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viernes, 13 de septiembre de 2013

Nuevo cine festivalero

Tiene pinta de hacer películas para chupar subvenciones
Viernes de estrenos, y otra semana más que ejemplifica mi teoría de la conspiración respecto a la política cultural de El País. Tampoco quiero decir que sea algo matemático, que siempre se culpa, pero también creo que nadie puede negar una cierta tendencia. Dentro del descuido generalizado que recibe el cine. Quiero decir, que si nos ponemos, hasta la película más comercial, hasta la más oscarizable, es banalizada e injustamente analizada por los críticos de este periódico en base a tópicos, lugares comunes, frases hechas, etc... Parte de la culpa de todo esto la tienen la falta de espacio y la precariedad laboral. Pero dentro de todo esto, el que se lleva la peor parte es el cine de autor. Creo que desde que se popularizaron ciertos directores que apelaban a tácticas comerciales agresivas para vender sus películas (Von Trier, Winterbottom, Haneke), todo el que no se presta a ese espectáculo es mirado como una curiosidad, un ovni o algo de lo que genuinamente hay que desconfiar. Si hace días El País hablaba de Nueva comedia española, parece que hoy viernes tocaba «nuevo cine festivalero».

Debido al éxito internacional de Arraianos en diversos festivales, tanto españoles como extranjeros, parece que la película consigue estrenarse de manera reducida en Madrid, Barcelona y A Coruña. Imagino que tarde o temprano llegará a otros sitios. Yo esperaba que, como en mi pueblo tenemos la semana que viene un pequeño certamen de cine de autor, también estuviese el film de Eloy Enciso, pero quizás era demasiado pronto (en Lugo nos hemos acostumbrado a que nos lleguen las películas con años de retraso). Estreno pequeño, pero aún así noticiable para diversos medios. No todos, porque muchos ya se han quitado la careta y pasan del cine como cultura, pero sí algunos. Entre ellos, El País, que sigue erre que erre, reseñando películas con críticos que no entienden ni papa, apelando a un pasado mejor, donde había un esfuerzo por comprender las películas y mostrárselas al lector/espectador. El encargado de hacer la crítica es Javier Ocaña, ese crítico conocido por sembrar siempre la semilla de la sospecha sobre todas aquellas películas que se apartan de los cánones comerciales, de lo normal. A favor o en contra, Ocaña siempre alerta al espectador de que hay que tener cuidado con estas películas raras, porque puede ser que el director sea realmente un timador, alguien dispuesto a llevarse nuestro dinero apelando al gran arte y al cine diferente. Hasta ahora, su punto álgido había sido su crítica de Aquí y allá de Antonio Méndez Esparza, donde Ocaña defendía que lo políticamente incorrecto para un crítico era defender una película de Hollywood que veían millones de espectadores antes que una difícil película de autor que no veía nadie. Decía eso en un medio vendido al más pueril neoliberalismo como El País, donde muchos artículos de sus secciones de Cultura y Tecnología no son más que telepromociones de grandes compañías. Ya ven el morro que tiene.

Hoy Ocaña se ha superado con su reseña de Arraianos, donde además de insistir en la misma idea de tratar al director como un impostor, dice cosas que son directamente falsas. Pero antes vamos a un análisis detallado. «Se abre la película y, en medio de un bosque, dos mujeres mayores miran lontananza. De cuando en cuando, casi sin mirarse, sueltan frases que parecen formar una conversación sobre las clases de árboles. De momento, el espectador no ha agarrado la metáfora, si es que la hay». Resalto en negrita el espectador, así, en tercera persona. ¿Ha hecho Ocaña una encuesta entre los espectadores que ya han visto la película? ¿Tiene algún método precognitivo para saber qué entiende y qué no el espectador? No, claro que no. Es el tópica habitual de los malos críticos. Cuando no entienden algo o no les gusta, siempre lo extrapolan a una mayoría. Ya saben, «la sala», «el público», «el espectador». No, Javier, eres tú quien no ha agarrado la metáfora, si es que la hay. No le eches la culpa al espectador, no te escondas tras él. Luego, sobre la manera de articular sus diálogos, dice: «Nadie, ni los más sabios del lugar, dice: “Tienes que acostumbrarte a ver el mundo sin complejidades, en bloques que no se desmigajan”. La impresión es que la charla está guionizada». De nuevo, habría qué preguntarse a qué sabios de qué lugares conoce Ocaña, pero no vamos a hilar tan fino. Vamos a aceptar que sea verdad lo que dice. Me sorprende, sin embargo, que un crítico tan perezoso y tan poco dado a poner detalles específicos en sus críticas, cite en esta ocasión una frase literal. Se agradece esta muestra de atención, una pena que ésta no sea la misma a la hora de leer los créditos, donde se especifica que Arraianos tiene su origen en una obra de teatro, O bosque, de Marinhas del Valle. Ni hacía falta que mirase los créditos, con molestarse en haber leído las anteriores entradas sobre Arraianos en el periódico para el que trabaja, hubiese bastado. Así que Ocaña, no es solo tu impresión, la charla está guionizada... ¡¡porque están trasladando un texto teatral!!  

«Frontera, he ahí la palabra clave de la película, a la que nunca se puede definir del todo como un documental, pero que nunca es una ficción, aunque haya fragmentos que parezcan escritos a priori». ¿En serio? ¿No diferencia las partes documentales de las teatrales? ¿Es posible? Yo creo que el cronista de El País se quedó dormido en el pase o directamente salió a fumarse un cigarrito a los diez minutos (tras apuntar la frase de marras). Le honra no sentirse orgulloso por abandonar la sala, como su compañero Boyero, pero es muy feo. Si alguien es incapaz de diferenciar una escena donde dos señoras recitan un texto con una clara entonación teatral y otra donde hombres realizan un trabajo agrícola diario, si realmente ve fronteras difusas, yo creo que esa persona no debería dedicarse a escribir sobre cine. O al menos no haciéndolo profesionalmente, puesto que se corre el peligro de que a algún lector se le contagie su reducida visión.

«Cliché, he ahí la otra palabra clave. Porque también en el último lustro se ha desarrollado una suerte de cine de autor que, tendiendo demasiadas veces hacia la autocomplacencia, acaba desinteresando emocionalmente». Y aquí la teoría de la conspiración. El perpetuo dedo apuntador, la mirada sospechosa hacia lo que es diferente, a lo que no se adapta a lo que entendemos por cine. Es gracioso que Ocaña hable siempre de autocomplacencia cuando él repite el mismo discurso sobre un montón de películas que no tienen nada que ver. ¿Cuál es ese cine de autor al que compara con Arraianos? ¿Se refiere al cine de planos largos y que no realizan una mirada directa y realista sobre aquello que filman? Podría admitirle que puede dar esa impresión. No lo comparto, pero tampoco espero que todo el mundo piense como yo. Me gustaría, eso sí, que si se apela a esta clase de argumentos, al menos se citara alguna película. Curiosamente, Ocaña es muy dado a la cita (no tanto como Jordi Costa, pero siempre suele hacer bastantes referencias). Veamos el caso de las otras dos películas españolas que reseña esta semana, La gran familia española y Afterparty. Sobre la primera: «Identificación, sorna, locura, costumbrismo. La tragicomedia de la vida. Todo unido en una reacción tan ilógica y maravillosa como tener un orgasmo vital gracias a un golpeo de balón». Aquí no hay ningún cliché, ya saben, la tragicomedia de la vida, o mejor aún «el relato de otro éxtasis entre la amistad y el amor a través del fútbol: “Illa, illa, illa, Juanito…”». Supongo que ese illa, illa, illa tendría que estudiarse en todas las facultades de periodismo que traten el tema de las nuevas formas de la crítica. Ya ven lo que hacen algunos por rellenar espacios. Pero vamos al tema de las citas. Para La gran familia española, Ocaña hace referencia a Juanito (sí, el futbolista), Siete novias para siete hermanos, el slapstick americano, El guateque, Wes Anderson, así como a dos trabajos anteriores del director, ¡Gol! y Azuloscurocasinegro. En cuanto a Afterparty, sorprende lo bien que Ocaña conoce el mundo en el que se mueve la película, tanto que dice que «el product placement es bestial» y «cameos de famosos (desde la secuencia inicial de Úrsula Corberó, al estilo Scream, hasta los apenas segundos de Pilar Rubio)». La película es machacada sin piedad, pero hay una diferencia abismal respecto a Arraianos, mientras en el slasher producido por Telecinco el crítico muestra perfectamente su conocimiento de este tipo de productos, en el caso de la película de Eloy Enciso no existe ni una sola referencia, solo palabras vagas que apelan a una suerte de cine de autor.

El gran problema de Arraianos es que no se sabe si sus protagonistas van con la roja o con Portugal
Y bueno, podemos soltar lo típico, que en un mundo posmoderno como este, donde nos invaden constantemente con publicidad agresiva, es normal que cualquiera conozca antes a Pilar Rubio o Úrsula Corberó (ya ven el nivel) que Le quattro volte de Michelangelo Frammartino o (niños, tapaos los ojos y los oídos) el cine de Jean-Marie Straub. Pero no sé, yo creo que el crítico de un periódico de cabecera como El País, debería apelar a algo más. Yo creo que ninguna de las dos cosas (ni Rubio y Corbero, ni Frammartino y Straub) son necesarias para hablar de ambas películas, pero puestos a ser exhaustivo y a citar, a poner en contexto las películas, habría que ser justos y hacerlo con todos. Porque se supone que lo que hacen en El País es un trabajo profesional, no un blog de opinión donde cada periodista dice lo primero que se le pasa por la cabeza. De todas formas, lo que se desprende al comparar las tres críticas de Ocaña es que él entiende perfectamente y comparte la visión del mundo de Sánchez Arévalo y desprecia todo lo que muestran y cómo lo muestran Afterparty y Arraianos. Ya sabéis, en La gran familia española todo es auténtico, genuino y sincero; en las otras dos, son simplemente imposturas para limpiar las carteras de sus espectadores potenciales. Evidentemente, Sánchez Arévalo, haciendo una película de bodas en el contexto del mundial de Sudáfrica y con todos los actores de moda del cine español, no estaba buscando ningún objetivo comercial. 

O mejor utilizar palabras de Ocaña: «De modo que, entre la pena y la risa, la ilusión y la fidelidad, La gran familia…, pese a sus dudas, acaba contagiando su espíritu popular: el de un gol que nos dejó con cara de no saber si reír o llorar.». Ya no voy a insistir en ese nos, porque el tópico de extrapolar un pensamiento individual a una mayoría ya lo he tratado anteriormente. Prefiero quedarme con eso de «espíritu popular». Otro tópico de la literatura sobre cine donde lo popular es aquello de raíces hollywoodienses, aquello que mueve masas. Lo popular es el fútbol, las bodas, las borracheras con amigos. Curiosamente el «espíritu popular» de Afterparty no contagia, a pesar de que sus espectadores potenciales suponen una mayoría bastante importante en este país. No contagia porque cada persona tiene su propia visión de lo que es popular, cada uno de nosotros lo relaciona con aquello que consideramos masivo. Personalmente, para mi, lo popular es aquello relacionado con la identidad de los pueblos, aquello que se traslada de una generación a otra, durante siglos. Aquello que permanece. Por eso, no creo que ni La gran familia española ni Afterparty sean cintas populares, son simple imposiciones culturales y cálculos de mercado. Yo el «espíritu popular» lo veo más en Arraianos, donde Eloy Enciso y su equipo se pasaron horas y horas filmando a sus protagonistas, viviendo con ellos, tratando de entenderlos. Personas cuyo conocimiento del torbellino mediático contemporáneo es relativo. El método de trabajar de Eloy Enciso me recuerda al de Pedro Costa o al de Jean-Marie Straub (salvando las distancias, claro, tampoco quiero poner esa carga sobre Eloy), donde el director se comporta más como un campesino, trabajando diariamente, arando la tierra con sus propias manos. Eso es cine popular. Trabajar bajo métodos industriales y apelando a formas de género es otra cosa, no mejor ni peor, por supuesto que no. Hay grandes películas comerciales realizadas dentro de la industria, pero para mi no representan ese «espíritu popular», o lo que yo entiendo por eso.

Sesudas señoras experimentales invaden la cartelera
Por todo lo dicho en el anterior párrafo, tampoco creo que sea justo decir que Arraianos sea cine experimental. Ya he dicho en varias ocasiones que el cine experimental propiamente dicho es algo que históricamente se refiere a una manera de trabajar la imagen y realizar películas. Y Arraianos nada tiene que ver con Maya Deren, ni con Stan Brakhage, ni con Peter Kubelka. Por eso creo que lo de experimental se utiliza muchas veces como un prejuicio, para dejarle claro al espectador que esa cinta es rara y que existe un peligro evidente de que no le guste. En lugar de confiar en los argumentos y en el espectador, el crítico prefiere utilizar la palabra mágica. Y a veces en críticas positivas. Por ejemplo, en La Razón, Sergi Sánchez titula Un experimento que perturba (por cierto, que en la ficha de la película se cambia de género al guionista -y crítico y programador- José Manuel Sande). En la crítica se enuncian los aspectos que menos le han gustado al crítico: «A veces parece que su hermetismo no fluye con espontaneidad de las imágenes sino de un libro de patrones; otras, el experimento logra perturbar y fascinar, lo que no es poco en nuestro quieto cine español». Es algo que puedo compartir relativamente, interpretando a qué se refiere con la primera parte. Creo que la sucesión de escenas teatrales con las documentales es un poco artificial y caprichosa y a veces tienes la sensación de que podría ser esa escena o cualquier otra. Es algo que me molesta mucho más en Le quattro volte (que directamente no me gusta) y a mi, personalmente, me hubiese interesado más un desarrollo más cerrado de la obra teatral en ese contexto.

Y para terminar, decir que este experimento, esta cosa rara, que se estrena en España para engañar a algún despistado, estuvo presente en festivales de Locarno, Hamburgo, Vancouver, Montral, Lisboa, Viena, Sevilla, Tarragona, Nueva York, Ciudad de Mexico, Montevideo, Buenos Aires, ganando premios en BAFICI, en el FICUNAM y en el Festival de Sevilla, así como en el reciente D'A de Barcelona. Pero ya saben que a El País, los festivales de cine solo les interesan de vez en cuando, con determinadas películas. ¿Se imaginan la que hubieran montado si La gran familia española hubiese obtenido todos esos premios? Entonces no hubiera sido una «película festivalera», sino que «los festivales avalan la calidad de la película».

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Si habéis sido responsables y solo habéis leído todo lo anterior para echaros unas risas, sin esperar información, ahora os recomiendo los artículos que a mi más me han interesado de Arraianos. Óscar Brox y Vanessa Agudo (la última enmarcada dentro de una exhaustiva crónica del D'A) escriben dos piezas para Detour. En A Cuarta Parede, página imprescindible para seguir la evolución del cine gallego (especialmente en su gran 2012 donde, además de Arraianos, se presentaron otras dos películas excepcionales: Fóra, de Xan Gómez Viñas y Pablo Cayuela; y Dous fragmentos / Eva, de Ángel Santos), un artículo de José Manuel(a) Sande que repasa su trabajo sobre el texto original. En Transit, una larga y minuciosa entrevista de Covadonga G. Lahera al director, que se suma a la ya enlazada días atrás de Jaime Pena en Caimán. En Acto de primavera (blog fundamental para seguir la actualidad del cine gallego -y del no gallego-), Xurxo González habla de una película en busca del tiempo.

Y en fin, mi recomendación personal. Lo mejor es que podáis verla en el cine, si sois de Madrid, Barcelona o A Coruña. Supongo que tarde o temprano irá a otras ciudades, lo podéis ir consultando en su página web (anuncian un futuro estreno en Lleida). En caso de que no podáis esperar, tenéis la opción de comprar el DVD o de verla en streaming en Filmin. A mi Arraianos me gusta tanto que a Eloy Enciso le perdono lo de Billy Wilder.

sábado, 4 de mayo de 2013

Por el honor de Haewon

Haewon, sola e indefensa ante la crítica española.
En la anterior entrada daba mi opinión sobre Nobody's Daughter Haewon, la gran película de Hong Sang-soo. No me di cuenta entonces de que la película se había pasado en el festival de Berlín, en sección oficial, por lo que nuestros sufridos cronistas de los diarios habían tenido que verla. O no, porque si uno repasa la cobertura de Boyero de Cannes 2013 descubrirá que entre las películas reseñadas falta precisamente In Another Country, sin que diera explicación alguna. Si nos guiamos por lo expresado por Oskar Belategui, puede que el continuo retraso del estreno se deba a que el distribuidor todavía está buscando la opinión del crítico estrella para saber si debe estrenarla o no.

Sea como fuere, de Nobody's Daughter Haewon parece que no pudo escaquearse y nos regala un pequeño, pero suculento párrafo sobre la misma. Empieza fuerte haciendo su interpretación de la política de programación de los festivales: «ya sé que este cine ha dejado de ser exótico, que todos los festivales se esfuerzan hasta el delirio por exhibir en su programación variadas muestras de la cinematografía coreana». Hombre, hasta el delirio yo creo que sólo se esfuerzan en traer películas americanas que a su vez traigan estrellas de Hollywood para que la prensa basura saque fotos de pasarela. Eso es menos criticable, pero poner una película coreana aquí y allá, eso siempre es sospechoso. Hombre, a mi el cine coreano no me gusta mucho. De hecho, salvo Hong Sang-soo y lo poco que he visto de Im Kwon-taek, la mayoría de directores me parecen mediocres, tanto los despachadores de thrillers llenos de discursos moralistas sobre el bien y el mal, como los que han superado lo genérico para irse a lo disparatado (Kim Ji-woon, Park Chan-wook, Im Sang-soo). Y sí, aparecen mucho en los festivales internacionales, pero se debe principalmente a la buena labor de promoción de cara al extranjero y porque su producción cinematográfica funciona bien, han creado su propio star-system y las películas funcionan bien en el mercado local. Lo que pide El País para España, aunque ya saben que el crítico estrella va por libre.

Luego Boyero ya se va a lo que más le gusta, que es demostrar su ignorancia y esa cinefilia de oídas y de construcciones fáciles muy característica suya: «Tiene un parecido alarmante con ese cine europeo protagonizado exhaustivamente por la palabra, en el que los personajes no paran ni un segundo de hablar de cosas sensibles y trascendentes». Supongo que con «ese cine europeo protagonizado exhaustivamente por la palabra» se refiere a Eric Rohmer. O quizás a La maman et la putain. Ambas son referencias para Hong Sang-soo, claro. Tampoco quiero valorar lo de Boyero porque precisamente a mi me encanta el cine donde la palabra tiene el máximo protagonismo. Creo que Hong utiliza las palabras casi como si fueran imágenes, les da forma, materialidad, y además del significado superficial del propio desarrollo del diálogo, hay otro más profundo que contrasta con las imágenes y con la manera de entonar las palabras. Algo complicado de describir, claro. A mi los que me decepcionan son los directores que tratan de revolucionar el cine con cada imagen. Pero dejémoslo que son gustos. Lo que no son gustos y opiniones es decir que «los personajes no paran ni un segundo de hablar de cosas sensibles y trascendentes», al menos al tratar el cine del director coreano. Porque por si algo destacan los diálogos de este cineasta es por ser aparentemente superfluos, llenos de situaciones embarazosas y en muchos casos, terriblemente perjudicados por el alcohol. No hay mucha sensibilidad, porque hay arrebatos de sinceridad inesperados donde quedan retratados como personas groseras y poco respetuosos. En el cine de Hong, los diálogos muestran una hipocresia social. Construcciones lingüísticas utilizadas para esconder la verdad. En Nobody's Daughter Haewon, la protagonista y su amante, que es también su profesor, se encuentran inesperadamente con otro grupo de alumnos y terminan bebiendo todos juntos en un bar. Parecen felices, pero cuando Haewon (la protagonista) va al baño (a vomitar), el resto de sus compañeros se ponen a hablar mal de ella. Hacia el final de la película, la misma Haewon habla con dos amigos de frivolidades, de lo que le gustaría hacer en el futuro, de que lo importante es ser feliz, etc... y de repente se quedan en silencio sin saber qué más decir, hasta que ella le pregunta a uno de sus acompañantes «¿qué tal tu depresión?» y acto seguido hay otro silencio incómodo donde se da cuenta de que quizás la pregunta ha sido inapropiada. Estos cambios de tono son habituales en su cine y creo que se encuentra muy alejado de esa supuesta pretensión de trascendencia que le atribuye Boyero. Pero en fin, es Boyero.

Termina su muy sesudo comentario con un claro «Salgo con dolor de cabeza ante tanta verborrea inútil». Supongo que el poeta no opina lo mismo de su volcánico No se marchitan mis flores del mal, donde seguro que no había ningún afán de sensibilidad ni trascendencia.

En cuanto a Luis Martínez, ese crítico que empezó entusiasta como crítico estrella de El Mundo cuando se fugó Boyero, pero que tras años aguantando ya se le va notando el cansancio y la decadencia (cosa normal viendo la línea editorial de su periódico), tampoco le gustó la película, aunque tiene la deferencia de dedicarle algo más de espacio. Hasta tres párrafos. El resto del texto es para Catherine Deneuve y su mito. El de Boyero estaba enfocado en River Phoenix. Es lo que les va.

A favor del crítico de El Mundo hay que decir que al menos intenta explicar el cine de Hong atendiendo más a la realidad, y no a la pura fantasía :«Su cine se ordena siempre debajo de una arquitectura compleja y estudiada del que surge una superficie perfectamente clara (de ahí lo de transparente) poblada por situaciones comunes, existencias ordinarias... la vida misma». Ya ven, todo lo contrario que Boyero. Aquí no hay diálogos fatigosos, sino transparencia. Ni tampoco trascendencia, sino situaciones comunes y ordinarias. Y por supuesto, la inevitable comparación: «por echar mano del tópico infeliz, Sangsoo es lo más parecido a Eric Rohmer que ha dado el cine después de Rohmer». En su defensa, decir que ya señala que es un tópico infeliz y supongo que vale como fórmula. Que en un texto de caracteres limitados, el lector lee Eric Rohmer y ya pilla la idea. Y encima no está dicho con sentido despectivo, como en el caso de Boyero (donde ni siquiera citaba a Eric Rohmer, quizás porque lo confunde con cualquier otro de esos aburridos). Sigue contradiciendo al crítico de El País con «Como siempre, en Sangsoo los espejos se reproducen como las conversaciones en un laberinto de autoengaño tan entretenido como iluminadamente vulgar». Ya ven que Boyero no ha entendido absolutamente nada.

Luego, para mi, Martínez falla en la valoración. Con lo preciso que ha sido todo lo anterior, le ha faltado un análisis más detallado de los propios valores del film. Porque todo lo dicho hasta el momento vale para el 90% del cine de Hong Sang-soo. Es cierto, también, que valorar en un festival es muy complicado, y por eso los que hemos sido cronistas nos quedamos en lo superficial o nos vamos a lo estructural. A decir de dónde vienen las películas y hacia dónde van. «Eso sí, cabe decir que no es su mejor película y alguno estaría tentado de decir que tras la maravilla de 'In another country', vista en Cannes, ésta más bien parece la obra de un imitador. Todo parece realizado con cierta desgana, como arrastrando los pies». Curiosamente, a mi la que me parece la obra de un imitador es In Another Country, donde la presencia de Isabelle Huppert y una estructura episódica más evidente, la convertían en una obra mucho más artificial de lo que suelen ser las películas del maestro coreano. Todo parecía demasiado preparado, demasiado bonito, hasta los diálogos eran algo acartonados. Que fuera prácticamente rodada en inglés seguramente era una barrera también. Sin embargo, en Nobody's Daughter Haewon recupera su verborrea imparable, pero también una idea del plano mucho más simple y clarividente. La noción del encuadre es ligera. Compleja si se analiza detenidamente, con varias posiciones, variando dentro de la misa escena, pero la clave está en que si uno la observa de manera superficial, parece que el director coreano lo hace todo sin querer, como si simplemente estuviese siguiendo la acción.

Pero si Martínez me parece un crítico decadente, ¿qué decir de Oti Rodríguez Marchante? En su caso, cada texto parece un paso más dentro de una larga agonía. Un intrascendente trayecto entre la nada y la nada. Yo creo que el propio Oti es consciente de lo innecesario de todo lo que escribe. Ya ni hay orgullo ni chulería como en el caso de Boyero. En el fondo, simpatizo con él, porque su conducta no es violenta, aunque a veces tenga algún arrebato. No dice mucho de Nobody's Daughter Haewon más allá de una leve descripción: «La película es un continuo e inacabable diálogo al que se van sumando nuevos personajes sin que ello cause la menor intriga o tensión» y, evidentemente, Eric Rohmer: «Todo el mundo señalaba esta película de Hongsoo como una franquicia de Éric Rohmer, aunque sin tanto eco, poso y complejidades». De esto último destacar ese todo el mundo, muy utilizado siempre por la crítica para dar autoridad a sus argumentos. También para escribir a la contra, del tipo «¡A todo el mundo le gusta Apichatpong y a mi no!», una idea muy recurrente (se tratará en el futuro) y que siembra la idea de que las películas de Apichatpong tienen millones de seguidores, cuando realmente las ven cuatro monos que, eso sí, las defienden (defendemos) con fuerza. Tanta fuerza (y convicción) que terminan pareciendo «todo el mundo».

Oti cierra con un clásico suyo: «Cuando se termina «Nobody's daughter Haewon» uno se queda exactamente igual que cuando empieza… Tal vez pasados unos días uno empiece a notar algún síntoma, pero no da esa sensación». Que es como decir: «es posible que no tenga razón, pero lo dudo», lo que deja lugar a la falibilidad del crítico y no convierte el texto en un simple mi opinión, como hace la mascota de El País.

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Pueden achacarme que no sea un hombre de palabra. Dije que compraría el Caimán y al final me eché atrás. Dije que no compraría Sofilm por su horrible portada... y bueno, al final lo hice. Como ya suponía, la revista tiene la estructura de una Fotogramas o una Cinemanía, con sus artículos llenos de anécdotas, sus listas de los mejores diálogos sobre tal y cual cosa, algún texto dedicado a tendencias paralelas de cine, viñetas, etc... A mi es un tipo de revista que no me interesa mucho, aunque en esa línea la veo mucho más digno que el resto de las que pueblan el mercado, ya que parece medianamente independiente, no como las otras, que parece que todo son promociones de películas taquilleras y entrevistas de diez minutos donde le hacen al protagonista tres preguntas genéricas que responde de manera mecánica. En el caso de Solfim, las entrevistas son largas y realizadas con conocimientos. Dos las realiza el crítico Emmanuel Burdeau, antiguo crítico estrella del Cahiers francés dirigido por Jean-Michel Frodon. Da un poco de pena verlo reducido a cazador de entrevistas, pero en fin, tanto la de Oliver Stone como la del creador de Breaking Bad no están mal, aunque sean personajes que a mi no me interesan. En general, todas se centran más en anécdotas y en el personaje creado que en su propio trabajo. En el fondo, es una revista que trata más de todo lo que rodea al cine que del cine en sí. Vean la última entrevista a Johnnie To. Es un director al que no se le han hecho muchas buenas entrevistas, que tiene una filmografía larga y misteriosa, pero realizada con una cierta coherencia pese a transcurrir dentro de la loca industria hongkonesa. Pero en lugar de hablar de eso, se dedican a tratar temas tan trascendentes como el vino europeo, la gastronomía, el clima, etc... Por cierto, esa fórmula de entrevista+comida también la tiene El País algún día de la semana. Se llevan a un famosete a comer a un sitio caro y exclusivo, donde hablan del destino del mundo, desde la pobreza en África hasta la prima de riesgo.

La parte más jugosa para los que nos interesa esto del cine es el cuaderno crítico, donde analizan una película, L'exercice de l'État, una serie, Girls, una película española underground como Mi loco Erasmus y el clásico de Jean Renoir Boudu sauvé des eaux. Con esta última mi amigo Fer Ganzo está poco elegante llamando cuqueras al director y acusándolo de antisemita, cuando no viene al caso. También creo que se equivoca en su crítica L'exercice de l'État en esa dicotomía que hace entre la vieja nobleza política y una nueva generación más popular y grosera. Bueno, pocos políticos hay más elitistas que Mariano Rajoy. Me gusta traer a colación siempre que puedo esos artículos que nuestro querido presidente escribió en su juventud, en los que defendía la desigualdad natural de las personas. Supongo que Fer se refiere a una nobleza que compartía unas formas nobles de actuación, pero para mi González y Pujol eran tan groseros y díscolos como Rajoy. Y menos elitistas.

Me decepciona un poco ver a Gonzalo de Lucas citando a Luis Enrique y Tassoti para defender una película. No sé si es que Mi loco Erasmus solo merece un tipo de defensa así, no lo sé. Gonzalo escribió alguno de los mejores textos de la antigua Cahiers España, entre ellos uno maravilloso sobre Jean-Luc Godard (creo que en el especial de Film Socialisme) y otro antológico sobre el Tríptico elemental de España de José Val del Omar, dos trabajos que forman parte, para mi, de lo mejor escrito nunca en prensa escrita en España. Después, Álvaro Arroba fusila Girls sin piedad. Es un texto gracioso, pero tampoco muy analítico. Divertido de leer en clave hater, pero ya saben que a mi los textos negativos no me interesan mucho. Las revistas, creo, sirven para defender películas, no para tumbarlas.

Por último, dentro del cuaderno crítico, hay dos traducciones de la edición francesa. Primero, un fantástico análisis del final descartado de Vertigo. No lo conocía (no soy muy de mirar extras de DVD), pero la escena parece magnífica y la manera de describirla de Bertrand Bonello me da más ganas todavía de verla. Y segundo, una lista donde te explican si eres o no fan de Leonardo Di Caprio, un artículo fotogramero que supongo que se les coló en la maquetación del cuaderno crítico.

En fin, que yo creo que es una buena revista para el ámbito en el que pretende moverse. Tiene rigor y dignidad y no es una colección de absurdas promociones de películas de Hollywood. Hay más cosas que me he dejado: una entrevista con Isabella Rossellini, otra con Alfonso Guerra (sobre cine), un especial de Will Ferrell... y la entrevista de portada con Mickey Rourke, quizás el contenido menos atractivo de toda la revista. No sé por qué ha merecido tal honor, quizás porque también ocupó ese espacio en el original francés. Pero bueno, si se compran la Fotogramas u otra del estilo, pueden cambiarse: le dará más horas de lectura y los contenidos están hechos con algo más de cuidado. Si buscan leer algo en la sintonía de lo que habían hecho antes críticos como Fer Ganzo, Álvaro Arroba y Gonzalo de Lucas y no son muy transigentes con ciertos guiños de mercado, pues quizás no sea lo que están buscando.

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Hablando de la Fotogramas...

Espero que esto no sea su concepto del «cine de autor». Vale sí, tanto Bigelow como Cronenberg son autores, y muy buenos (aunque sus últimas películas no me apasionen), pero fíjense cómo está construido el tuit: «El mejor cine de autor también está en @wuakitv». Para mi ese también es demoledor, porque da a entender que esos dos directores son una excepción ante un cine más comercial, cuando yo creo que esos dos directores y particularmente esas dos películas son abiertamente comerciales (lo que no quiere decir que no puedan ser complejas, claro) y el cine de autor al margen habría que buscarlo en otro sitio. Ese sitio al que Fotogramas se acerca muy de cuando en cuando, por no decir casi nunca. Cosa entendible si piensan que Zero Dark Thirty y Cosmopolis son ese cine de autor que también llega a las salas. ¡Para que luego no digan que todo son grandes producciones de Hollywood! No, no, por favor, en Fotogramas también hay sitio para el cine pequeño y que apenas capta la atención de los medios...

Bueno, es un tuit, supongo que estoy sacándolo de quicio. Pero se lo merecen.

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¿Qué sería de Arraianos sin el apoyo del ICAA?
Acabó el D'A de Barcelona y el premio de la crítica fue para Arraianos, esa película que parece un festival killer, porque moja allá donde va. Se lo merece, claro. Es una película hermosa y rigurosa, sin que estos dos conceptos entren en conflicto. Una película pequeña y humilde que ha crecido por méritos propios y a la que quizás los medios deberían dar una mayor consideración. En su texto resumen, Jorge Mauro de Pedro trata a la película vencedora como una mera anécdota. El artículo parece salido de un Yo Dona o alguna de esas revistas para mujeres. Termina con un «D’A forever bitches!». Pues vale.

En El Periódico no he encontrado una sola crónica del D'A, salvo un par de textos informativos al inicio del certamen y otra sobre la visita de Cristian Mungiu. No sé si es que no suben ese contenido a la web, pero en fin, me parece muy triste si no dan más información de un evento así. Supongo que para compensar suben esta entrevista a Clara Lago donde presume de haber aprendido catalán. También esta noticia cultural de primer orden (miren quien sale en la foto que acompaña) En el Diari Ara, que tiene pinta de ser el mejor periódico catalán (desgraciadamente su edición digital tiene muchos contenidos de pago), ofrece una escueta nota sobre las premiadas, aunque tiene la deferencia de incluir los motivos que dio el jurado para premiar Arraianos: «la seva habilitat per integrar en el relat cinematogràfic a una comunitat rural la memòria, tradició oral i formes de vida de la qual perviuen i dialoguen amb el present». ¡Bravo! El jurado estaba formado por Covadonga G. Lahera (Transit), Arnau Vilaró (Lumière) y Perè Alberó (profesor, crítico y cineasta, autor de un libro sobre Theo Angelopoulos). Conozco a los dos primeros (bueno, a Arnau no en persona), pero felicidades a los tres por su buen gusto.

La cobertura del D'A no ha sido muy amplia. Yo les recomiendo algo para la siguiente edición: que le den un premio a Javier Bardem. Entonces tendrán una página entera en El País. Claro que estará dedicada por entero a ese superhéroe español y no de las películas, pero la promoción la tendrán. Entre los medios independientes no ha habido mucho movimiento, quizás las crónicas sean a posteriori. De las que leo habitualmente, solo Mónica Jordan ha estado al pie del cañón en Transit. El tercer capítulo de su crónica es algo más desangelado, quizás porque las películas tampoco se prestan a mucho análisis (sí, aquí estoy siendo prejuicioso). Aunque tenía a jóvenes directores menos conocidos como Matías Piñeiro o Hammudi Al- Rahmoun Font (o eso dice en la introducción), el texto se centra en Michael Winterbottom, Michel Gondry y Sion Sono. El texto se llama Autorías licuadas y nombres propios. Lo de autorías licuadas le va bien a Winterbottom y a Gondry, aunque Mónica del segundo dice «con apenas unos fotogramas seamos capaces de reconocer su autoría incluso en The Green Hornet», lo cual me cuesta creer, aunque como hace un tiempo que no veo películas de Gondry, despues de La science des rêves ya no quise ver más. Por eso, como hace ya siete años, quizás Gondry sí que ha conseguido crear una autoría clara más allá de sus personajes saltarines y sus salidas de tono coloristas.

Claro que el concepto de autoría es complicado y puede hacer referencia a muchas cosas. Por ejemplo, cuando habla de Sion Sono la entiendo mejor. «En su estilo exagerado y operístico, en sus historias de personajes múltiples, en el uso de la música clásica y en una serie de actores ya en nómina fija, encontramos la apuesta autoral de Sono». Es algo que no tiene que ver con el camera-stylo que patentó Alexandre Astruc en Cahiers du Cinema, pero sí unos simbolos reconocibles que se repiten a lo largo de una filmografía. Yo creo que el estilo de Sono no es fuerte en cuanto a creador de imágenes, está muy influido por cosas totalmente diferentes, y eso le hace ser anárquico e irregular, pero sí que tiene unas constantes habituales. Es un debate interesante y complejo, puesto que esta idea de autoría choca con la desarrollada en las dos crónicas anteriores.

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Antaño, las columnas de opinión las escribían personalidades que se habían hecho un nombre a base de escribir. Gente reconocida por su talento. Hoy, antes de nada, tienes que ser famoso. Un nombre reconocible. Así lleva años David Trueba en El País escribiendo cosas como la que sigue: «explota el privilegio del cine y la ficción en general para obligar al espectador a masticar la vida con una boca ajena». El texto es la nada absoluta. Una defensa a medias de Jagten, la película de Thomas Vinterberg. La falta de criterio es alarmante. Sigue reconociendo a Vinterberg como el director Dogma. Dice alegremente que «ha abandonado el Dogma». Hombre, lo abandonó hace 15 años y desde entonces ha hecho unas cuántas películas y todas con poco que ver con el dichoso movimiento.

Pero en fin, a Trueba lo que le interesa no es hablar de cine, sino del histerismo social, de reprender a la sociedad por su mal comportamiento. Ya saben, yo en mi torre y los mortales, sucios y hambrientos, rencorosos y malvados, en la tierra. No cita a Fritz Lang, lo que le hubiera dado cierto regusto cinéfilo. Se prestaba una cita a M o a Fury. El último párrafo ya no sé si es una broma o realmente se cree lo que dice de la industria danesa de cine. Dicen que mi opinión sobre cómo se reparten los trabajos en la redacción de El País es fantasiosa, pero miren el comentario que hace Trueba sobre la industria danesa. Y él cobra por artículo, ¿eh?

jueves, 25 de abril de 2013

Cine enfermo

El cine del futuro
En esta época donde la crisis es una excusa para que diferentes gobiernos europeos cometan un genocidio cultural, el Partido Popular español tiene una ventaja respecto al resto de países. Y es que aquí el cine, como objeto cultural, ha sido tan maltratado, tanto en épocas de bonanza como en épocas de crisis, tanto con gobiernos de izquierdas como con gobiernos de derechas (con matices, no se crean la publicidad esa de que todos son iguales), que ya cuando nos quiten lo poco que hay, a casi nadie le importará. Incluso algunos lo celebrarán.

Yo hace poco decía con mala leche en twitter con que si cerraba la Filmoteca española no pasaba nada. Ese mes había ciclo de James Bond y de Star Wars, y algunas eran dobladas al castellano. Una Filmoteca que hace una programación así, cuando desaparece, ¿qué es lo que deja? Evidentemente, los programadores tendrán su parte de culpa, pero todo viene de unas instituciones que jamás se molestaron en que esta situación cambiase. Y siempre con el apoyo de sus medios de comunicación, dominados por amigos, que solo hablaban de películas de Hollywood, de la nostalgia por Marilyn, James Dean y todos esos mitos. En España ya queda poco que salvar.

No pasa lo mismo en Portugal. La cinemateca portuguesa cuenta con una gran fama internacional. Todos los años vienen especialistas de todo el mundo a presentar películas, las suyas y las de otros, pero también a buscar en su amplio archivo joyas todavía desconocidas de esa cinematografía inagotable que es la portuguesa. En la cinemateca, todos los años se descubren cineastas, autóctonos y foráneos, y en ocasiones sus ciclos viajan a otros centros de arte de todo el mundo.

Sin embargo, estos días, la cinemateca se muere. Los brutales recortes que ha tenido que hacer el país vecino para seguir en el selecto club del euro, han golpeado la buena funcionalidad del cine de los lusos. Hasta ahora, su sistema de subvenciones era un gran ejemplo y sirvió para que muchos cineastas llegasen a ocupar plazas importantes en los mejores certámenes internacionales.

El sistema del capitalismo para librarse de la cultura no es el asesinato frío y despiadado. Cortar por lo sano siempre puede crear mártires, dar lugar a manifestaciones de apoyo. La clave es el ahogamiento. Reducir cada vez más el gasto en cultura para que esta se vuelva totalmente precaria y desaparezca por sí sola. Es el sistema español y ahora está comenzando en Portugal.

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Relacionado con lo anterior de una manera indirecta (y sobre todo con la foto), la distribución de cine en celuloide a punto de llegar a su fin en EEUU. A mi la noticia me parece terrorífica. En España, gracias al atraso tecnológico general parece que todavía tardará un tiempo. Ya ven, pobres, pero con celuloide. Hace tiempo leía un artículo bastante triste en Cahiers du Cinéma España (o quizás era Caimán, ni idea) donde se defendía a capa y espada la digitalización de las salas, diciendo que las copias no se estropeaban nunca y eran más baratas de trasladar.

Yo no creo que sea la solución. Será el fin de los cines. Cuando los fabricantes de televisores nos empiecen a vender las pantallas 4k, ya nadie querrá ir al cine. Sí, les estamos dando un par de años más, manteniéndolos en su agonía, pero poco les quedará. Sin embargo, manteniendo el celuloide, habrá una diferencia fundamental entre lo que vemos en casa y lo que vemos en una sala de cine. Se pongan como se pongan, la experiencia no es la misma. El parpadeo de la luz, la porosidad de la imagen, no es igual. Y es algo que cambia por completo en la proyección. Una película rodada en digital y proyectada en 35 mm se ve mejor que una película rodada en 35 y proyectada en digital. El digital termina igualándolo todo, quitando a la materia sus propiedades.

Un cine cercano a mi domicilio ya se ha digitalizado. No tengo muy claro cómo funcionan las copias en DCP, pero digo yo que si son simples datos en un disco duro, ¿no se podrían incluir diferentes archivos de sonido y de subtítulos, y programar alguna sesión en versión original? Teniendo en cuenta que hay días en las que las salas están absolutamente vacias, ¿por qué no prueban? ¿Tienen miedo a que se descubra que el doblaje -fuente de ingresos para unos pocos privilegiados- sea una causa de la desafección de las salas de muchos espectadores? Venga, volvamos a las series: ¿cuánta gente ve los capítulos descargados de internet al momento que consigue unos subtítulos en castellano? ¿Cómo calcular esa audiencia?

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El cine rumano. Conocido internacionalmente por su buen gusto

Hoy empieza el Festival de Cinema d'Autor de Barcelona, más conocido como D'A. Ya les dije que la selección a mi me parece muy perezosa. Encima parece que el leitmotiv del festival es ese cine violento, hecho para joder al espectador y provocarle angustia y malestar. No en vano tienen una retrospectiva de cine rumano (cinematografía especialista en filmar a personas limpiándose el culo, o eso es lo que venden a los festivales) y promocionan este artículo de Gerard A. Cassadó llamado sintomáticamente Cinematografías enfermas, donde se incide en todas esas ideas. Películas desagradables llenas de alegorías políticas. El clásico épater le bourgeois, del que nunca nos libraremos mientras sigamos teniendo críticos con con ganas de jugar a ser sociólogos y psicoanalistas. A mi estos directores me parecen asesinos sociales, los peores moralistas. Cineastas griegos, rumanos, austriacos. Ojo con ellos.

Pese a mis opiniones sobre el festival, hay varias películas que merecen la pena. Tienen prácticamente un foco de João Pedro Rodrigues y João Rui Guerra da Mata. También presentan el estreno en España de Frances Ha de Noah Baumbach, un director quizás demasiado pagado de sí mismo, pero cuyas películas suelen tener cosas interesantes. El trailer me gusta mucho, pero allí ya se ven muchos de los posibles problemas de la película: esa tendencia hacia la caricatura y el esteticismo del blanco y negro, quizás mal utilizado. También es una pena ver a Greta Gerwig haciendo siempre el mismo papel.

En la sección Talents, dos películas que recuperan para el cine español el deseo de buscar un encuadre claro y abierto, un plano que tenga una fuerza y sentido por sí mismo. Que cada plano pueda ser una película por sí misma. Se trata de Arraianos, de Eloy Enciso, y Los ilusos, de Jonas Trueba. De la segunda habrán oído hablar mucho (en este mismo blog), pero la primera es mucho mejor. Una película de una belleza y un cuidado especial. Cada gesto, cada palabra es hermoso. Una búsqueda antropológica de los orígenes del lenguaje, de la propia identidad, en esa frontera entre Galicia y Portugal. Y por supuesto Vikingland, de Xurxo Chirro, pero imagino que esa, si son cinéfilos y gente de bien, ya la habrán visto.

Pero bueno, sobre todo traten de ver todas las películas que sepan muy bien que no podrán ver de otra manera. Hay muchas que yo no conozco. No se dejen guiar por las que más ruido hacen. Los festivales existen por justo lo contrario.

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Hoy no les he hablado nada de críticos que hacen mal su trabajo, así que cierro con una pequeña nota. Para no olvidarnos tampoco de ese festival andaluz con tanto arte que se celebra estos días. En el diario Málaga Hoy hablan de una película llamada premonitoriamente Indeleble, una coproducción entre Polonia y España, o algo así. El artículo no es del crítico oficial, Pablo Bujalance, sino de Simón Cano Le Tiec y dice esta burrada: «Resulta un homenaje de lo más completito a lo peor del cine de Michael Haneke y de Gus Van Sant, incluso podría decirse que presenta similitudes estéticas con Lars Von Trier». Yo creo que no ha podido juntar a tres directores más diferentes, salvo que se refiera a impostores intelectuales o algo así. El típico comentario boyeril de todos los farsantes contra mi. Luego se explaya explicando lo de Haneke: «escoge el odioso manierismo de Haneke a la hora de cebarse en secuencias que no representan nada, salvo pequeños detalles insustanciales y, por momentos, insultantes, por el mero de hecho de darle tiempo a la cinta a que se recree en ellos». Reconozco que no entiendo lo que quiere decir con manierismo atendiendo a lo que dice después. Luego describe, escandalizado, como el director filma de manera explícita una masturbación durante dos minutos. Y tras esto, cierra el texto con lo siguiente: «Ahí es donde está el Gus Van Sant de principios de carrera». Pues vale.

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Hablando del director de Paranoid Park, parece que se apunta a rodar la adaptación de Fifty Shades of Gray, el best-seller de las adolescentes sadomasoquistas. Ya había sonado para alguna secuela Twilight. En El Mundo les llega para montar esta noticia. Sí, el mismo periódico que no tenía espacio para decir nada de la película de Garrel. Luego dicen que la información cultural se guía por intereses de los propios redactores, casualidades, etc... Nada de eso, esto es oferta y demanda.

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¿A que no adivinan quién estará hoy de visita en Málaga? Pues ni más ni menos que el más ilustre espectador de Intereconomía. Sí, nuestro queridísimo y muy democrático príncipe Felipe acude a la ciudad para apoyar un proyecto para el fomento del uso del coche eléctrico, pero seguro que deja alguno de sus muy progresistas comentarios. Y quién sabe, quizás se haga una alfombra roja con su esposa florero.