cobertura de El País, El Mundo o ABC no queda claro si se trata de crónicas, declaraciones, entrevistas o notas de prensa adaptadas. Imagino que lo último. El festival empezó ayer, así que a ver con qué nos sorprenden.

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Relacionado con lo anterior, desde la página oficial del festival de Málaga aparece una noticia típicamente berlanguiana y española: el festival de Málaga homenajea... ¡al festival de Málaga! Pues sí, ya ven, en estos tiempos en los que desaparecen festivales y salas de cine de autor por culpa de la crisis, no han tenido mejor idea desde este particular certámen que rendir tributo a su primera edición. Ya dije antes que la principal motivación de sus responsables es tener alfombras rojas, así que lo cumplen siempre que pueden. Lean la noticia entera, porque no tiene desperdicio. En ella no se cita ninguna de las películas que se presentaron, pero sí información fundamental como que se hizo en pleno agosto sin aire acondicionado, que los actores viajaron en autobús desde Madrid o que el último día montaron una gran fiesta y María Asquerino cantó dos boleros. ¡Olé!

Bromas aparte, si alguien quiere saber algo más de aquel primer festival y, en el fondo, de aquella España, en un diario local le dedican un artículo algo más elaborado. La aventurilla del viaje a Gibraltar no sé cómo no se ha convertido ya en una de esas historietas de nuestro cine que se recuerdan todos los años cuando se acercan los Goya.

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Cuanto más bucea uno en las noticias sobre el evento, más se da cuenta uno de que el festival de Málaga merecería no una, sino varias entradas exclusivas. Resulta que han decidido programar La mula, otro de esos intentos de hacer cine «como el de Hollywood», en la añeja tradición de Samuel Bronston, sustituyendo, eso sí, a Nicholas Ray y Anthony Mann por Menno Meyjes o Michael Radford. Este último es el director de La mula, o más bien lo fue en algún momento de 2009, ya que huyó en mitad del rodaje, y desde entonces la productora española y la del cineasta entablaron una larga disputa legal que ha terminado recientemente y ha permitido el estreno del film. La parte española explicaba la demanda diciendo que tras el desplante del director inglés tuvieron que contratar a un segundo realizador. ¿A quién? No se sabe, pero podría ser desde el electricista hasta Mario Casas.

La película está en la selección oficial de Málaga y eso que se estrena sin director. Ni Alan Smithee. Simplemente «No-director». Pero da igual, porque el festival ya tiene a Mario Casas y a María Valverde en la alfombra roja.

Aquí la lista de famosos que lucirán palmito en la alfombra roja de Málaga, entre toda esa lista compuesta casi en su totalidad por estrellas de la televisión, destaca el nombre de Javier Angulo Barturén. Salvo que haya dos personas con el mismo nombre dedicadas al cine, se trata de un crítico decano de este país y desde hace unos años director del decadente Festival de Cine de Valladolid. Habrá sido una equivocación, pero como al festival andaluz le va eso de innovar de las peores maneras posibles, yo propongo una alfombra roja de críticos. Imagínense a Boyero, Heredero, Losilla, Fernández-Valentí, Eulália Iglesias, Mirito Torreiro, Miguel Marías o Toni Junyent haciendo el photocall. Éxito asegurado.

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Parece que los datos de la encuesta se resetean continuamente. No sé qué narices pasa. Si alguien tiene experiencia en blogger y puede ayudarme, se lo agradecería. Veo que a otra gente le pasa lo mismo.