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viernes, 31 de mayo de 2013

Periodismo, tierra de nadie

Tunear coches y bailar reggaeton, malo. Delinquir ebrio en Las Vegas, bueno
Día de estrenos y día de cinefobias. La semana pasada me alegraba de que El País no dedicase una entrada a Fast & Furious 6. No por la calidad de la película, sino porque creo que las páginas de cultura de un periódico se pueden dedicar a películas que las necesitan más que un blockbuster que tiene muchísima visibilidad e impacto mediático. Pero parece ser que me equivoqué al hacer esta valoración y lo que realmente pasa es que hay un prejuicio cultural por parte del periodismo de este país hacia esos ladrones de coches obsesionados por el tuning y el reggaeton. Ya lo vimos en el post de la semana pasada, donde Carlos Marañón y, sobre todo, Oskar Belategui, arremetían contra ella. Esta teoría se refuerza esta semana, donde otro blockbuster tan gigantesco como Fast & Furious 6 sí merece lugar en los diarios españoles. Se trata de The Hangover Part III, surgida del mismo modelo de negocio que la anterior, con hechos tan cuestionables como la anterior (tres amigos emborrachándose hasta la amnesia en Las Vegas), pero por alguna razón mucho más valorada. Bueno, mucho más valorada tampoco, porque Jordi Costa dice en El País: «Phillips ha hecho un trabajo correcto y eficaz, pero no tocado por la gracia» y también que un par de gags muy buenos «salvan una película innecesaria». Innecesaria salvo para el que decide de qué estrenos se habla cada semana en El País y qué espacio les corresponde, claro. También debe ser muy necesaria para El Mundo, porque es de la única película de estreno de la que hablan en ese reducto para la farándula y la polémica más banal en el que han convertido su sección de cultura. El texto de Luis Martínez no está mal, aunque tienes la sensación de que está continuamente tratando de justificar las malas opiniones que puedan surgir a propósito de la película. Cierra con una frase que se ajusta mucho a la línea editorial de El Mundo: «El buen gusto, en efecto, apesta».

La única película que se escapa al esquema de estrenos americanos y alguno español de vez en cuando que mueve nuestra taquilla es The Thieves, renombrada en España El gran golpe, película que arrasó en Corea, pero que aquí se estrena de manera discreta. También arrasó en Sitges, donde gustó a todo el mundo. Pero parece que esas cosas solo valen si la película es americana y se puede explotar en el sentido que les interesa a las multinacionales. Que una película destroce la taquilla en cualquier otra parte del mundo que no sea EEUU, no cuenta para nada, salvo fenómenos aislados como alguna comedia francesa. Corea, esa filmografía que conocemos de manera tan exhaustiva (según el periodista de El Cultural Juan Sardá), siempre estrena películas en España con nocturnidad. Y si no eres de Madrid o Barcelona casi será mejor que te olvides.

The Thieves es una película comercial y con poca chicha, pero bien realizada que podría haberse estrenado de manera más amplia si no existiera un prejuicio cultural hacia lo asiático. De hecho, las críticas en España no han sido malas, aunque hacen lo mismo de siempre con las películas que son de cinematografías raras: estar todo el rato comparándolas con su supuesto equivalente occidental. Esto tampoco es malo per se, el mismísimo Donald Richie lo hacía en su imprescindible libro sobre cine japonés. Pero si tienes quinientos caracteres, no los gastes en decir «se parece a...». Si la semana pasada ocurría esto con Hong Sang-soo, al que se le convertía en hijo directo de Rohmer o incluso de Woody Allen, a la película de Choi Dong-hoon le ha tocado ser descendiente de Ocean's Eleven. Javier Ocaña dice en El País que «no será difícil que la inmensa mayoría de las críticas hagan referencia a una comparación que no es cliché sino realidad». Me gusta el final, con esa afirmación tan rotunda para la que imagino que además de haber estudiado bien la película, se habrá informado convenientemente sobre las aspiraciones y motivaciones del director.

Esto último lo digo porque ayer en tuiter me llegaba redirigido por alguien el siguiente comentario:
Y efectivamente, si vamos a la entrevista de CineAsia, el director dice: «En realidad a mí me gustan más las películas de robos y crímenes que ya existían antes de Ocean’s Eleven, por ejemplo Rififi (Jules Dassin, 1955) o La Jungla de Asfalto (John Huston, 1950)». Lo cual, tampoco voy a ser quisquilloso, son las palabras de un director, que pueden estar muy lejos del resultado de la película. Yo no creo que se parezca a Ocean's Eleven, pero tampoco a The Asphalt Jungle. Simplemente, si los críticos españoles tuvieran una formación tan importante en cine asiático como la que tienen en cine americano (bueno, eso es irreal, pero algo más equilibrada), estas comparaciones no se harían tan a la ligera. Ahora con internet no creo que haya excusas. Si os descargáis series para verlas al minuto siguiente de ser emitidas, también podéis bajaros un par de películas asiáticas. Y que no me hablen de que las películas asiáticas no tienen el mismo interés mediático, ni que a la gente le interesan menos. Este tuit de CineAsia es muy revelador:
Por ejemplo, si nos guiáramos por este supuesto interés general que parece decidir de qué se habla y de qué no, ¿qué razones hay para hablar tan poco de The Thieves (exito sideral en Corea) y tanto de 360, la película de Fernando Meirelles que en su estreno americano no acumuló ni cien mil dólares? Pues que la segunda es norteamericana y tiene a actores famosos. La primera se estrena con cuatro copias, la segunda con cincuenta y nueve. Por lo tanto, no hay ningún tipo de lógica empresarial o comercial, simplemente censura ideológica e incluso racial. A España no le gusta lo coreano (pese a que somos conocedores exhaustivos de su filmografía), sino lo americano, parecen decirnos. Ya piensan ellos por nosotros.

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Con todo, la que parece ser la película más interesante de la semana es Terra de ninguém (Tierra de nadie en España), la película portuguesa de Salomé Lamas que con valentía ha estrenado Abordar Distribución. ¿Una película portuguesa? ¿Estrenándose comercialmente en España? Tiene trampa, no se crean, porque es un documental sobre un soldado mercenario que en uno de sus muchos trabajos estuvo a sueldo de los GAL, aquel invento de alguien del PSOE (todavía no está muy claro quien) para acabar con ETA de manera fácil y rápida. Vamos, que quizás sin esa temática no se hubieran atrevido a estrenarla, porque recibirían un silencio y desprecio absoluto por parte de los medios.

Ana Pastor, tras esto, se hubiese quitado el velo.
Curiosamente, El Mundo, que cada poco tiempo agita el cadáver de los GAL para seguir colgándose medallas, no habla de la película (aunque todavía no han actualizado El Cultural de la semana, quizás allí sea el tema principal). Yo creo que Pedro Jota no se ha enterado. O a lo mejor está molesto porque no le hayan contratado como guionista. O como protagonista, vaya usted a saber. En El País sí que le dedican espacio, hasta dos textos. Por un lado, Juanjo Abad realiza un artículo periodístico muy responsable y acertado, recogiendo declaraciones del protagonista y de la cineasta, y hablando de la forma en la que se construye la película; y por otro, Javier Ocaña realiza una de sus habituales críticas mamporreras donde no hace más que atacar la película. Yo no la he visto, pero ojo a lo que dice Ocaña: «Sin embargo, los documentales suponen un largo camino que exige una búsqueda constante, y ahí la también portuguesa Lamas fracasa. La forma de ensamblar sus manifestaciones, quizá auspiciada por una equivocada concepción de la austeridad, no es más que un escondrijo para enmascarar su pereza, no ya como cineasta, sino como periodista, escondiendo en un enigma lo que solo exigía investigación». Tras leer esto, yo tengo la sensación de que lo que quería el crítico era algo así como una de esas entrevistas de Ana Pastor donde se dedica a atosigar al entrevistado, interrumpiéndole y negándole la palabra, realizando juicios de valor. Vean si no el sensacionalismo que mueve a Ocaña: «aunque haya que quedarse con momentos desaprovechados, como el que, tras una pregunta inquietante y un gesto fuera del objetivo de un miembro del equipo, Figueiredo, condenado en Francia por atentado del bar Batzoki, le espeta: “A mí no me mires con esa cara que te retuerzo el pescuezo”». ¿Qué quería el crítico de El País? ¿Que el protagonista se liase a puñetazos con el equipo técnico.

Hay gente que me llama loco o demasiado exigente con las críticas que hago. No debo ser el único, porque en los comentarios de la crítica de Ocaña, un lector piensa lo mismo que yo. Y nos recomienda otro comentario acerca del film mucho más responsable. Les recomiendo que lean este último y decidan a partir de él si merece la pena ver la película.

Si no quieren leer tanto, un comentario algo más corto, pero también muy descriptivo de lo que van a ver, escrita por Manuel J. Lombardo en su blog.

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Jonas Trueba actualiza su interesante blog de El Mundo (para ser en este periódico podría decirse incluso que es heroico) con una entrada titulada Política y cinefilia, donde parte de la entrevista que le hicieron a Alfonso Guerra en la revista Sofilm. Es muy interesante el análisis que hace, donde iguala la deriva política a la deriva cinéfila. Así, Guerra en su juventud conocía a todos los grandes autores europeos y las películas más vanguardistas (bueno, quizás las más vanguardistas no, pero sí películas alejadas por completo de los circuitos comerciales), sin embargo, sobre el cine actual habla de películas norteamericanas (aunque sea para mal). Es algo muy común en la cinefilia de este país. Todo el mundo sabe quienes son Bergman, Fellini, Antonioni o Tarkovsky (bueno, de oídas), pero pocos saben si existen equivalentes similares hoy en día. El empobrecimiento de la taquilla y la irresponsabilidad de los críticos creo que es la clave. En el fondo, Guerra, cuando se declara viscontiniano ya lo explica todo. El director que comenzó filmando a los pescadores sicilianos y terminó haciendo wagnerianas producciones sobre la decadencia de la aristocracia. Como el PSOE.

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En la anterior entrada decía que Oskar Belategui era un tuitero habitualmente mesurado y analítico, pero parece que fue una apreciación bastante superficial y equivocada por mi parte. El responsable del twitter oficial de la revista Cinema ad hoc tuvo la amabilidad de sacarme de mi error, citándome algunos tuits que reproduzco a continuación.
 Esto daría para un cinefobias para él solo. Pero para analizar el primer tuit, váyanse al suelto dedicado a Terra de ninguém de Salomé Lamas. Se resumiría así «Comprad el puto periódico para leer la crítica de Javier Ocaña si no quereis que solo existan blogueros que trabajan en pijama desde casa de sus padres y escriben críticas como las de Cine Maldito». ¿Es eso? Para comprar el puto periódico, primero ese periódico tiene que ofrecer información interesante, y no solo telepromociones y ataques a la excepción cultural. Puede que Belategui se refiera solo a algunos periódicos, pero entonces debería especificar. Yo creo que muchos periodistas de los periódicos piensan que por su cara bonita ya merecen todas las alabanzas del mundo. Y eso de que la culpa es del comprador, no es muy buena campaña para vender tu producto. El último que hizo eso fue Julio Fernández, presidente de Filmax, productora que está como está. Seguramente la piratería tendrá culpa, pero acusar a los espectadores potenciales de piratear no es una buena manera de sobrevivir.

El lector y comentarista habitual de este blog, Roberto Morato, también me pone sobre aviso del patinazo de Belategui, que puso a parir Fast & Furious 6 y a sus espectadores, a los que llamó chonis y canis, pero hacia Combustión de Calparsoro tuvo otro tipo de comportamiento:
Aquí mis críticos tienen la oportunidad para despellejarme. Yo habitualmente critico que se defienda el cine americano frente a los demás, y aquí Belategui hace al revés. Bueno, puede ser, aunque ya hemos visto que Fast & Furious es un caso especial, no sé por qué. Quizás es el prejuicio cultural del que hablaba, quizás es que la distribuidora no cuida tan bien a los medios como otras. Mientras que en el cine español, todos los críticos tienen sus amigos. No me parece mal que defienda Combustión, pero hombre, que luego no se cague en Fast & Furious. Eso sí, si Combustión fuese coreana, los críticos se pelearían por ser los primeros en decir que es la Fast & Furious coreana (y ponerla a parir). Pero es española, y la cosa cambia.

Siguiendo con el tema Belategui, mención aparte merece esta serie de tuits donde el periodista vasco llama descarga ilegal... ¡a una descarga que es legal! Es decir, identifica el medio (el protocolo torrent) como algo ilegal, cuando realmente es una herramienta totalmente ilegal en la que a veces (la mayoría de las veces, no nos vamos a engañar) se ofrece contenido ilegal. Pero aquí está el problema de muchos críticos, que criminalizan abiertamente supuestos que no son tan evidentes. Bueno, en este caso es evidente que es legal. Incluso, muchas veces, algún periodista acusa a los productores y responsables de cine de adaptarse poco a los nuevos medios. En el caso de El cosmonauta parece que se han pasado de vueltas utilizando el malvado torrent, que se han adaptado demasiado. Quizás no sea tan grave lo de Belategui (aunque unido a todo lo anterior debería preocuparse), pero creo que habría que tener más cuidado con la expresión «ilegal».

Yo no tenía pensado ver El cosmonauta, pero mira, ahora que veo que cuentan los torrents como si fuesen espectadores, me la voy a bajar por torrent. Y espero verla, aunque luego muchas veces pasa lo de siempre, que descargamos mil películas y después solo vemos una décima parte. Esto no es culpa de los vicios de las descargas, también me pasa con las películas en DVD (¿alguien se vio entero el pack integral de Alexander Kluge?) y para mi vergüenza les diré que en una ocasión compré una película en Filmin... ¡¡y al final no la vi!! Pero bueno, confío en ver El cosmonauta (otra cosa es que me guste o no), pero bravo por la iniciativa y por no criminalizar el torrent. En The Pirate Bay se puede encontrar.

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Llegó el día en que un crítico se acercó a mi blog para acusarme de matón y de malvado. Pueden leer sus comentarios en esta entrada. No es una de las grandes estrellas, pero sus argumentos son valorados de la misma manera, claro. Aquí no hay criterios de autoridad, y tanto vale el último bloguero como el periodista mejor pagado. Bueno, no nos pasemos, vale más el último bloguero, que el periodista (de cine) mejor pagado debe ser Boyero y nadie merece ser comparado con él. Yo a veces puedo soltar un pequeño insulto pero jamás denigraría a nadie comparándolo con el crítico estrella.

Eso sí, Emilio Doménech me acusa de cosas que yo no he dicho y mezcla unas cosas con otras para atacarme. Conviene leerse bien las entradas antes de decir en twitter que quiere bajarse los humos. También dice en su twitter que en algunas cosas tengo razón (aunque no especifica cuáles), pero que me desacredita mi lenguaje. Bueno, insisto en que este es un blog de humor con comentarios agresivos, no creo que sea peor que lo que se dice en un Caiga quien caiga o en El intermedio, aunque esos programas parece que están bien porque atacan a la derecha, pero yo como critico al corporativista gremio del periodismo, soy un diablo.

De todas formas, hay buenos amigos que también me dicen que a veces me paso de frenada y que no les gustan algunas cosas que digo, por ser muy agresivas. Así que para que nadie se parapete en mis supuestas malas formas para obviar los comentarios que hago, voy a intentar reducir el nivel de agresividad, aunque con margen para la retranca, claro.

martes, 28 de mayo de 2013

Cartelera enriquecida (con uranio y kryptonita)

Ya saben que lo que más les gusta a los medios de comunicación españoles es colgarse medallas. El mejor ejemplo es la prensa deportiva. Marca y el resto de periódicos hacen mil exclusivas diciendo que el Madrid y el Barcelona ficharán a decenas de jugadores. Si al final contratan a uno, siempre dirán aquello de "como adelantó...". Pero igual de frustrante es ver cómo los diarios y revistas se consideran adalides de una causa por una información que apareció en la esquina de la última página. En las revistas de cine comercial, el cine de autor y el cine español ocupan un espacio reducidísimo, salvo casos muy excepcionales. Si eres Lars Von Trier y haces una película porno con Charlotte Gainsbourg, pues seguramente tengas espacio. Si haces una película sobre dos lesbianas con cuerpo de supermodelos, pues también. Si haces una película de cruising con homosexuales gordos entrados en años, pues a lo mejor ya no. Todo es una táctica de mercado.

Pero al final, contra el dinero nada puede hacer, ni Von Trier, ni Haneke, ni Tarantino ni ninguno de esos autores que se pueden exprimir comercialmente. Cuando salió lo del cierre de Alta Films, en seguida comenzaron a proliferar artículos sobre lo triste de la situación, sobre lo empobrecida que quedaría nuestra cartelera y sobre el apocalipsis que se acercaba. Eso dura lo que dura. Es decir, poco o nada. Como Cannes, que durante dos semanas hablamos de cine de autor, pero en cuanto termina ya volvemos a lo que interesa. Vean, vean:

¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡No, son dos revistas con la misma portada!
Las dos revistas más vendidas de nuestro país arrodillándose ante el amo y señor americano. Fíjense en el titular de Fotogramas, poniendo «la exclusiva más completa». No sé exactamente a qué se refieren (ni pienso averiguarlo), pero en principio por lo señalado en portada no parece que tengan más que su revista rival. Ya cuando dicen que su exclusiva es «la más completa» dan a entender que hay otras menos completas. En ese caso, no sería una exclusiva. Cinemanía por su parte, para mostrarse más fiel, le dedica toda su portada al nuevo Superman. Bueno, no manipulemos. Cinemanía defiende la diversidad y las diferentes formas de ver el cine, por eso en la parte de arriba dedica espacio a Danny Boyle, Sexo en Nueva York, Will Smith y «el truco de Hollywood», sea lo que sea esto último. Por su parte, Fotogramas en la portada también habla de Boyle, de Monsters University, del Rat Pack de Frank Sinatra, de Zach Galifianakis (por The Hangover 3) y remata con 36 Súper (rimando con el tema de la portada) hits contra el calor.

¿Cartelera empobrecida? ¿Dónde? La culpa no es suya, ¿eh? Las revistas hablan de lo que se estrena. Bueno, este mes estrenan películas Olivier Assayas, Margarethe von Trotta, Xavier Dolan o Richard Linklater. Pero, ¿qué más da? Si eso no le interesa a nadie. Y si les interesa ya tienen dentro de la revista una crítica de quinientos caracteres y un artículo resumiendo el argumento. El simil con los periódicos deportivos no es banal. Los periodistas hablan continuamente que España se ha convertido en una liga de dos equipos, y que el resto no tiene nada que hacer. Pero cuando abres un periódico o escuchas un programa de radio, lo único que hacen es hablar de esos dos equipos. Hablan antes y durante más tiempo de los calzoncillos de Cristiano Ronaldo que de los partidos de otros equipos españoles. Y ya no me meto en otros deportes. ¿Les suena

Quizás por el parecido entre la prensa cinematográfica y la futbolística (más que deportiva), la cuenta de twitter del máximo responsable de Cinemanía se llama @futbolycine, como ejemplo perfecto de lo bien que casan los dos métodos. Recientemente, Carlos Marañón nos regalaba este magnífico tuit:
Y se queda tan ancho. ¿De quién es la culpa de esto? Suya no, claro. El mundo es injusto y nada podemos hacer nosotros para cambiarlo. Pero este tuit no podía pasar inadvertido y pronto un tuitero llamado @cronos_26 fue a buscar las cosquillas. La discusión completa es un auténtico delirio, con todo un director de un medio de PRISA dirigiéndose de manera barriobajera a un usuario anónimo. Bueno, anónimo no, ya que pone su nombre y apellido. Ya le gustaría a Carlos que no fuera así para poder rasgarse la camisa y lamentar que twitter se utilice para que algunos violentos parapetándose en el anonimato se dediquen a cuestionar el trabajo de los periodistas. El principal argumento de los que no tienen razón, así que imagino que aquí @futbolycine alguna verdad diría.

Como bien señala Nacho Sanz (@cronos_26) cuando se estrenó The Avengers, Avatar o Ironman 3, este periodista independiente no solo no dijo nada, sino que seguramente sacó la bandera del cine y cantó por la esperanza. Fast & Furious 6 como da para insultar y denigrar a una parte de la población por sus gustos, pues al ataque. A por ellos y que no quede ni uno. Pero si realmente han ido a ver esta película seis de cada diez espectadores, a ver quién es el guapo que se atreve a decir que la mayoría de los que han ido no son los mismos que fueron a Ironman 3.

El habitualmente mesurado y analítico Oskar Belategui también le dio por hacer balconing de siete pisos con el siguiente tuit, muy en la línea del de @futbolycine:
No sé hasta qué punto está dicho con algo de humor, imagino que algo algo tiene. Pero en fin, es enormemente desafortunado. Primero porque el éxito de Fast & Furious 6 no es un fenómeno local, sino que está arrasando a nivel mundial. Como arrasó Ironman 3 y arrasará todos los años algún blockbuster invasivo. ¿Por qué? Porque la estrategia de Hollywood es estrenar cada vez en más salas no solo para hacer más taquilla, sino para impedir la competencia. Si ellos ocupan más espacio, no quedará lugar para Assayas, Von Trotta, Dolan y tantos otros directores que no hacen un cine de autor complejo y hermético, sino abierto a cualquier tipo de público.

Por eso, todos estos análisis sociológicos de Fast & Furious 6 me parecen una basura, porque se quedan en la superficie. Le sirven a los críticos para pontificar en contra de la juventud, pero no en contra del problema, que es el modelo de negocio. Evidentemente, @futbolycine no se va a quejar de eso, porque si lo hiciera recibiría una llamadita del jefe que a ver qué es eso de atacar al negocio. El problema no es que los blockbusters se pasen de una semana a otra la cartera del espectador. El problema es que unos cantantes de reggaeton metidos a actores se ponen a conducir coches a toda velocidad y esos son valores malos para nuestra juventud. A mi eso me suena a cuando Solid Snake se tomaba tranquilizantes en el videojuego Metal Gear Solid y algún idiota decía que eso incitaba a los niños a drogarse. También pasó con los comics y casi con cualquier manifestación cultural que tiene su mercado entre el público adolescente.

A mi la saga Fast & Furious siempre me ha gustado mucho. Y eso que no me gusta el tuning ni el reggaeton. Creo que más allá de eso hay una idea cinematográfica interesante. Una idea dinámica y cierta belleza de ver esos coches desplazándose a toda velocidad por la carretera, de ver el metal abollándose. Y por encima de todo: su vocación intrascendente e incluso cómica. La mayoría de blockbusters actuales, pese a estar hechos con el principal objetivo de sacarle el dinero al espectador, se dan grandes ínfulas para hablar del destino del mundo y de los males de la sociedad. A mi esas cosas me provocan arcadas. Por eso me divierte el tono jocoso y juguetón del último Ironman (aunque en el fondo podía ser infinitamente mejor) o la estupidez bakala de la saga de Vin Diesel y Paul Walker.

Si el mercado se comportase como la portada de Cinemanía, ¿qué porcentaje de espectadores iría a ver Man of Steel? Cuando el cine de Hollywood ocupa la práctica totalidad de las pantallas y, gracias al colaboracionismo de los medios, de la información respecto a cine, ¿cómo no se van a dar este tipo de situaciones? Ahora es el 60%, pero dentro de unos años ese porcentaje irá a más. ¿Cambiarán su política informativa Fotogramas y Cinemanía en favor de la diversidad cultural? Que cada uno trate de responder a esa pregunta sin reírse.

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En la revista Cinema ad hoc aparece un texto interesante y lleno de declaraciones sobre el caso Alta Films. Habla del problema de las compras de las televisiones, especialmente la disparatada política de TVE. Pero también deja entrever otro problema grave, y es que el director gerente de Alta Films, Enrique González Kuhn, hijo de Macho, considera que Los chicos del coro es una película para minorías. Muchas veces el modelo de negocio de Alta ha funcionado así, con ese estilo de películas. Y eso no es exactamente ser un distribuidor independiente, sino recoger lo que no compran las majors.

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Terminó el festival de Cannes con la esperada victoria de La vie d'Adèle, que para su estreno en España recuperará el título del cómic en el que se basa, El azul es un color cálido. Bonito título, pero en fin, si Kechiche le puso el otro, por algo será. Y no creo que sea tan difícil de traducir. Como siempre en España vamos al son de lo que manda el amo americano (allí se llamará Blue is the warmest colour). El resto de los premios como siempre no parecen tener mucha lógica (¿Jia Zhang-ke mejor guión?) más allá de que las películas favoritas del jurado aparezcan en el festival. Ha sido una edición que ha generado muchos consensos entre los críticos. Para ponerse a temblar.

Les vuelvo a recomendar las crónicas de Lumière, donde pudimos contar con los escritos de Daniel Kasman, editor de MUBI. Un gran trabajo coronado con una fantástica entrevista a Lav Díaz, el legendario director filipino que presentó en Un Certain Regard su última película. También muy interesantes las crónicas de Carles Matamoros para Transit, aunque quizás saben a poco, por cantidad y por duración (aunque sabiendo las complicaciones que tuvo el cronista, se puede comprender). Por último, el compañero Sergi Fabregat Mata entrega unas notas muy heterodoxas sobre el certamen. A priori no comparto esos acercamientos hacia las películas (a lo mejor cambio de opinión cuando las vea), pero creo que es una mirada diferente y que merecen la pena para contrastar convicciones. Luego hay más crónicas de mayor o menor interés, pero estas merecen mi reconocimiento por su dedicación y compromiso con el cine más allá de intereses comerciales y/o empresariales.

domingo, 28 de abril de 2013

Ombliguismo(s)

Mucho ombligo... y mucho morro.
Este blog fue creado como reacción frente a la penosa cobertura que recibió Un été brûlant, la primera película que se estrenaba en España de uno de mis directores favoritos, Philippe Garrel. Esta noticia, que yo creo importante, por eso de que un director con más de cuarenta años de carrera cinematográfica estrenase por fin una película en España, que además suponía el (supuesto) canto del cisne de la distribuidora Alta Films, fue recibida con desdén por la mayoría de medios de este país. El trato que reciben en general las películas que no se pliegan a su visión mercantilista del cine.

Como yo no suelo leer todos los medios, e intento mantenerme alejado todo lo posible de El Mundo, un amigo de Facebook me avisó de un olvido imperdonable: un blog de Metrópoli sobre cine. Este suplemento fue uno de los muchos inventos del periodista de los tirantes y las piscinas ilegales por dar una imagen «urbana, moderna y desenfadada» a su diario carca y neocon. El resultado no funcionó, porque este medio tiene los lectores que se merece, y ya con El Cultural cumplía la cuota de excentricidades para gente muy valiente que sigue comprando El Mundo teniendo al mismo tiempo un interés en algo más que el morbo y el sensacionalismo. Después, el innovador Pedro Jota tuvo la gran idea de fusionar Metrópoli con La luna, un suplemento de tendencias, naciendo un aborto increíble que creo que ya no existe. No lo sé, porque no compro El Mundo, pero en internet tienen dos webs distintas. Así que lo más probable es que ya no se imprima. Quién sabe, quizás el próximo invento de Pedro Jota sea fusionar El Cultural con Yo Dona y que lo dirija su esposa, esa mujer de gran conciencia social.

Bueno, si fueron al primer enlace, habrán descubierto que el blog lo escribe Alberto Luchini, redactor jefe de Metrópoli. Crítico malísimo e irresponsable, pero con muchos amigos. Del pelaje de Arconada y esta gente. Fíjense lo que dice en la descripción de su blog: «hay vida más allá de torrentes y avatares, queremos reivindicar los grandes clásicos, las cinematografías exóticas y desconocidas, las películas pequeñas que no llegan a los circuitos comerciales, esas joyitas que pasan casi inadvertidas por la cartelera...». Joder, con esta descripción es lógico emocionarse y pensar que podemos estar ante un blog único en los medios generalistas españoles. Compárenlo con la introducción del blog de Oti: «Cualquier cosa que le pase a usted hoy, tenga por seguro que ya le ha pasado a Bogart, a Cary Grant, a Marilyn Monroe y a Rintintín… Algunas ideas para que el día funcione a veinticuatro imágenes por segundo». Pero claro, luego empezamos a leer y se descubre que la cosa no era tan así.

Luchini tiene una buena oportunidad de demostrar sus intenciones en la última entrada, dedicada a Un été brûlant y Ayer no termina nunca. ¿Pero saben cómo se titula? Ombliguismos. Ya ven, entran en un blog que dice defender el cine pequeño, el cine diferente, el cine que no tiene las mismas oportunidades en esos medios voraces de noticias y cotilleos y ¡zas!, hostiazo al canto a dos películas que perfectamente se ciñen a esa descripción. Vamos a pasar de todo lo que dice de Isabel Coixet (aunque tiene tela, léanlo si tienen tiempo libre), a la que ya le he hecho mucha publicidad, y nos concentramos en Garrel.

Para empezar, escribe: «el francés Philippe Garrel da con "Un verano ardiente" toda la razón a los distribuidores españoles, que hasta ahora no se habían atrevido a estrenar ninguna película suya». ¡Bravo! Yo a esto le llamo defender «las películas pequeñas que no llegan a los circuitos comerciales, esas joyitas que pasan casi inadvertidas por la cartelera...» con convicción. Para que luego digan que los críticos no influyen en las decisiones de los distribuidores. No sé si lo hacen realmente, pero desde luego los periodistas lo intentan con todos sus medios. Luego lloran cuando cierra Alta Films, pero esta es la realidad: dejarle bien claro al distribuidor y al posible espectador que estas películas no deberían ni estrenarse. Que no es cosa de opiniones, de que a mi no me guste. Que no las estrenen.

Sigue el delirio: «El principio de la película es aterrador: un tipo junto a un coche y, a continuación, un plano fijo de medio minuto de la exuberante Monica Bellucci desnuda sobre una cama». He subrayado la palabra aterrador porque por más vueltas que le he dado y por muchas situaciones en las que me pusiera, he sido incapaz de comprender cómo una mente enferma podría considerar aterrador ver a Monica Bellucci desnuda durante medio minuto. No sé, quizás alguna feminista radical contra la explotación de la imagen femenina, pero creo que el plano de Bellucci no es pornográfico, ni siquiera erótico. Es un desnudo muy natural, donde prima la belleza de la luz y la elección del encuadre. El propio Luchini le da vueltas al asunto y dice «todavía no consigo entender qué pinta en la película»

Aún queda lo mejor: «A partir de ahí, una sucesión de planos en los que Garrel intenta demostrar que es un genio (y va a ser que no), trufada de reflexiones políticas, existenciales, religiosas y sentimentales con la que el director pretende que compartarmos su rico mundo interior». Me hace gracia que se refiera a «planos» y no a situaciones, escenas o algo así. Ya ven que la descripción es pormenorizada y el intento por comprender «las películas pequeñas que no llegan a los circuitos comerciales, esas joyitas que pasan casi inadvertidas por la cartelera...» es profundo y lleno de matices. Yo no sé si Garrel pretende que compartarmos (sic) su rico mundo interior, pero al menos sí mostrarlo de una forma honesta y clara. El comentario de Luchini no es ni una cosa ni la otra, y simplemente pretende partir de su autoridad como crítico de cine para decirle a la gente que no vaya a ver estas películas.

La anterior entrada del blog es otro delirio importante. Está dedicada a Promised Land de Gus Van Sant, otro film muy protagonista en cinefobia(s). La supuesta comercialidad y simplicidad de esta última obra del director norteamericano hacen que Luchini saque su lado cinéfilo hardcore. Ojo a lo que dice: «Un filme aparentemente comprometido disfrazado de fábula pero, en realidad, una colección de tópicos pseudobuenrollistas destinada al gran público y cuyo único objetivo es hacer caja, aprovechándose del tirón de su protagonista y escritor, Matt Damon». Yo después de esto pensé «vaya psicópata Luchini». No hay quien entienda a este hombre. 

Crítico cinematográfico y gastronómico. Lo mismo para El Mundo
Pero lo mejor de esta entrada no es ese hostiazo que le mete a la película, sino el estudio que hace de la carrera de Gus Van Sant (GVS). Ya sabrán que el tópico extendido entre la crítica cinematográfica es que hay dos Van Sant: uno comercial y adaptado al sistema, y otro radical y experimental. Yo no creo que esto sea cierto. Más bien GVS es uno de muchos directores que desde el cine independiente fueron entrando poco a poco en el sistema hasta hacer cine oscarizable (lo que no es malo de por sí), con la diferencia de que el director de Portland se tomó un hiato de una década para hacer unas películas totalmente alejadas del sistema, a las que no tiene pinta de regresar. Pero bueno, aceptemos esa dicotomía, porque atención a lo que dice Luchini. Primero alaba a Drugstore Cowboy, que dice que confirmó a GVS como «como uno de los cineastas más revolucionarios de su generación». Hombre, yo creo que esa película, que me gusta mucho, no deja de ser una de las cumbres del cine indie, con todo lo bueno y malo que tiene el concepto. Me explico: es una película con una clara linealidad narrativa y con un discurso centrado en algún tipo de minoría o inadaptados sociales a los que el cine independiente les prestaba atención. De ahí a decir que es revolucionaria, pues me parece demasiado. Lo mejor está por llegar: «Luego fueron llegando más películas, algunas más conseguidas que otras, que incidían en un discuso tan personal y radical como innovador». Y hombre, tras Drugstore Cowboy aún quedaban años para lo que se llamó la trilogía de la muerte. Luchini opina distinto: «Entre ellas destacan "My Own Private Idaho" (1991), o cómo trasladar el universo shakespeariano al submundo del lumpen y la prostitución masculina homosexual; "Todo por un sueño" (1995), una crítica acerva de la telebasura y la obsesión por la fama que resultó ser una adelantada a su tiempo; y "Elephant" (2003), estremecedora reconstrucción de la matanza de Columbine, reconocida con la Palma de Oro del Festival de Cannes». Vamos, que para este crítico (por llamarlo de alguna manera) las películas radicales de Van Sant son... ¡¡¡My Own Private Idaho y To Die For!! Primero, no sé qué lleva a Luchini a escribir algunos títulos en castellano y otros en el original inglés. Pero, lo más importante, ¡¡qué nos está contando este hombre!! Yo no sé en qué mundo vive si To Die For le parece una película radical e innovadora. Quizás es por eso que los críticos ven una película de Kiarostami y no aguantan ni cinco minutos. Para experimentos ya les llegan los thrillers con Nicole Kidman. Por supuesto, ni Gerry, ni Last Days, ni Paranoid Park existen. ¿Qué es lo que hace Luchini? Pues conociendo únicamente el cine de GVS de manera parcial (lo que no es un problema) trata de meter con calzador una idea que ha sacado de otra parte a su experiencia con el director. Penoso. Y luego habla de ombliguismo. El suyo el primero, incapaz de ver más allá de lo que él conoce. Ya saben que los críticos se quieren mucho a sí mismos, que nadie puede contradecirlos. Aquí tenemos un ejemplo llevado al extremo. ¡El radical Van Sant haciendo To Die For!

En esa pasión que mueve a Luchini por defender «las películas pequeñas que no llegan a los circuitos comerciales, esas joyitas que pasan casi inadvertidas por la cartelera», le dedica una entrada llena de alabanzas a Notting Hill. En el último párrafo le da tiempo a despotricar contra To the Wonder: «No me extenderé sobre lo insoportablemente tedioso que resulta el último delirio megalómano de Terrence Malick». Ya saben, no todo son torrentes y avatares, que también hay que defender nottinghilles y poner a caldo el cine pequeño, el falso, eh...

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El crítico más ombliguista de este país, el imprescindible Carlos Boyero, escribe su homilía semanal dedicada a los tarados que todavía le hacen caso. Uno de esos textos que no tratan sobre cine, sino sobre la existencia misma, donde el opinador pretende mostrarse como el hombre más progresista y duro sobre la tierra, algo que ya he intentado demostrar que no es del todo cierto.

En esta ocasión, atiza al insoportable Carlos Soriano, uno de los muchos matones del PP. Gente despreciable que tiene el gobierno para hacer de escudo de Mariano Rajoy, soltando consignas ultras para fanatizar a la audiencia, que sus seguidores los sigan con mayor fervor y sus detractores les lancen más piedras. A mi me hace más gracia Alfonso Alonso, el portavoz en el congreso, un auténtico cabeza rapada, tan burro que a veces le manda hostiazos ¿involuntarios? a Mariano Rajoy. El texto de Boyero, si no lo escribiera un hipócrita como él y si no tuviera ese lenguaje pomposo y totalmente falso, pues quizás tendría un pase, porque este Floriano es todo un personaje.

Pero lo mejor es el final. Ya expresé muchas veces que Boyero al final solo habla de sí mismo, porque es una persona tan ignorante que no sabe de nada. Muchos de sus textos dan para análisis profundos de una psique tan enferma. Este no es la excepción. Miren cómo termina: «Y el tal Floriano no tendrá que rendir cuentas ante nadie por su barbaridad, por agredir de forma tan cruel al sentido común, por su obsceno convencimiento de que sus oyentes son idiotas». Cambien Floriano por Boyero y oyentes por lectores... et voilà.

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Siempre comprometido... bueno, no siempre...
Ayer traté el tema de Bardem y esa inexplicable pasión de El País hacia él. Lo tienen como un producto exportable, imagino que a cambio de futuras exclusivas y esas cosas. Llegaron a poner en el portal de su sección de cultura la exclusiva del nacimiento de su hijo. Cosas así. Muy curioso ha sido también el tratamiento del caso Bardemcilla. Para los que no sepan que es esto, les explico que la Bardemcilla era un bar que el clan familiar tenía en Madrid y que parece ser que controlaba Mónica Bardem, la única de la familia que no se ha dedicado al mundo del espectáculo (lo intentó, no lo duden), sino a aprovechar el nombre para otro tipo de negocios. Parece que en la hostelería no tuvo suerte, porque la Barcemcilla cerró y aplicó sin ningún miramiento un ERE bajo las tan humanas y consideradas reglas de esa bendita reforma laboral que el PP hizo para salvar a España.

Pero miren el tratamiento del tema en El País, ese periódico que dice ser progresista, de izquierdas, de estar siempre con las víctimas, entre otras muchas mentiras. La primera noticia que publicaron sobre el tema fue esta. Lean el titular. La noticia no es que once trabajadores se van a la calle. Tampoco que la familia Bardem despide a trabajadores. No, la noticia es que «Los Bardem explican los motivos del cierre de ‘La Bardemcilla’». Ahí, El País, con el poderoso, el fuerte, el famoso. La noticia es terrible. Viene sin firmar, pura línea editorial del periódico y sólo ofrece el punto de vista del dueño. El País del lado del empresario, como es desde hace mucho tiempo, aunque lo quisieran tapar. Hace un par de semanas aparece otra noticia en el diario. En esta ocasión, sacada de la agencia EFE, donde señalan el acuerdo triunfal de la familia Bardem, que indemnizan a sus trabajadores por encima de lo que marca la ley. Y punto.

¿Qué interés tiene El País en la familia Bardem? ¿A qué se debe esa protección y promoción casi fanática hacia la figura de Javier Bardem? No sé si es que son accionistas o algo del periódico, pero me parece una situación escandalosa. Vuelvan a leer la primera noticia del caso Bardemcilla. Y vayan al archivo de El País, porque no hay una noticia anterior, no hay declaración alguna de los damnificados. Bueno, para periódico los damnificados es la propia familia Bardem, difamada injustamente, cuando realmente son unos augustos progresistas.

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En este blog yo defiendo que muchas películas interesantes no se estrenan debido a que los distribuidores tienen miedo de las críticas terribles que escriben los medios. Antes ya han visto como el infame Luchini amenazaba a los compradores por estrenar cosas como Un été brûlant. Y es una constante en la crítica. Si estrenas una película diferente, los críticos te destrozan y los espectadores tienen miedo de ir al cine. Fracaso asegurado.

Hay gente en twitter que me dice que esto no es así. Esto es una impresión que tengo yo, claro. Mi opinión. Y yo no soy nadie, sólo un cinéfilo. Pero miren lo que opina alguien que de este negocio sabe bastante más que yo, y que además es periodista, así que algo conocerá porque se mueve en ese mundo: 

Habrá que buscar esas declaraciones de Fotogramas...

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Por relajar un nivel de cabreo, vamos a hablar del que posiblemente sea el mejor blog de cine de la red. Se llama Kino Slang y lo lleva Andy Rector. Está en inglés, pero es una maravilla en cuanto a contenidos y estilo. Acaba de actualizarse con una serie de declaraciones de Jacques Tati. Imprescindible.

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Gracias a las estadísticas del blog, he visto que me han llegado los dos últimos días bastante visitas del focoforo, un foro privado al que no se puede entrar salvo por invitación. Gracias por las visitas. Me dicen que me caen unos palos buenos aunque yo no lo puedo comprobar ni defenderme de primera mano. Aquí tienen abiertos los comentarios si me quieren decir algo.

Si leen todas mis entradas, siempre señalo que esta es mi opinión, que se puede estar de acuerdo o no. Es un blog de opinión, sin intereses económicos. Apenas tiene trascendencia. Me hace gracia que una opinión que se escape de la norma genere siempre tantos odios, mientras que el discurso oficialista continúa a paso firme, pisoteando a todos los que no piensan igual. Yo creo que toda opinión que trate de atacar al pensamiento único está bien. Creo que pongo los suficientes links y desarrollo mis opiniones lo suficiente para que, al menos, lo que diga no parezca caprichoso. Yo, por supuesto, acepto y respeto los que piensan de manera contraria. Lo que no respeto es la hipocresía, la corrupción y la manipulación interesada de los grandes medios. Y se puede comprobar de que, además de mis opiniones, siempre que puedo pongo a disposición otro tipo de opiniones contrarias a la mia que considero valiosas y dignas de mención.