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domingo, 18 de mayo de 2014

Esquizofrenias de Cannes

Depardieu fotografiándose con críticos de cine españoles
Antes de nada, habría que aceptar que todo lo que se escribe sobre un festival no tiene mucha validez. En un festival de cine no se lleva una vida cómoda, aunque parezca que es solo estár tirado viendo películas. Hay que hacer colas, hay que correr de una sala a otra, hay que buscar entradas y un montón de cosas que te hacen perder el tiempo de manera estúpida. Luego, además, muchos periodistas quieren al mismo tiempo tener tiempo para el ocio, en algunos casos compulsivos como Boyero y su tropa, que parecen que a veces pasan más tiempo en los bares, con mirada melancólica por los tiempos perdidos, a medio camino entre una novela de Hemingway y una canción de Bob Dylan. Escribir, en cualquier caso, es un problema. Y con internet más, porque debido al afán de exclusividad e inmediatez, se hace rápido y con poco cuidado. En este festival de Cannes, por ejemplo, el sirviente de Boyero, que en esta ocasión es Tommaso Koch (parece que Belinchón ha ascendido y ya no tiene que dedicarse a llevarle los cafés a su mimado jefe), escribe sobre The Homesman de Tommy Lee Jones diciendo que es la segunda película del director, cuando es la tercera. Pequeños errores que solo se pueden considerar graves si no lo solucionan. De momento no lo han hecho. Pero bueno, es un error comprensible dado la velocidad y la exigencia con la que hay que escribir.

Los errores, comprensibles. La maldad, la esquizofrenia, el mal gusto, la grosería, eso no. Un ataque de esquizofrenia digno de Norman Bates es lo que ha tenido el cada vez más pomposo y crecido Luis Martínez, que se fue ayer a ver la película de Ferrara a la playa y salió muy cabreado. La película tiene todo lo que les gusta a los periodistas: morbo, sexo, polémicas extracinematográficas -es la propia productora la que se encarga de promocionar la mierda que dicen sobre el film- y responsables artísticos que dan mucho juego debido a su naturaleza viciosa y autodestructiva (Depardieu y Ferrara, ni más ni menos). Lo último que importa es la película. El texto de Martínez se titula Una chapuza orgiástica de poder y dinero (y sexo, claro), y habría que preguntarle si se refiere al film que en teoría reseña o a su propia crítica, un auténtico disparate en el que se cita más de una vez a Eurovisión, a los ruidos exteriores que se escuchaban desde la sala y a un montón de taras psicológicas del propio cronista. Como la película se ha estrenado en buena parte de Europa en el formato Video on Demand, ya puedo decir que solo estoy de acuerdo en una frase de toda la sarta de disparates que suelta. Es esta: «uno no puede por menos que sospechar que el problema es propio, que no ajeno». Efectivamente, es problema suyo y voy a demostrarlo.

Mirad lo que dice en otro párrafo: «La película sigue paso a paso lo sucedido al que fuera director del FMI, pero sin el más mínimo amago de guión, estructura o intención. Los actores hablan como se rascan, por puro efecto reflejo; simple ruido sin otra intención que desesperar a la concurrencia. Depardieu, en concreto, va mezclando inglés con francés con la misma soltura con la que los patos ladran. Nada tiene sentido». Para empezar, lo que no tiene sentido es la argumentación que hace, puesto que si sigue paso a paso lo sucedido, es que algo de guión, estructura o intención sí que hay. Pero no es eso con lo que quiero quedarme.

Digamos que la película de Ferrara trata sobre un tipo que es una mala persona, un corrupto, un nuevo rico aupado a los altares por nuestro terrible sistema capitalista. ¿A qué me suena esto? Se ha hecho recientemente una película similar: The Wolf of Wall Street de Martin Scorsese. Tras establecer esta relación y leer las sandeces de Martínez, me dio por buscar y leer su comentario sobre la película del director de Taxi Driver. Y entre el típico lenguaje espectacular de este cronista, basado en acumular frases retorcidos y pensamientos elevados sobre la alta y la baja cultura, hay un párrafo que merece la pena destacar: «De hecho, toda la película es exactamente el tema del que trata: dinero. Todo lo que toca desaparece. No hay secuencias, escenas, diálogos, tramas; no hay un protagonista, secundarios, figurantes; no hay presentación, nudo, desenlace. Por no haber no hay ni director. Como ese sueño irrealizable de una novela sin cada uno de los componentes de una novela; una novela tan vacía de sí misma que sólo puede ser pura novela (piensen, si pueden, en 'Finnegans Wake'); así es, decíamos, 'El lobo de Wall Street'. Sólo cine». Ahora volved a leer lo que dice sobre la película de Ferrara, en el párrafo anterior. Es tremendo que prácticamente lo mismo que hace buena a The Wolf of Wall Street haga mala a Welcome to New York. Este patinazo de Martínez muestra tanto la estupidez a la que ha llegado el lenguaje de la crítica cinematográfica (basada en utilizar lenguaje técnico -guión, dirección, planificación, ritmo, narración- y añadirle adjetivos maximalistas) como la superficialidad y caducidad de todo lo que se escribe en los festivales de cine. Porque en la mayoría de estos textos no hay pensamiento fuerte, simplemente una descripción de filias y fobias del escritor en un clima de alta presión laboral.

Algo así le pasa también a Boyero, aunque sin lo de la presión laboral. En su última crónica habla de Saint Laurent, la película sobre el famoso modisto francés que estrena en Cannes Bertrand Bonello, el director de L'Apollonide. Nada más empezar suelta: «No te ríes nada en Saint Laurent, la biografía de aquel modisto (antes los llamaban así, no iba aparejado machaconamente el título de artista) llamado Yves Saint Laurent». Como siempre, la puyita de Boyero contra el arte, o contra la banalización del mismo. Pero atención que solo un párrafo después, unas líneas más abajo y tras machacar sin misericordia la película, añade: «Admito que la moda esté en deuda con el arte de Saint Laurent». ¡Madre mía! Así que primero se queja amargamente de que otros convierten el oficio de modisto en arte y solo unas líneas después, él hace exactamente eso. Este hombre está pirado. Eso, o el esclavo que escribe sus artículos mientras él se va de parranda con sus amigotes.

No sé, yo creo que estas cosas se pueden cuidar un poco más. Tratar de ser coherente y de enseñar al espectador algo, no convertirlo en un desfile de fobias, de reducirlo al me gusta, no me gusta. Boyero en su estilo y Martínez en el suyo, hacen exactamente lo mismo. Quizás en el caso del corresponsal es más grave, ya que gasta más palabras y trata de esconder sus argumentos bastante cuestionables en un montón de florituras estilísticas con poco o nulo contenido y que suelen terminar con sentencias absolutas del tipo esto es CINE y otros tópicos por el estilo.

Y en fin, supongo que en Cannes hay muchas cosas más criticables. Cada año las coberturas son peores, porque el festival en una espiral autodestructiva (como cualquier evento cultural en este mundo capitalista) es también cada vez peor. En lugar de mantener la compostura y defender sus ideas (los que las tienen), los cronistas se venden al espectáculo de sacarse fotitos con el primer famoso que encuentran y llenar tuiter de comentarios del estilo de «Acabo de cruzarme con Jessica Chastain y casi me desmayo» o «He tomado un café y en la mesa de al lado estaba Robert Pattinson». Entiendo que tuiter es superficial, pero no sé, no son pensamientos que un profesional en su jornada laboral debería proyectar. Twitter ha destrozado el límite entre lo público y lo privado, y en general no es un problema, pero para mi es difícil tomarse en serio a un cronista que dice abiertamente frases como las de arriba para que las lea todo el mundo y luego defiende la naturaleza radical de algún film o se carga la frivolidad pasajera de un film de Hollywood. En poco tiempo, Cannes se convertirá en una mera pasarela de famosos y films oscarizables, como Toronto y estos cronistas no se podrán quejar, porque ellos mismos han sido los primeros en promocionarlo.

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Godard no va a Cannes. Hace cuatro años tampoco compareció y Borja Hermoso, el troll de El País, le dedicó unas bellas palabras. No parece que este año haya en el festival un periodista español de la bajeza intelectual de Hermoso, así que nos ahorraremos otro texto que signifique la vergüenza para toda la profesión. Como curiosidad, leed el tercer párrafo, donde a pesar de los años transcurridos sigue manteniéndose un evidente error tipográfico.

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Cuentas de twitter para seguir Cannes y abochornarse: @luis_m_mundo, @maguerram, @cdelamorTVE, @david_martos (supongo que hay muchos más, pero he querido poner lo más bajo. Se admiten sugerencias)

Cuentas de twitter para seguir Cannes bien:

viernes, 28 de junio de 2013

Tuiterías

Si en los 90 hubiese existido twitter, adiós trilogía
Ayer tuve una conversación muy interesante en twitter con dos amigos, Nicolás Ruiz, director de Cineuá, y con la cuenta oficial de Cinema ad hoc, que creo que la lleva su director Martín Cuesta, pero como no estoy seguro, lo dejo así, en la duda.

La conversación nació a partir de unos tuits mios en los que me quejaba de que muchos medios daban mucho espacio a determinadas películas simplemente por intereses comerciales, aún a pesar de que estas no le gustaran, en detrimento de otras que sí les parecían valiosas. El mejor ejemplo es El País, que en el estreno de The Man of Steel de Zack Snyder le dedicaba tres artículos, pese a una crítica negativa de Jordi Costa, mientras que una película que sí ponía muy bien, como Laurence Anyways se quedaba con un único y pequeño texto, donde apenas se enumeraban sus méritos. Esto lo han arreglado varios días después con una entrevista a Xavier Dolan, pero la diferencia de trato está ahí para quien quiera comprobarlo.

Lo que yo decía es que por muy buena que sea una crítica, si esta no tiene visibilidad, difícilmente va a poder actuar sobre el lector. Si tenemos tres artículos a una película que consideramos mala y uno pequeñito a una que consideramos buena, los ojos del lector se irán más hacia la primera, por desgracia. Además, que me parece un sinsentido privilegiar lo que no nos gusta sobre lo que nos gusta.

Luego la conversación fue por otros derroteros, principalmente la capacidad de la crítica para influir sobre el espectador. Ahí Nico decía que tenía mucha y yo no tanto. Y puse los casos de los fracasos comerciales de Spring Breakers y Holy Motors. Con esto no quise decir que la crítica tuviese que vender entradas (aunque quizás si se deslizó eso de mis intervenciones: como digo siempre, en twitter es difícil argumentar bien), pero está claro que si las críticas positivas hacia estas dos películas hubiesen tenido efecto sobre el público, esto se hubiera notado de alguna manera en las cifras de taquilla. Vamos, si yo leo una crítica y esta consigue interesarme en el film del que habla, lo que quiero es ver esa película cuanto antes y si la ponen en el cine, pues voy a verla. En mi caso, como soy de pueblo, ya no tengo ni esa opción, porque casi nunca programan películas que me interesen especialmente, así que quizás no soy la persona más indicada para entender ese fenómeno.

Obviamente, ahora que ha salido Spring Breakers en DVD/bluray y se puede encontrar en la red, la verá muchísima gente y quizás se vuelva a todo lo escrito en su momento. Pero creo que cualquiera entiende que no es lo mismo lo desarrollado en el anterior párrafo que esto.

La crítica es en parte culpable de esto, principalmente por dispersión. Si hablamos de todo un poco, lo normal es que salgan perdiendo las películas que no tienen ningún otro espacio mediático, en favor de las que tienen el apoyo de las majors. Obviamente, si a alguien The Man of Steel le parece una obra maestra, pues lo justo es que la defienda. Lo que yo digo es que si la película de Snyder nos parece una mierda y hay otra, de Dolan, de Assayas, de Linklater o de quien sea, que nos gusta mucho, pues no le dediques un espacio privilegiado a la primera, porque las segundas son las que lo van a necesitar. Vamos, yo creo que todos los críticos de cine, profesionales o amateurs, escriben porque les gusta el cine, porque hay películas que les gustan, o les interesan de una determinada manera. No sé, no creo que a nadie disfrute viendo solo películas que le parecen horribles. Por eso mismo me parece un contrasentido ver lo que ocurre constantemente en muchos medios, que por cumplir con unas expectativas comerciales se habla más de los estrenos más sonados y las películas que más les interesan se quedan al fondo del cajón. Habrá tiempo para analizar eso más profundamente en futuras entradas.

En el caso de Linklater parece que hay excepciones. Bueno, se trata de Richard Linklater, que en condiciones normales sería un director que cada estreno suyo sería considerado un acontecimiento. Pero como vivimos en España, sus películas casi no se estrenan. Esta sale con 91 copias y una buena distribución, pero como la gente es cruel, parece que importa más terminar de darle la puntilla a M. Night Shyamalan por After Earth antes que glosar las bondades del film de Linklater. Del blockbuster que se hable mucho, aunque sea mal. Como digo, hay excepciones, como la de la Revista Magnolia, que le dedica una hermosa portada a la película (a la trilogía) de Richard Linklater, Before Midnight. Muy recomendable ese número, donde además de los textos sobre Linklater hay una corta, pero valiosa entrevista a Joe Dante, para mi uno de los mejores directores de Hollywood de las últimas décadas.

Y en fin, que creo que los tres, Nico, Martín y yo, teníamos opiniones parecidas al respecto y fueron las limitaciones de twitter las que nos separaron. Obviamente, tampoco creo que el objetivo principal de la crítica deba ser el de dar visibilidad a las películas. Lo principal es reflexionar sobre ellas. Pero creo que estamos en un momento donde si no se actúa en una determinada dirección, va a terminar desapareciendo el material sobre el que reflexionar. Bueno, siempre quedará Hollywood, aunque como explica Dante en la entrevista de la Revista Magnolia, cada vez se hacen menos películas y tienden más hacia no salirse de unos límites de seguridad. Por lo tanto, ¿es labor de la crítica luchar por la diversidad cultural? Yo creo que sí.

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John, Paul, George y Ringo. En el orden que quieran.
El otro día se celebró la gala aquella de la bebida de ron donde premiaban a los peores y más irresponsables críticos de este país: Boyero, Oti, Enric González y Toni García Ramón, con la presentación de Carlos Marañón. Todo lo que rodea a este evento es desagradable y esperpéntico. La estética tiene ese toque hipster-vintage que echa para atrás y parece ser que durante la gala servían copas con los nombres de los premiados. Ahí es nada. Imagínense, beberse un Boyero. Supongo que llevaría cianuro y heces de caballo, para hacer honor a su nombre.

Si tienen estómago, miren este video, donde los cuatro protagonistas hablan de sus filias. Todos menos Toni García Ramón, que utiliza ese espacio privilegiado para atacar a un crítico austriaco desconocido que no se puede defender. Podemos pensar que esto es cosa del editor, que cogió ese momento en lugar de otro cualquiera. Pero resulta que en este otro video, Toni ataca a otro periodista, en esta ocasión belga. Desde luego, me acusarán a mi de tener bilis, envidia y no sé qué más, pero este hater profesional no se queda corto. Me hace gracia que se ría del periodista belga por el error de Truman Capote (gravísimo), cuando él casi va a gazapo por artículo. Pero nosotros si se lo señalamos es porque estamos locos, obsesionados con él y no sé cuántas cosas más.

En la nota de prensa destaca que Carlos Marañón se refiera a Toni García como un revolucionario porque «no se deja llevar por tendencias sino que investiga y descubre filones». Sencillamente hilarante. Miren lo que piensa Toni García Ramón sobre descubrir filones en este texto ya comentado: «Déjese de experimentos y asegúrese la jugada, disfrute de los que pensaban que el séptimo arte era el primero. Ahora que el cine parece basarse en principios como “si es americana o acaba bien es mala” o “no he entendido nada; es una obra maestra” vuelva a los brazos del padre, a los señores que dirigían con traje y corbata, los tipos con parche en el ojo y los que se cagaban en la estrella y le gritaban “eres un auténtico inútil” enfrente de todo el reparto». ¡Qué sería del maltratado y olvidado cine clásico si no fuese por el revolucionario Toni García Ramón! Quédense con el «déjese de experimentos». Y este es el revolucionario para el director de Cinemanía. Hombre, al lado de las otras tres señoras con las que compartía homenaje no me extraña. Bueno, en términos revolucionarios yo veo a Oti por encima.

Tampoco quiero olvidarme de una confesión de Enric González, ese periodista tan progresista y comprometido que se fue por dignidad de El País y días después fichó por El Mundo. Habla sobre su labor como corresponsal en el Festival de Cine de Venecia: «soy claustrofóbico. Estaba de corresponsal en Roma y me encargaron sustituir a Fernández Santos, que acababa de morir, en el festival. Me senté cerca de la puerta para salir a respirar. Yo no puedo ir a las salas de cine». Sí señores, el periódico más importante de España llevaba a cubrir uno de los festivales más conocidos del mundo a un claustrofóbico. Esto suena a aquella película de Woody Allen donde un director se quedaba ciego y rodaba la película igual. Supongo que eso a muchos les parecerá una sátira magnífica de los vicios y excesos de Hollywood, pero ya ven, en España estamos mucho peor. Un trabajo que consiste en estar horas encerrado en un cuarto oscuro lo realizaba un claustrofóbico. Es para estallar a carcajadas. ¡Y lo hizo durante varios años!

Estas cosas, como digo siempre, no son culpa de Enric González, ni de Boyero, sino del tipo que les permite esta desfachatez. Lo peor es que en El País seguramente piensan que sus caídas de ventas no se deben a estas cosas, sino a todos esos rollos culturales que no interesan a nadie. Es la sensación que tengo viendo hacia dónde se dirige El País. Decenas, cientos de referencias a la triste muerte de James Gandolfini frente una necrológica tardía de Richard Matheson. Y miren en qué situación estamos que Richard Matheson se considera algo difícil de vender...

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Relacionado con el esperpento del ron Havana, es recomendable esta entrada en el blog de Raúl Pedraz donde se extiende más en la claustrofobia de Enric González, gracias a que él ha tenido el valor (o la tendencia suicida) de leer las memorias de este periodista, bohemio, vividor o lo que quiera que sea ahora mismo. Entre las perlas cabe destacar el enigma Delaney, descrito en dos suculentos extractos: «un hombre brillante, ingenioso y ocasionalmente malévolo al que, por razones que no vienen al caso, llamaremos con el apodo al que recurría Groucho Marx cuando hablaba de personas en situaciones incómodas: Delaney» y «Los martinis en el Harry’s eran solo el prólogo de veladas imposibles que concluían con Delaney meando contra la fachada de San Marcos o mostrando a un grupo de turistas americanos lo bien que se había depilado el culo». Aún así, su labor profesional queda perfectamente reflejada con lo siguiente: «Las estancias en el Lido de Venecia venían a ser un vestigio de otros tiempos, de cuando los periodistas eran bohemios y canallas porque se esperaba de ellos que lo fueran. A veces bebíamos. A veces pasábamos la noche bebiendo». Tras esto habría que volver a las crónicas de Enric González, para fijarnos bien en toda su irresponsabilidad, la manera que despachaba películas y directores, así como sus renuncias profesionales.

¿Quién es Delaney? Bueno, Pedraz pone en relación el grupo de los cuatro de Venecia (Boyero, Enric, Oti y Delaney) con los cuatro que recibieron el homenaje el otro día (Boyero, Enric, Oti y Toni García), así que si desvelamos la incógnita nos da que ese hombre que les enseñaba el culo a los turistas americanos y meaba en la fachada de San Marcos era el actual periodista de El País, entre otros medios. Aunque yo con malicia pienso que sí lo será, creo que Toni no fue en esa época a Venecia, quizás me confunda. Pero bueno, ahí queda el dato.

sábado, 25 de mayo de 2013

Esa gente rara de África y Asia

Léa Seydoux llorando tras enterarse de que Boyero la confundió con Élodie Bouchez
Ayer con las prisas se me olvidó comentar alguna que otra cosa, así que hoy va un Cinefobia(s) extra y rapidito, aunque al final quizás se alargue, no sé, será un poco improvisado.

Empezamos con uno de los grandes protagonistas de estos días, Gregorio Belinchón, que se está revelando en esta edición de Cannes como uno de los grandes adalides de este nuevo periodismo cinematográfico (y no cinematográfico) que pregona El País. Quiero decir, el bombardeo constante de noticias intrascendentes, noticias impacto, tengan algún contenido o no, sean verdad o no. Esto acaba en que cuando tengan que escribir un artículo más elaborado, pues utilicen el mismo método.

Vean si no este artículo dedicado a La vie d'Adèle, la película de Abdellatif Kechiche que ha gustado a todo el mundo y que se puede considerar una sorpresa, ya que hasta el momento las películas del director francotunecino habían gustado, pero nunca a este nivel de éxtasis. Con todas las alabanzas, lo más comentado es el sexo lésbico entre sus dos protagonistas, Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux, así que vayan ustedes a saber. A mi me atrae tanto esa como Michael Kohlhaas, que ha sido calificada como una película somnolienta por Diego Lerer, o retuiteando a este, como un «truñaco» por nuestro aguerrido corresponsal Belinchón. A veces esos adjetivos tan despreciativos siempre resultan atractivos.

Pero volviendo al artículo sobre la película de Kechiche, atención al morro que le echa Belinchón: «Léa Seydoux, joven veterana, francesa de la que hemos visto en España todos sus trabajos, y también su salto a Hollywood con Robin Hood, Misión: Imposible. Protocolo fantasma o Malditos bastardos». Esta mentira del tamaño de La Croissete solo puede entenderse como un experimento sociológico de El País para ver hasta dónde pueden soportar sus lectores. ¿Cómo que se han visto en España todos los trabajos de Léa Seydoux? Es que basta con ir a IMDb para saber que eso no es verdad, aunque hay que admitir para lo maltratado que está el cine francés en España, su filmografía está bastante bien representada. Pero, ¿qué sentido tiene decir algo así en el contexto del artículo? ¿Qué importa ese dato falso para el resto del contenido? Ninguno. No hay explicación alguna salvo la descarada intención de mentir. Lo ha metido ahí como podría meter cualquier otra cosa, no sé si para hacerse el interesante. Pero mentira y de las gordas.

Su compañero de fatigas, Carlos Boyero no suele mentir, porque nunca en su vida ha dado algo que se pudiese considerar información. Lo suyo es vomitar su opinión y dejar a la luz su ignorancia en todos los temas posibles. Atiendan al video que viene dentro del artículo y si son capaces de soportar el preocupante estado físico del crítico, así como su irritante tono de voz, descubrirán que es incapaz de decir el nombre del director de la película: «¿Cómo se llama? ¿Kicha...?». Sí que tiene que ser problemático lo suyo para que te tenga que corregir Belinchón, ese que de cada tres tuits que escribe uno no es verdad. Luego, si siguen viendo el video (con lo que puede que pierdan años de vida, pero serán recordados como héroes), seguramente se darán cuenta, no hace falta que sean unos cinéfilos de línea dura, que confunde a Léa Seydoux con Élodie Bouchez, y ahí su Pepito Grillo Belinchón si que ya no lo corrigió. No sé si por vergüenza ajena, miedo o porque tampoco lo sabía. Si fue capaz de decir que todas las películas de esta actriz (Seydoux) se habían visto en España, pues puede ser cualquiera de las tres opciones. Quédense también con el final de la intervención, ya hablando de Nebraska de Alexander Payne dice que es una película «muy para críticos de cine». ¡El multinominado al Oscar Alexander Payne! Ha quedado claro que si ese es el baremo de exigencia, es normal que Boyero diga lo que dice de directores como Miguel Gomes o Apichatpong Weerasethakul, directores que tampoco son especialmente difíciles, pero claro, si ya hasta Payne plantea una exigencia sólo para críticos de cine, pues ya hasta dentro de poco las películas de Joselito serán algo demasiado críptico para el cinéfilo común.

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Vamos con el gran amigo de Boyero y crítico de clara vocación decadente Oti Rodríguez Marchante. A mi Oti no me cae mal, me parece mucho más consciente de sus limitaciones que Boyero, y no suele ser arrogante ni atacar con violencia a los que no piensan como él (aunque ha tenido sus momentos). Su blog ya ha salido alguna que otra vez por aquí. Su descuido y mala edición es tal que uno no entiende como alguien con tan poco cuidado por la escritura ha podido terminar en un diario. Parece el blog del vecino. La entrada más reciente se títula Pena de James Grey. Sí, le cambia el apellido al director de We Own the Night. Nada grave porque son palabras sinónimas. Grey, Gray, es lo mismo, ¿qué más da? En un error muy común en España, a la película de Gray la renombra como The Inmigrant y no The Immigrant con dos emes. Hace unas semanas ya señalaba que cometía este mismo error en su previa de Cannes, así que un descuido parece que no es. Un problema de idiomas no puede ser, porque en otra entrada, al burgalés medioespañol Diego Quemada-Díez le cambia el apellido por el mucho más común Díaz. Un desinterés total por la corrección, que tampoco se puede achacar a las prisas de Cannes, porque son faltas que ya cometía antes de que empezara el festival. Y no son faltas de ortografía que podemos tener todos (yo también), sino cosas de ni molestarse en corroborar lo que escribe. Pero eso, bah, ¿qué más da? ¡Si es un blog!

Hay un tópico muy extendido entre los cronistas de festivales. Bueno, hay muchos. Son como ganchos que utilizan los críticos para fijar su opinión sobre una película y suelen referirse a los productos prefabricados que llegan a los festivales para venderse en el mercado internacional. Está por ejemplo el famoso efecto kimono que definió Antonio Weinrichter: películas asiáticas de época hechas para vender el exotismo oriental a base de paisajes y rituales extraños al ojo occidental. También el cine tercermundista, películas de Extremo Oriente o América Latina que filman territorios de extrema pobreza y violencia. Los dos directores que más camino han hecho en este sentido han sido Brillante Mendoza y Carlos Reygadas. Y por último está el cine africano, del que en los festivales se pasa casi siempre como coproducciones con Francia. En el país vecino hay muchos emigrantes africanos, así que es lógico que existan relaciones culturales cercanas. Pero algunos han querido ver en esto hipocresía y cuestionables operaciones económicas.

No niego que nada de esto exista. El problema es que se ha convertido en un tópico extendido que cualquiera lo enuncia como si lo supiera todo sobre el tema. Miren lo que dice Oti Rodríguez Marchante en la ultima entrada citada hace dos párrafos: «paso de “Grigris”, la habitual peli del “off, off” que producen los franceses y que la exponen aquí para que parezca que peinan el cine africano». Habla de la última película de Mahamat Saleh Haroun, el director de Chad, que compite por segunda vez por la Palma de Oro. Ya ven, Oti, un personaje que ni sabe escribir bien el nombre de las películas americanas más conocidas se atreve a criticar las políticas de programación del festival de Cannes. Ese «para que parezca que peinan el cine africano» parece decirlo desde el estricto conocimiento de la cinematografía de este continente. Aceptemos que se pueda hablar tan a la ligera de cine africano (desde Marruecos a Etiopía, desde Túnez hasta Sudáfrica), ¿qué sabe Oti del cine africano? Hombre, todo puede ser, pero me arriesgaré diciendo que entre muy poco y nada. ¿Qué sabe de las vías de producción y promoción del cine africano? Pues seguramente mucho menos. Pero habrá leído algo en alguna parte relacionado con estas estrategias y lo metió aquí, porque si cuela lo de escribir mal los nombres de las películas, ¿cómo no va a colar también esto? ¡Barra libre!

La gran mentira del cine africano: todo el mundo sabe que allí siguen siendo cazadores-recolectores.
Volvemos a Boyero para comentar esta misma desvergüenza. Aquí está el crítico estrella lanzándose a la piscina: «Como todo el cine africano y gran parte del asiático que se exhibe en el Festival de Cannes, la principal razón de su presencia es que la producción es francesa. La vocación internacionalista de Cannes jamás descuida sus propios intereses». De nuevo, esto lo sabe muy bien Boyero, incapaz (vuelvan al video del principio) de recordar el nombre del director de la película que acaba de ver. Además, es indignante cómo ponen la sombra de la sospecha sobre las películas de países periféricos. Las norteamericanas siempre tienen que estar porque son las películas buenas, o las que pueden ser buenas, pero las de Chad... ¿Chad? ¿Qué es eso? Y en el texto que debería ser la simple revista de prensa donde se vierten las impresiones de los directores y actores en la rueda de prensa, Belinchón, tras dedicar todo el artículo a Robert Redford (que presenta en Cannes un film junto a Ryan Goslin -no es una errata mía, lo escribe así el cronista), no se resiste tampoco a dar su opinión sobre el film africano: «su presencia está justificada porque sus películas se han proyectado habitualmente en Cannes y porque coproduce con Francia. Por lo demás…». A mi me hace gracia cómo Belinchón, que no es más que el mercenario encargado de transcribir las ruedas de prensa y traerle los cafés a Boyero, se permite el lujo de colar este tipo de valoraciones. Nunca fundamentadas, son como apuntes al margen. Tirando la piedra, pero escondiendo la mano.

Es algo cada vez más habitual en el periodismo, no solo el cultural. Si uno lee una crónica política, de alguna declaración, rueda de prensa o intervención en el senado, nota que cada vez contienen más adjetivos valorativos para dirigir la opinión del espectador. Al principio se hacía ligeramente, pero ahora ya no hay ningún tipo de consideración. Vuelvan a leer ese «Por lo demás…». Esos insultantes puntos suspensivos, más propios de un tuit o de un SMS, colados aquí en un artículo periodistico en el periódico más leído (y más respetado, a pesar de todo) de España, sobre el festival de cine más importante del mundo. Este es el nivel

El que tampoco se libra de esto es el director del Caimán, Carlos F. Heredero, que también tiene algo que decir sobre Grigris. «Está muy bien (es incluso envidiable) que la industria cinematográfica gala haga posible el rodaje de una película personal y sincera de un realizador chadiano, pero su selección para este festival no puede evitar desprender una cierta sospecha de paternalismo eurocentrista pagado de buena conciencia progresista debido, precisamente, a la escasa envergadura del producto final, que es lo que, en definitiva, debería importar por encima de las fronteras y de las etiquetas nacionales». Yo creo que los festivales buscan ofrecer un mapa variado del mundo del cine. O deberían hacerlo. Así que no veo mal la inclusión de películas de alguna parte de África. Mejores o peores, son discutibles. Nadie concibe un festival sin una película americana, o sin una película francesa, y nadie habla de cuotas en esos casos. Aunque fuese verdad esa discriminación positiva, ¿cuál es el problema? El mismo Jean Cocteau premió a Jigokumon de Kinugasa como Palma de Oro en Cannes 1954. No era la mejor de las películas japonesas de su época (tampoco Rashomon, que ganó en Venecia 1951), pero sirvió para generar un interés por el cine japonés que terminó con el descubrimiento de maestros absolutos como el mejor Kurosawa, Ozu o Naruse (por citar los primeros). Ahora, en lugar de utilizar estas películas para ir a la búsqueda del cine de Chad, del de Senegal, del de Nigeria u otros lugares donde se hace cine, el crítico prefiere soltar la fórmula del paternalismo europeo y quedarse a gusto. Total, en una semana ya estaremos hablando de lo que se estrena en España y no de estos rollos macabeos.

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Ayer decía que en El Mundo se les había olvidado hablar de Hong Sang-soo. En realidad lo habían hecho en El Cultural, pero no estaba actualizado. Hoy sí y al grandísimo director coreano le dedican un espacio merecidísimo. Dos artículos, una crítica de la última película a cargo de Carlos Reviriego y un texto retrospectivo con declaraciones del cineasta. Este último es interesante, ya que no son abundantes las declaraciones de Hong, y mucho menos en castellano. Como nota graciosa, al principio, el autor, Juan Sardá, escribe: «En España tenemos un conocimiento más o menos exhaustivo de la cinematografía coreana. Cineastas como Kim Ki Duk, Bong Joon-ho o Chan-Wook Park han gozado de amplia difusión y son bien conocidos por la cinefilia española». La primera frase de esta cita no es verdad se interprete como se interprete. La industria del cine coreano es una de las más saludables del mundo y decir que en España tenemos un conocimiento más o menos exhaustivo sería como decir que conocemos exhaustivamente el cine americano en el supuesto de que solo se estrenasen Spielberg, Scorsese y Clint Eastwood. Pero ya saben que la idea del periodismo cinematográfico español es que existe Hollywood y el resto. Si se estrenan cinco películas coreanas al año y las vemos, ya nos podemos considerar unos eruditos. Pero lo más curioso es que (retomando el error común de Costa de ayer) escribe los nombres coreanos de las tres formas posibles que se pueden hacer. Yo no sé si tiene en cuenta que existe una pauta a la hora de escribirlos. Primero escribe Kim Ki Duk sin guiones. Luego Bong Joon-ho de la forma más correcta. Y por último Chan-wook Park de la forma que lo hacen los americanos y la IMDb, colocando primero el nombre y luego el apellido. Ya no es cuestión de opiniones, de si es mejor usar el nombre o el apellido, sino de confusión total.

El artículo de Reviriego tampoco está nada mal, creo que dentro de lo que cabe (cita a los aparentemente inevitables Rohmer y Allen) tiene varias ideas originales. Y encima pueden congratularse con la aparición de ese concepto tan caimanesco y genial, el palimpsesto.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Escrache a Boyero

La final de copa como representante del cine español en Cannes
Empezó el festival de cine de Cannes y para los cinéfilos españoles son días de infamia y vergüenza ante la cobertura que la prensa generalista hace del evento. Bien es cierto que en los últimos años el número de periodistas patrios que acude al certamen se ha multiplicado exponencialmente (al revés que el número de películas) y supongo que ahora podemos hablar de una cobertura adecuada, o al menos digna, ya que tampoco es para tirar cohetes: todos van a ver las mismas películas y suelen defender las mismas cosas. Si defienden algo distinto, al par de semanas se olvidará, en el caso de que no se estrene. Pero imaginen la situación hace diez años, con Boyero, Oti, Enric González, Hermoso y toda esa cuadra. ¿Qué cara pondrían los responsables del resto de los medios? Gentuza que sólo iba a la sección oficial y se salía en mitad de las películas, que te los encontrabas casi tanto tiempo en los bares como en los cines. Este era el panorama y para ellos no ha cambiado mucho, aunque con el paso de los años se haya vuelto cada vez más triste, así como que los medios para los que trabajan los amparen.

Fíjense en la fotografía que encabeza el artículo. Son Boyero y Oti viendo la final de Copa del Rey en un bar de Cannes. Supongo que a esas horas no había ninguna película y supongo también que no se quedaron al final del partido, que acabó bastante tarde, porque hubo bastante lío, minutos de descuento, prórrogas y más lío. En ese bar había más periodistas españoles, por cierto, entre ellos, ni más ni menos que Carlos del Amor, ese chico tan simpático y tan encantado de conocerse que ha convertido las noticias culturales de los telediarios de la pública en un cúmulo de consignas de mercado y frivolidades sonrojantes. Han leído bien, la pública. Así está España y así está el periodismo cinematográfico. Tampoco quiero ser quisquilloso. Evidentemente, todo el mundo necesita descansar y relajarse, aunque luego me sorprende que digan que Cannes es tan duro si hay tiempo para tomarse una cañita y verse un partido que duró más de dos horas. Pero lo que me interesa no es eso. Es otra cosa.

Me imagino que tras disfrutar del partido y de un merecido descanso tras una jornada dura, los críticos españoles estarían listos para trabajar al día siguiente de manera responsable. Bueno, la palabra responsabilidad en el diccionario de Boyero no debe existir, porque ojo a la crónica del día siguiente a la final. Habla sobre Le passé de Asghar Farhadi: «La he visto después de una noche de insomnio, en una esquina de la sala, sentado en una especie de balancín que te tortura el cuerpo, ya que todas las butacas estaban ocupadas, con el cerebro más abotargado que de costumbre, no he entendido los giros y algunas explicaciones de la historia». Aquí tienen la profesionalidad del crítico de El País. Yo he pasado noches de insomnio en algunos festivales, a veces por el trabajo y a veces por salir con unos amigos y tomar unas copas de más (aunque nunca a sueldo del medio de comunicación más importante del país, claro), pero utilizarlo como excusa contra una película es bastante lamentable. Está claro que Boyero siempre tiene que hablar de sí mismo, sencillamente porque no sabe hablar de otra cosa. Supongo que a los editores de su periódico les parece bien todo esto, que siga vendiendo su imagen fatalista e irresponsable, como el último de los bohemios, mientras sobrepasa todos los límites en una sociedad como la española que vive en niveles dramáticos de desempleo.

En esa misma crónica nos regala un «puede que el problema sea mío y no de la película». Hombre, de eso no tengo ni la más mínima duda, pero estaría bien que ese mismo argumento lo utilizara cuando masacra sin piedad películas de Oliveira, de Pedro Costa, de Wang Bing y de tantos otros cineastas que no se pliegan a sus limitadísimos estándares de lo que debe ser el cine. De estas limitaciones podemos hablar viendo el penoso video que han hecho al alimón Boyero y su esclavo Gregorio Belinchón, comentando la película de Farhadi y A Touch of Sin, de Jia Zhang-ke, que el crítico estrella mencionaba en su crónica copiando la nota de prensa. Yo creo que no la ha visto y en el video no hace más que apoyar esas sospechas. Tras resumir su opinión sobre Le passé, se refiere a Jia Zhang-ke como el director que ganó el León de Oro de Venecia hace algunos años. Aquí pueden leer sobre ello (el artículo La catatonia nacional de José Manuel López Fernández originalmente pertenecía a Tren de sombras, revista que ya no se encuentra online). Ahora habla como si no hubiera ocurrido su desplante. ¡El famoso Jia Zhang-ke! Pero escuchen las palabras de Boyero hablando de A Touch of Sin, repitiendo una y otra vez lo mismo, dándole la vuelta a la sinopsis para tratar de esconder su falta de profesionalidad. Pero lo mejor de todo el video son las palabras iniciales del insufrible Belinchón: «hoy tocan películas duras de China y de Irán». Como siempre en los peores críticos de España, ese prejuicio ante lo que no pertenece al centro, a lo convencional. ¡China e Irán! ¿Cómo se atreven a hacer cine en esos países? Pero en fin, simplemente fíjense en la penosa calidad del video, en lo mal elegido que está el lugar para la grabación, en la insufrible calidad de sonido. Está claro que alguien que es capaz de entregar un trabajo tan mal hecho no puede decir nada interesante sobre el cine que ve en Cannes.

A pesar de que este año le han puesto un festival muy previsible, lleno de películas americanas y cosas afines a Hollywood, la nula ética profesional de este periodista siempre sale a relucir. Lean su emocionada crónica de la última película de Claude Lanzmann: «no solo es un documental impresionante, también es obligatorio. La obra de Claude Lanzmann sobre el Holocausto debería exhibirse en todos los colegios del mundo para que desde pequeños conociéramos la maldad que puede llegar a practicar el hombre». Todo muy bonito. Pero como dije al principio, cada vez hay más periodistas españoles en Cannes y seguramente conocen la catadura de este personaje despreciable, el daño que está haciendo a muchos futuros cinéfilos que se acercan a las páginas de El País en busca de información cultural y terminan devastados por la prosa grosera y desagradable de este sujeto. Atención a este tuit:
Este es el nivel del crítico más leído de España, recomendar fervorosamente películas que él no está dispuesto a ver. La película de Lanzmann duraba cuatro horas, así que es posible que le coincidiera con la comida o la cena. Quédense también con el final de la crónica, donde atiza a dos directores orientales, Takashi Miike y Johnnie To. «Para mí sigue siendo un enigma indescifrable las razones del fervor de los festivales de cine hacia estos directores orientales especializados en tiroteos y mamporros, en el ruido y la furia. Es un cine bastante tonto, una moda sin sentido». Supongo que el beneficio de la duda que le otorgaba a Farhadi no vale para Miike y To.

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Quizás haya que ser comprensivo con Boyero y tener en cuenta que el hombre lo está pasando mal, después de enterarse de que ha sido condenado a pagar 6000 euros a José Mourinho por llamarle nazi portugués. Para mi se han apiadado algo de él, porque el técnico del Real Madrid pedía quince mil euros, lo que a mi me parece mucho más justo teniendo en cuenta la desfachatez del crítico.

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Las noticias esperpénticas relacionadas con Carlos Boyero no se terminan. La más delirante de todas ellas es esta. Sí, Boyero va a recibir un premio por su labor como cronista. No sólo él, sino que también otras lacras como Oti Rodríguez Marchante, Enric González (ese hombre tan progresista que dejó El País antes de que le echasen por el ERE... para irse a El Mundo) y, traten de aguantar la risa, Toni García Ramón.

Échense las manos a la cabeza, pero se estarán equivocando. En el fondo, es un acto de absoluta coherencia. Fíjense bien quién da el premio. El ron Havana. Evidentemente, qué sería de los destiladores de licores sin estos cronistas tan irresponsables que se dedican al bebercio y a la fiesta en lugar de a sus tareas... Premio merecidísimo, aunque llega tarde. Tendría que haber sido después de aquel festival de Venecia donde la película ganadora se presentó demasiado tarde para ellos.

Los premios los entregará Carlos Marañón, publicista director de la revista Cinemanía.

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En este blog me he reído muchas veces de La mula. Confieso que en su momento me sentí un poco mal, ya que en el fondo era una producción problemática que había vivido en el filo durante muchos años. Que sea el tipo de operación comercial que a mi me asusta no quita para que en el fondo se trate de trabajadores profesionales que no pueden ver el fruto de su esfuerzo. Por suerte, la propia productora, Alejandra Frade, se ha encargado de quitarme todo mi sentimiento de culpa. Atención a la entrada de este blog, porque daba para película de Berlanga, de no ser porque los protagonistas de las películas de este director siempre eran pillos carismáticos, antihéroes fracasados y lo de esta película es puro engaño neoliberal aprovechándose de la ignorancia total en cuestiones de cine a la que nos aboca el actual estado de las cosas.

Lo peor de todo es: ¿cuántos medios de comunicación informaron de esto? ¿Qué hay de todos los corresponsales que fueron a Málaga? Mutis por el foro. Silencio cómplice. Ellos son más culpables del timo al espectador que los propios productores del film. Porque ellos al fin y al cabo se encontraron con una película a medio terminar y decidieron ir por el camino fácil. Cuestionable, pero comprensible. ¿Cuál es la razón de los medios para no hacer referencia a esto? Quizás es que ni se enteraron, dada su ignorancia en temas cinematográficos. Vuelvan a ver el video de arriba parido por Gregorio Belinchón. Parece improbable que alguien que hace esa basura pueda hablar de los problemas técnicos de un film, por muy visibles que estos sean.

El profesional Javier Ocaña, siempre al servicio del poder, hablaba de «desbarajustes fotográficos», como si fuera cosa de utilizar dos cámaras distintas. Como Michael Mann o algo así. En Fotogramas, Mirito Torreiro, que tiende a darse mucha importancia, parece que los abdominales y el acento andaluz de Mario Casas no le dejaban ver más allá. En El Mundo, que siempre defiende los experimentos neoliberales de nuestra industria, por eso de cargar contra los titiriteros y las subvenciones, Luis Martínez decía que la mula trotaba, aunque no explicaba muy bien cómo. Eso sí, quizás en el título intentó reflejar su sentimiento de culpa por estar engañando de tal manera al lector. «Más cornadas da el cine». El cine y los críticos de los medios generalistas. Cornadas al espectador.

Esto da para elucubrar todo lo que se quiera y si pensamos mal diríamos que lo que Alejandra Frade no se gastó en terminar de manera digna su película sí lo invirtió en mandar sobres al estilo Bárcenas. No se puede entender de otra manera semejante irresponsabilidad general

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Volvemos a Cannes para recomendar enlaces y coberturas. La primera, la de la revista Caimán. Estemos de acuerdo o no con la línea editorial del medio (yo ya dejé claro que no), lo cierto es que están trabajando bastante con actualizaciones constantes sobre las películas. Tampoco es que sean unos análisis profundos, pero sí son comentarios interesantes y alejados del estilo personalista de Boyero y sucedáneos. En su renovada (y mucho más atractiva) página web se pueden consultar, tanto los textos desde la trinchera de Heredero, Quintana, Pena y otros, como los algo más reflexivos de Eulália Iglesias.

Para que no digan que le hago la pelota al Caimán, vamos a zurrarle un poco. Ya les he dicho que a mi una de las cosas que más me molesta es su incapacidad para definirse como medio cultural, introduciendo tácticas de mercado bastante cuestionables. Atiendan a este tuit de su director, Carlos F. Heredero:
Me cuesta entender el interés que puede tener para una revista de crítica cinematográfica la primicia de presentar el cartel de la nueva película de Martín Cuenca. Tanto el hecho en sí, como el lenguaje utilizado, me echan bastante para atrás. Sin ser tan exagerado, poco después, el mismo responsable, entregaba un tuit similar:
Recemos para que esto de la crítica de cine no se convierta en una batalla de exclusivas. De lo único que me alegro es de que lo hagan con Godard. Quizás es lo único a lo que puedan aspirar. Ya que en la liga de los Coen, de Winding Refn y otras estrellas de Cannes dudo que el Caimán pueda competir contra Variety y otros medios entregados a la publicidad agresiva.

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Desde hace algunos años, el crítico argentino Diego Lerer realiza un cuadro de votaciones con casi todos los críticos de habla hispana presentes en el festival, así como algunos amigos extranjeros. En anteriores ediciones se utilizaba una muy manejable página de Excel y para esta ocasión han tenido la mala idea de cambiarla por un cuadro de difícil lectura, que no invita a sumergirse en él. 

La revista alemana Critic realiza su propio cuadro en el que aparecen críticos estrella (en determinados círculos al menos) como Adam Cook, Daniel Kasman o Christoph Huber. Siendo más fácil de navegar (son menos votantes), yo me pierdo con esa peculiar forma de puntuación. Deben ser las barreras culturales.

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Las dos revistas de cine para las que más escribo (y de manera egoista diré que son las que más me gustan, cada cual que piense lo que quiera de esto) hacen cobertura de Cannes. En Lumière salen de manera intermitente textos traducidos de Daniel Kasman, así como alguna pieza suelta de Fernando Ganzo y en Transit, Carles Matamoros trata de sobrevivir a su primera experiencia cannoise escribiendo además alguna que otra crónica.

Recomiendo por último la cobertura de El amante, la veterana revista argentina. Escriben dos corresponsales, Fernando E. Juan Lima y Jaime Pena. No solo es interesante por lo que tienen que decir de las películas, sino porque muchas veces se alejan del esquema habitual de las coberturas, dejan de lado las muy manidas secciones oficiales y buscan otro tipo de cine que ofrece Cannes.

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Despido la entrada de hoy (espero poder escribir uno o dos posts semanalmente) hablando de distribución cinematográfica. Un tema que nunca importó en España porque los medios de comunicación nos mantenían en un páramo cultural del que solo salimos gracias a internet. Resulta que tras lo de Alta Films, los medios generalistas se tiran de los pelos hablando de la mala situación general, como si la cosa no fuera con ellos. La desfachatez es tal que el mismo Carlos Boyero en su primera crónica (último párrafo) de Cannes se lamentaba de que Alta Films no podría comprar películas que él no vería ni loco.

Lo que pasa es que lo de la distribución ha llegado a un punto que les puede empezar a estropear el negocio. Por eso Luis Martínez se descolgaba con este tuit:
Que no se estrenen todas esas películas asiáticas y europeas aburridas da igual, pero los Coen. ¡Los Coen, ni más ni menos! Unos directores de los que hemos conocido al dedillo toda su filmografía, que han contado con una publicidad desmesurada y que trabajan con estrellas de Hollywood, eso debe estrenarse siempre y la crítica tiene que hacer presión. El pobre Jia Zhang-ke y todos esos tarados del cine lento, a esos que les den. Philipe Garrel si estrena, le zurramos, por coñazo.

Sinceramente, ojalá estrenen la de los Coen, aunque sea para que esta gente deje de darnos el coñazo. Y se estrenará, no lo duden. Porque el periodismo cinematográfico trabaja para mantener siempre el orden establecido que le da de comer. Harán ruido para que se estrene la de los Coen sí o sí. Sin embargo, la película de Lanzmann que ha gustado a todo el mundo ya verán como no les indigna nada que no se estrenen (al final parece que Avalon la ha comprado, espero que no tarden en estrenarla). Saldrán con la excusa de que no es para todos los públicos o que es una película difícil de vender y todas esas milongas. El maestro en el arte de convertir en publicidad toda la información cinematográfica ya nos lo deja claro:
Todo correcto, menos lo de informando. Más bien manipulando, vendiendo y, si hace falta, atacando miserablemente al débil, como le gusta hacer a tu compañero de redacción. Eso sí, al final se salió con la suya y (tampoco había que romperse mucho la cabeza) Inside Llewyn Davis sí fue comprada para ser distribuida en España. Supongo que ahora el comprometido Belinchón empezara a luchar porque también compren A Touch of Sin de Jia Zhang-ke, La image manquante de Rithy Panh o Les salaudes de Claire Denis. ¿No?

viernes, 10 de mayo de 2013

La virgen del truño

Viene con pie de foto y todo.
Hace unos días hacía referencia a un tuit de Oskar Belategui en el que citaba un artículo de Fotogramas donde un distribuidor español decía que las críticas de Boyero determinaban si una película se compraba o no. El texto ha aparecido recientemente en la web de la revista y hemos podido descubrir que el perpetrador de ese injustificado ataque fue Miguel Ángel Pérez, de Surtsey Films. En Fotogramas cuenta su experiencia con Once Upon a Time in Anatolia de Nuri Bilge Ceylan, un director que había estrenado regularmente en España tras el boom internacional de Uzak, aquella película de planos largos que compararon en su momento con Tarkovsky, pero que tiraba más hacia el costumbrismo y al exotismo. Así es Ceylan, para lo bueno y para lo malo. Yo esta última no la he visto, pero venía con un premio en Cannes y aún así ha tardado casi dos años en estrenarse en España. Y, según cuenta en el artículo, no fue por los altos precios de distribución, ni porque estuviesen esperando a condiciones de mercado favorables y todas esas mentiras que cuentan para estrenar con años de retraso a Van Sant (cuando no tenía a estrellitas en el reparto), Resnais, Rivette, Garrel... y eso hablando de lo que estrenan, claro. Resulta que la razón principal de este retraso es... ¡que nadie la había comprado! Como la crítica de Boyero había sido tan nefasta, nadie se había atrevido. Cabe preguntarse si porque consideran que el crítico estrella nunca se equivoca o porque piensan que su influencia es tal que determinará los comportamientos del público. No lo sé, habrá un poco de las dos cosas.

Aunque el artículo se refiere a cosas que yo he tratado en este blog, yo veo la argumentación de Pérez poco incisiva. No quiero decir cobarde, porque seguro que sus palos le habrán caído, pero está claro que podría ir un poco más lejos. Si no lo hace es por lo de siempre: te metes con Boyero y luego este no tarda en ponerse chulo y decir que está siendo perseguido por censores culturales, por izquierdistas y modernos, esa chusma. Supongo que por eso, Pérez escribe: «En el contexto de un festival como Cannes, una mala crítica de Boyero puede condenar una película para siempre o subir su precio como la espuma si esta es cojonuda (en el lenguaje llano de Boyero). Evidentemente, esto no es culpa del crítico, sino de los distribuidores que a veces somos algo cobardes». Hombre, ese evidentemente sobraba, en mi opinión, porque algo de culpa sí tendrá. Si el crítico con más influencia mediática del país se dedica por sistema a machacar al mismo tipo de películas, pues yo entiendo que a algunos distribuidores les entre el miedo. Que sí, serán cobardes también, pero a Boyero no le quitemos sus méritos. Miren la basura que soltaba por su boca a propósito de la película de Ceylan. Fíjense en la profesionalidad de ese «Un truño importante... y tal...» o «No me acuerdo de nada salvo de los bostezos que pegaba». Y ya no es que su opinión sea contraria a la mía (que puede que no, a mi la anterior de Ceylan no me gustó nada), sino ese lenguaje agresivo y grosero que utiliza siempre. Esa ostentación de la ignorancia tan propia de España y el franquismo.

También certifica Pérez algo que yo he apuntado, que cuando se estrena una película comercial de Hollywood oscarizable, todo son buenas palabras en El País. Pero cuando una película de cine de autor raro (por utilizar terminología boyeriana) tiene una buena crítica, siempre aparece Boyero o Hermoso (o algún otro) para darle la puntilla o para sembrar la duda en el espectador. Miren lo que escribe: «Ya sólo quedaba estrenarla y rezar para que Boyero no hablara de la peli: sabía que al resto de críticos los tendría incondicionalmente a nuestro lado. Finalmente, fue Jordi Costa el que hizo la crítica (buenísima, por cierto) para El País, aunque en la edición digital del periódico me encontré en destacado la opinión de Boyero: Érase una vez en Anatolia es un truño importante». Hombre, ese «al resto de los críticos los tendría incondicionalmente a nuestro lado» no lo dirá por la redacción de El País, donde lacayos de Boyero como Toni García Ramón o Borja Hermoso muchas veces se dedican también al trabajo sucio. Pero tuvo suerte y le tocó Jordi Costa, que sí, a veces no le dan blockbusters y como es un crítico respetuoso, hizo una buena crítica. Les recomiendo que miren este último link, para que se fijen en el comentario del lector, que no puede entender cómo en El País surgen dos opiniones tan dispares de una misma película en un mismo medio. Yo soy de la opinión de que los medios deben tener líneas de actuación, defender determinadas ideas y no ir a salto de mata según lo que piense cada redactor. Bueno, en El País no puedes decir cualquier cosa. Me gustaría ver si alguien puede decir que Apichatpong es el mejor director que hay y el que no piense así es un farsante, como ha hecho Boyero en el sentido inverso. Nunca lo verán, claro. Ni en El País ni en ningún medio.

En el fondo, pese a cierta rebeldía en las palabras de Miguel Ángel Pérez, nada de lo que dice pasa de anécdota y deja este tema como una simple curiosidad. Miren, por ejemplo, lo que dice al final: «Con los críticos hay que estar a las duras y las maduras. Cuando estrené 'Mil años de oración' (Wayne Wang, 2007) o 'Ciudad de Vida y Muerte' (Lu Chuan, 2009), estaba encantado con las críticas que nos hizo». Boyero te deja bien claro que si estrenas cine narrativamente convencional, te llevarás buenas críticas y estrenarás con viento a favor. Eso de «a las duras y a las maduras» no es algo al azar. Todos los productores saben perfectamente qué películas representan una cosa y cuáles representan la otra.

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Solo le falta el Goya...
Esta semana se anunció que Michael Haneke recibiría el premio Príncipe de Asturias de las Artes. El director que se hizo famoso por hacer cine contra la académico ha acabado convertido en momia de museo, paseándose por las alfombras rojas de Cannes, Hollywood y ahora Asturias, acompañando a toda la realeza y podredumbre social de este país. Haneke siempre ha sido un director algo punk, pues tanto hace declaraciones solemnes sobre el destino de Europa como se deja llevar por su vena sensacionalista. Un poco como estos premios, que dicen defender la cultura, la concordia y todo tipo de valores humanos, pero al final no son más que puros ejercicios de propaganda, que difícilmente sobrepasan nuestras fronteras. Puro consumo interno.

Además, se dice que el premio Príncipe de Asturias te lo dan si estás dispuesto a aparecer por la gala. Ya saben que en España la única ideología existente es la de la foto. Salir en la foto es lo importante. José Luis Garci, que forma parte del comité de selección (o formó en algún momento) comentó que en una ocasión estuvieron a punto de dárselo a Clint Eastwood, pero que al final fallaron a favor de otro, porque el director americano no aseguraba su presencia en la gala. ¡Maldito Clint Eastwood! ¡Antiespañol!

Así funcionan estos premios. En la España de los recortes. La España donde sólo se puede recortar en los salarios porque no hay otro sitio para recortar. No se puede recortar en la organización de Juegos Olímpicos. No se puede obligar a los clubes de fútbol a pagar sus deudas con Hacienda. Ni tampoco se pueden eliminar unos premios que no valen para nada. Como España es muy castiza, hay hasta premio Príncipe de Asturias del Deporte, donde siempre suele ganar un deportista español por eso del valor doble de la raza. Y porque estos premios solo interesan en España y hay que enganchar a la audiencia. También este populista premio deportivo se lo dan a alguno de fuera, como Javier Sotomayor, Carl Lewis y Lance Armstrong, todos ellos deportistas irreprochables y sin tacha alguna a lo largo de su carrera.

Volvemos a Haneke. Miren el acta del jurado porque explica muy bien la naturaleza de estos premios. Además de José Luis Cienfuegos, ex-director del festival de Gijón y actual responsable del de Sevilla, que está ahí por darle algo de brillo cultural al asunto (lean la anterior entrada), fíjense en el resto de los miembros del jurado. Todo un ejército de nombres compuestos donde están los Martínez de Irujo, los Luca de Tena, los Cervera y alguno más que me dejo por olvido o desconocimiento. Sólo faltan los Martínez-Bordiu. ¿Recuerdan el tópico derechista de que esos de la cultura viven de subvenciones para no trabajar? Aquí tienen a las familias grandes de España viviendo del cuento gracias a una fundación estatal. Esto sí que es vivir del cuento. Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo dándole un premio a Michael Haneke. Miren la entrada en la wikipedia de esta lacra social, porque después de leerla a ver quién tiene narices a decir algo malo de las subvenciones, de la miseria que le dan a un director de cine español para rodar al borde de la subsistencia una película.

¿Cuánto cuestan estos premios? ¿Qué empresa organiza todo el despliegue y cómo fue el concurso para conseguir la concesión? Estos premios existen por la misma razón que existe una candidatura olímpica, para poder seguir dando de comer a la clase privilegiada y explotando a la trabajadora.

Leyendo la justificación del premio, queda claro que se lo dan por sus dos últimas películas, las más solemnes y académicas de toda su filmografía. Solo espero que Haneke, al ver la decadencia española en la gala, se anime a hacer una tercera versión de Funny Games con unos Martínez de Irujo. Documental a poder ser. Atención a este párrafo: «Haneke  ilumina y disecciona con deslumbrante maestría aspectos sombríos de la existencia como la violencia, la opresión y la enfermedad, que afronta con extraordinaria sobriedad formal a la vez que abre espacios a la persistencia consoladora del amor, la confianza y el compromiso». Ya no es que se olviden de toda la obra de Haneke anterior a Das weiße Band, sino que encima no encima no parecen haber entendido nada. ¿Qué narices es eso de «la persistencia consoladora del amor, la confianza y el compromiso»? ¡Si Haneke hace precisamente lo contrario! Llevar su cine continuamente hacia situaciones límite donde el amor y el compromiso se demuestran puras construcciones artificiales para esconder la verdad. Quién sabe, quizás para Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo Amour es cine romántico de primer nivel. O quizás consideran Das weiße Band un manual de buena conducta ciudadana, porque vuelvan a leer los nombres del jurado: la mayoría de esas familias pasó por el franquismo como si fueran unas vacaciones en la playa.

Es imprescindible el video donde se recoge el comunicado del jurado. Fíjense que el mercenario que lee el texto (no sé cuál de los vividores del jurado es) habla de las «profundas raíces europeas» del trabajo del director, justo después de llamarle «Maikel» Haneke, y no en la pronunciación germana «Mijael». Seguramente, quitando Cienfuegos, nadie sabía quién era. Sin salir de la página de RTVE, pueden degustar el fino verbo de Carlos del Amor (otro que merecería un blog cinefóbico para él solo) en este video retrospectivo de Haneke. Este periodista aseguró que no puso un video de Killing them softly en su resumen de Cannes en el Telediario únicamente porque en los extractos de video del material de prensa no salía Brad Pitt. Hoy lo tienen ahí hablando de Haneke, de las miserias humanas y el valor cultural del cine. Pronto empieza el festival de Cannes, así que estaremos atento a lo que dice este señor.

Haneke también ha escrito un mensaje de agradecimiento: «Es una alegría y una satisfacción extraordinaria ser honrado con el premio más grande de una nación cultural tan importante como España». Lo de «nación cultural» no sé si es buena educación o pitorreo, que siendo Haneke puede que sea lo segundo. Qué desgracia que la cuenta parodia de Haneke en twitter se haya retirado tras los Oscar, porque esto hubiera merecido cobertura. O puede que ni se enteraran.

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Ha muerto Alfredo Landa, gran actor normalmente gastado en películas horribles donde perseguía suecas. Ahora como todo es posmoderno, siempre te encuentras con alguien que defiende esas películas como «radiografía de una época», «síntoma de los tiempos» o alguna palabra en inglés que suene muy técnica y culta. El intelectual Alberto Luchini ya se ha subido al carro, salvo en lo del inglés. Supongo que no da para tanto.

Mi homenaje favorito fue el siguiente:

Para el que no lo sepa, Carlos Marañón es el director de Cinemanía, esa revista mil veces recortada y reputeada para que las grandes momias del grupo Prisa puedan seguir cobrando sus sueldazos. Efectivamente, Carlos, Landista a muerte. Y más allá.

sábado, 4 de mayo de 2013

Por el honor de Haewon

Haewon, sola e indefensa ante la crítica española.
En la anterior entrada daba mi opinión sobre Nobody's Daughter Haewon, la gran película de Hong Sang-soo. No me di cuenta entonces de que la película se había pasado en el festival de Berlín, en sección oficial, por lo que nuestros sufridos cronistas de los diarios habían tenido que verla. O no, porque si uno repasa la cobertura de Boyero de Cannes 2013 descubrirá que entre las películas reseñadas falta precisamente In Another Country, sin que diera explicación alguna. Si nos guiamos por lo expresado por Oskar Belategui, puede que el continuo retraso del estreno se deba a que el distribuidor todavía está buscando la opinión del crítico estrella para saber si debe estrenarla o no.

Sea como fuere, de Nobody's Daughter Haewon parece que no pudo escaquearse y nos regala un pequeño, pero suculento párrafo sobre la misma. Empieza fuerte haciendo su interpretación de la política de programación de los festivales: «ya sé que este cine ha dejado de ser exótico, que todos los festivales se esfuerzan hasta el delirio por exhibir en su programación variadas muestras de la cinematografía coreana». Hombre, hasta el delirio yo creo que sólo se esfuerzan en traer películas americanas que a su vez traigan estrellas de Hollywood para que la prensa basura saque fotos de pasarela. Eso es menos criticable, pero poner una película coreana aquí y allá, eso siempre es sospechoso. Hombre, a mi el cine coreano no me gusta mucho. De hecho, salvo Hong Sang-soo y lo poco que he visto de Im Kwon-taek, la mayoría de directores me parecen mediocres, tanto los despachadores de thrillers llenos de discursos moralistas sobre el bien y el mal, como los que han superado lo genérico para irse a lo disparatado (Kim Ji-woon, Park Chan-wook, Im Sang-soo). Y sí, aparecen mucho en los festivales internacionales, pero se debe principalmente a la buena labor de promoción de cara al extranjero y porque su producción cinematográfica funciona bien, han creado su propio star-system y las películas funcionan bien en el mercado local. Lo que pide El País para España, aunque ya saben que el crítico estrella va por libre.

Luego Boyero ya se va a lo que más le gusta, que es demostrar su ignorancia y esa cinefilia de oídas y de construcciones fáciles muy característica suya: «Tiene un parecido alarmante con ese cine europeo protagonizado exhaustivamente por la palabra, en el que los personajes no paran ni un segundo de hablar de cosas sensibles y trascendentes». Supongo que con «ese cine europeo protagonizado exhaustivamente por la palabra» se refiere a Eric Rohmer. O quizás a La maman et la putain. Ambas son referencias para Hong Sang-soo, claro. Tampoco quiero valorar lo de Boyero porque precisamente a mi me encanta el cine donde la palabra tiene el máximo protagonismo. Creo que Hong utiliza las palabras casi como si fueran imágenes, les da forma, materialidad, y además del significado superficial del propio desarrollo del diálogo, hay otro más profundo que contrasta con las imágenes y con la manera de entonar las palabras. Algo complicado de describir, claro. A mi los que me decepcionan son los directores que tratan de revolucionar el cine con cada imagen. Pero dejémoslo que son gustos. Lo que no son gustos y opiniones es decir que «los personajes no paran ni un segundo de hablar de cosas sensibles y trascendentes», al menos al tratar el cine del director coreano. Porque por si algo destacan los diálogos de este cineasta es por ser aparentemente superfluos, llenos de situaciones embarazosas y en muchos casos, terriblemente perjudicados por el alcohol. No hay mucha sensibilidad, porque hay arrebatos de sinceridad inesperados donde quedan retratados como personas groseras y poco respetuosos. En el cine de Hong, los diálogos muestran una hipocresia social. Construcciones lingüísticas utilizadas para esconder la verdad. En Nobody's Daughter Haewon, la protagonista y su amante, que es también su profesor, se encuentran inesperadamente con otro grupo de alumnos y terminan bebiendo todos juntos en un bar. Parecen felices, pero cuando Haewon (la protagonista) va al baño (a vomitar), el resto de sus compañeros se ponen a hablar mal de ella. Hacia el final de la película, la misma Haewon habla con dos amigos de frivolidades, de lo que le gustaría hacer en el futuro, de que lo importante es ser feliz, etc... y de repente se quedan en silencio sin saber qué más decir, hasta que ella le pregunta a uno de sus acompañantes «¿qué tal tu depresión?» y acto seguido hay otro silencio incómodo donde se da cuenta de que quizás la pregunta ha sido inapropiada. Estos cambios de tono son habituales en su cine y creo que se encuentra muy alejado de esa supuesta pretensión de trascendencia que le atribuye Boyero. Pero en fin, es Boyero.

Termina su muy sesudo comentario con un claro «Salgo con dolor de cabeza ante tanta verborrea inútil». Supongo que el poeta no opina lo mismo de su volcánico No se marchitan mis flores del mal, donde seguro que no había ningún afán de sensibilidad ni trascendencia.

En cuanto a Luis Martínez, ese crítico que empezó entusiasta como crítico estrella de El Mundo cuando se fugó Boyero, pero que tras años aguantando ya se le va notando el cansancio y la decadencia (cosa normal viendo la línea editorial de su periódico), tampoco le gustó la película, aunque tiene la deferencia de dedicarle algo más de espacio. Hasta tres párrafos. El resto del texto es para Catherine Deneuve y su mito. El de Boyero estaba enfocado en River Phoenix. Es lo que les va.

A favor del crítico de El Mundo hay que decir que al menos intenta explicar el cine de Hong atendiendo más a la realidad, y no a la pura fantasía :«Su cine se ordena siempre debajo de una arquitectura compleja y estudiada del que surge una superficie perfectamente clara (de ahí lo de transparente) poblada por situaciones comunes, existencias ordinarias... la vida misma». Ya ven, todo lo contrario que Boyero. Aquí no hay diálogos fatigosos, sino transparencia. Ni tampoco trascendencia, sino situaciones comunes y ordinarias. Y por supuesto, la inevitable comparación: «por echar mano del tópico infeliz, Sangsoo es lo más parecido a Eric Rohmer que ha dado el cine después de Rohmer». En su defensa, decir que ya señala que es un tópico infeliz y supongo que vale como fórmula. Que en un texto de caracteres limitados, el lector lee Eric Rohmer y ya pilla la idea. Y encima no está dicho con sentido despectivo, como en el caso de Boyero (donde ni siquiera citaba a Eric Rohmer, quizás porque lo confunde con cualquier otro de esos aburridos). Sigue contradiciendo al crítico de El País con «Como siempre, en Sangsoo los espejos se reproducen como las conversaciones en un laberinto de autoengaño tan entretenido como iluminadamente vulgar». Ya ven que Boyero no ha entendido absolutamente nada.

Luego, para mi, Martínez falla en la valoración. Con lo preciso que ha sido todo lo anterior, le ha faltado un análisis más detallado de los propios valores del film. Porque todo lo dicho hasta el momento vale para el 90% del cine de Hong Sang-soo. Es cierto, también, que valorar en un festival es muy complicado, y por eso los que hemos sido cronistas nos quedamos en lo superficial o nos vamos a lo estructural. A decir de dónde vienen las películas y hacia dónde van. «Eso sí, cabe decir que no es su mejor película y alguno estaría tentado de decir que tras la maravilla de 'In another country', vista en Cannes, ésta más bien parece la obra de un imitador. Todo parece realizado con cierta desgana, como arrastrando los pies». Curiosamente, a mi la que me parece la obra de un imitador es In Another Country, donde la presencia de Isabelle Huppert y una estructura episódica más evidente, la convertían en una obra mucho más artificial de lo que suelen ser las películas del maestro coreano. Todo parecía demasiado preparado, demasiado bonito, hasta los diálogos eran algo acartonados. Que fuera prácticamente rodada en inglés seguramente era una barrera también. Sin embargo, en Nobody's Daughter Haewon recupera su verborrea imparable, pero también una idea del plano mucho más simple y clarividente. La noción del encuadre es ligera. Compleja si se analiza detenidamente, con varias posiciones, variando dentro de la misa escena, pero la clave está en que si uno la observa de manera superficial, parece que el director coreano lo hace todo sin querer, como si simplemente estuviese siguiendo la acción.

Pero si Martínez me parece un crítico decadente, ¿qué decir de Oti Rodríguez Marchante? En su caso, cada texto parece un paso más dentro de una larga agonía. Un intrascendente trayecto entre la nada y la nada. Yo creo que el propio Oti es consciente de lo innecesario de todo lo que escribe. Ya ni hay orgullo ni chulería como en el caso de Boyero. En el fondo, simpatizo con él, porque su conducta no es violenta, aunque a veces tenga algún arrebato. No dice mucho de Nobody's Daughter Haewon más allá de una leve descripción: «La película es un continuo e inacabable diálogo al que se van sumando nuevos personajes sin que ello cause la menor intriga o tensión» y, evidentemente, Eric Rohmer: «Todo el mundo señalaba esta película de Hongsoo como una franquicia de Éric Rohmer, aunque sin tanto eco, poso y complejidades». De esto último destacar ese todo el mundo, muy utilizado siempre por la crítica para dar autoridad a sus argumentos. También para escribir a la contra, del tipo «¡A todo el mundo le gusta Apichatpong y a mi no!», una idea muy recurrente (se tratará en el futuro) y que siembra la idea de que las películas de Apichatpong tienen millones de seguidores, cuando realmente las ven cuatro monos que, eso sí, las defienden (defendemos) con fuerza. Tanta fuerza (y convicción) que terminan pareciendo «todo el mundo».

Oti cierra con un clásico suyo: «Cuando se termina «Nobody's daughter Haewon» uno se queda exactamente igual que cuando empieza… Tal vez pasados unos días uno empiece a notar algún síntoma, pero no da esa sensación». Que es como decir: «es posible que no tenga razón, pero lo dudo», lo que deja lugar a la falibilidad del crítico y no convierte el texto en un simple mi opinión, como hace la mascota de El País.

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Pueden achacarme que no sea un hombre de palabra. Dije que compraría el Caimán y al final me eché atrás. Dije que no compraría Sofilm por su horrible portada... y bueno, al final lo hice. Como ya suponía, la revista tiene la estructura de una Fotogramas o una Cinemanía, con sus artículos llenos de anécdotas, sus listas de los mejores diálogos sobre tal y cual cosa, algún texto dedicado a tendencias paralelas de cine, viñetas, etc... A mi es un tipo de revista que no me interesa mucho, aunque en esa línea la veo mucho más digno que el resto de las que pueblan el mercado, ya que parece medianamente independiente, no como las otras, que parece que todo son promociones de películas taquilleras y entrevistas de diez minutos donde le hacen al protagonista tres preguntas genéricas que responde de manera mecánica. En el caso de Solfim, las entrevistas son largas y realizadas con conocimientos. Dos las realiza el crítico Emmanuel Burdeau, antiguo crítico estrella del Cahiers francés dirigido por Jean-Michel Frodon. Da un poco de pena verlo reducido a cazador de entrevistas, pero en fin, tanto la de Oliver Stone como la del creador de Breaking Bad no están mal, aunque sean personajes que a mi no me interesan. En general, todas se centran más en anécdotas y en el personaje creado que en su propio trabajo. En el fondo, es una revista que trata más de todo lo que rodea al cine que del cine en sí. Vean la última entrevista a Johnnie To. Es un director al que no se le han hecho muchas buenas entrevistas, que tiene una filmografía larga y misteriosa, pero realizada con una cierta coherencia pese a transcurrir dentro de la loca industria hongkonesa. Pero en lugar de hablar de eso, se dedican a tratar temas tan trascendentes como el vino europeo, la gastronomía, el clima, etc... Por cierto, esa fórmula de entrevista+comida también la tiene El País algún día de la semana. Se llevan a un famosete a comer a un sitio caro y exclusivo, donde hablan del destino del mundo, desde la pobreza en África hasta la prima de riesgo.

La parte más jugosa para los que nos interesa esto del cine es el cuaderno crítico, donde analizan una película, L'exercice de l'État, una serie, Girls, una película española underground como Mi loco Erasmus y el clásico de Jean Renoir Boudu sauvé des eaux. Con esta última mi amigo Fer Ganzo está poco elegante llamando cuqueras al director y acusándolo de antisemita, cuando no viene al caso. También creo que se equivoca en su crítica L'exercice de l'État en esa dicotomía que hace entre la vieja nobleza política y una nueva generación más popular y grosera. Bueno, pocos políticos hay más elitistas que Mariano Rajoy. Me gusta traer a colación siempre que puedo esos artículos que nuestro querido presidente escribió en su juventud, en los que defendía la desigualdad natural de las personas. Supongo que Fer se refiere a una nobleza que compartía unas formas nobles de actuación, pero para mi González y Pujol eran tan groseros y díscolos como Rajoy. Y menos elitistas.

Me decepciona un poco ver a Gonzalo de Lucas citando a Luis Enrique y Tassoti para defender una película. No sé si es que Mi loco Erasmus solo merece un tipo de defensa así, no lo sé. Gonzalo escribió alguno de los mejores textos de la antigua Cahiers España, entre ellos uno maravilloso sobre Jean-Luc Godard (creo que en el especial de Film Socialisme) y otro antológico sobre el Tríptico elemental de España de José Val del Omar, dos trabajos que forman parte, para mi, de lo mejor escrito nunca en prensa escrita en España. Después, Álvaro Arroba fusila Girls sin piedad. Es un texto gracioso, pero tampoco muy analítico. Divertido de leer en clave hater, pero ya saben que a mi los textos negativos no me interesan mucho. Las revistas, creo, sirven para defender películas, no para tumbarlas.

Por último, dentro del cuaderno crítico, hay dos traducciones de la edición francesa. Primero, un fantástico análisis del final descartado de Vertigo. No lo conocía (no soy muy de mirar extras de DVD), pero la escena parece magnífica y la manera de describirla de Bertrand Bonello me da más ganas todavía de verla. Y segundo, una lista donde te explican si eres o no fan de Leonardo Di Caprio, un artículo fotogramero que supongo que se les coló en la maquetación del cuaderno crítico.

En fin, que yo creo que es una buena revista para el ámbito en el que pretende moverse. Tiene rigor y dignidad y no es una colección de absurdas promociones de películas de Hollywood. Hay más cosas que me he dejado: una entrevista con Isabella Rossellini, otra con Alfonso Guerra (sobre cine), un especial de Will Ferrell... y la entrevista de portada con Mickey Rourke, quizás el contenido menos atractivo de toda la revista. No sé por qué ha merecido tal honor, quizás porque también ocupó ese espacio en el original francés. Pero bueno, si se compran la Fotogramas u otra del estilo, pueden cambiarse: le dará más horas de lectura y los contenidos están hechos con algo más de cuidado. Si buscan leer algo en la sintonía de lo que habían hecho antes críticos como Fer Ganzo, Álvaro Arroba y Gonzalo de Lucas y no son muy transigentes con ciertos guiños de mercado, pues quizás no sea lo que están buscando.

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Hablando de la Fotogramas...

Espero que esto no sea su concepto del «cine de autor». Vale sí, tanto Bigelow como Cronenberg son autores, y muy buenos (aunque sus últimas películas no me apasionen), pero fíjense cómo está construido el tuit: «El mejor cine de autor también está en @wuakitv». Para mi ese también es demoledor, porque da a entender que esos dos directores son una excepción ante un cine más comercial, cuando yo creo que esos dos directores y particularmente esas dos películas son abiertamente comerciales (lo que no quiere decir que no puedan ser complejas, claro) y el cine de autor al margen habría que buscarlo en otro sitio. Ese sitio al que Fotogramas se acerca muy de cuando en cuando, por no decir casi nunca. Cosa entendible si piensan que Zero Dark Thirty y Cosmopolis son ese cine de autor que también llega a las salas. ¡Para que luego no digan que todo son grandes producciones de Hollywood! No, no, por favor, en Fotogramas también hay sitio para el cine pequeño y que apenas capta la atención de los medios...

Bueno, es un tuit, supongo que estoy sacándolo de quicio. Pero se lo merecen.

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¿Qué sería de Arraianos sin el apoyo del ICAA?
Acabó el D'A de Barcelona y el premio de la crítica fue para Arraianos, esa película que parece un festival killer, porque moja allá donde va. Se lo merece, claro. Es una película hermosa y rigurosa, sin que estos dos conceptos entren en conflicto. Una película pequeña y humilde que ha crecido por méritos propios y a la que quizás los medios deberían dar una mayor consideración. En su texto resumen, Jorge Mauro de Pedro trata a la película vencedora como una mera anécdota. El artículo parece salido de un Yo Dona o alguna de esas revistas para mujeres. Termina con un «D’A forever bitches!». Pues vale.

En El Periódico no he encontrado una sola crónica del D'A, salvo un par de textos informativos al inicio del certamen y otra sobre la visita de Cristian Mungiu. No sé si es que no suben ese contenido a la web, pero en fin, me parece muy triste si no dan más información de un evento así. Supongo que para compensar suben esta entrevista a Clara Lago donde presume de haber aprendido catalán. También esta noticia cultural de primer orden (miren quien sale en la foto que acompaña) En el Diari Ara, que tiene pinta de ser el mejor periódico catalán (desgraciadamente su edición digital tiene muchos contenidos de pago), ofrece una escueta nota sobre las premiadas, aunque tiene la deferencia de incluir los motivos que dio el jurado para premiar Arraianos: «la seva habilitat per integrar en el relat cinematogràfic a una comunitat rural la memòria, tradició oral i formes de vida de la qual perviuen i dialoguen amb el present». ¡Bravo! El jurado estaba formado por Covadonga G. Lahera (Transit), Arnau Vilaró (Lumière) y Perè Alberó (profesor, crítico y cineasta, autor de un libro sobre Theo Angelopoulos). Conozco a los dos primeros (bueno, a Arnau no en persona), pero felicidades a los tres por su buen gusto.

La cobertura del D'A no ha sido muy amplia. Yo les recomiendo algo para la siguiente edición: que le den un premio a Javier Bardem. Entonces tendrán una página entera en El País. Claro que estará dedicada por entero a ese superhéroe español y no de las películas, pero la promoción la tendrán. Entre los medios independientes no ha habido mucho movimiento, quizás las crónicas sean a posteriori. De las que leo habitualmente, solo Mónica Jordan ha estado al pie del cañón en Transit. El tercer capítulo de su crónica es algo más desangelado, quizás porque las películas tampoco se prestan a mucho análisis (sí, aquí estoy siendo prejuicioso). Aunque tenía a jóvenes directores menos conocidos como Matías Piñeiro o Hammudi Al- Rahmoun Font (o eso dice en la introducción), el texto se centra en Michael Winterbottom, Michel Gondry y Sion Sono. El texto se llama Autorías licuadas y nombres propios. Lo de autorías licuadas le va bien a Winterbottom y a Gondry, aunque Mónica del segundo dice «con apenas unos fotogramas seamos capaces de reconocer su autoría incluso en The Green Hornet», lo cual me cuesta creer, aunque como hace un tiempo que no veo películas de Gondry, despues de La science des rêves ya no quise ver más. Por eso, como hace ya siete años, quizás Gondry sí que ha conseguido crear una autoría clara más allá de sus personajes saltarines y sus salidas de tono coloristas.

Claro que el concepto de autoría es complicado y puede hacer referencia a muchas cosas. Por ejemplo, cuando habla de Sion Sono la entiendo mejor. «En su estilo exagerado y operístico, en sus historias de personajes múltiples, en el uso de la música clásica y en una serie de actores ya en nómina fija, encontramos la apuesta autoral de Sono». Es algo que no tiene que ver con el camera-stylo que patentó Alexandre Astruc en Cahiers du Cinema, pero sí unos simbolos reconocibles que se repiten a lo largo de una filmografía. Yo creo que el estilo de Sono no es fuerte en cuanto a creador de imágenes, está muy influido por cosas totalmente diferentes, y eso le hace ser anárquico e irregular, pero sí que tiene unas constantes habituales. Es un debate interesante y complejo, puesto que esta idea de autoría choca con la desarrollada en las dos crónicas anteriores.

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Antaño, las columnas de opinión las escribían personalidades que se habían hecho un nombre a base de escribir. Gente reconocida por su talento. Hoy, antes de nada, tienes que ser famoso. Un nombre reconocible. Así lleva años David Trueba en El País escribiendo cosas como la que sigue: «explota el privilegio del cine y la ficción en general para obligar al espectador a masticar la vida con una boca ajena». El texto es la nada absoluta. Una defensa a medias de Jagten, la película de Thomas Vinterberg. La falta de criterio es alarmante. Sigue reconociendo a Vinterberg como el director Dogma. Dice alegremente que «ha abandonado el Dogma». Hombre, lo abandonó hace 15 años y desde entonces ha hecho unas cuántas películas y todas con poco que ver con el dichoso movimiento.

Pero en fin, a Trueba lo que le interesa no es hablar de cine, sino del histerismo social, de reprender a la sociedad por su mal comportamiento. Ya saben, yo en mi torre y los mortales, sucios y hambrientos, rencorosos y malvados, en la tierra. No cita a Fritz Lang, lo que le hubiera dado cierto regusto cinéfilo. Se prestaba una cita a M o a Fury. El último párrafo ya no sé si es una broma o realmente se cree lo que dice de la industria danesa de cine. Dicen que mi opinión sobre cómo se reparten los trabajos en la redacción de El País es fantasiosa, pero miren el comentario que hace Trueba sobre la industria danesa. Y él cobra por artículo, ¿eh?