viernes, 28 de junio de 2013

Tuiterías

Si en los 90 hubiese existido twitter, adiós trilogía
Ayer tuve una conversación muy interesante en twitter con dos amigos, Nicolás Ruiz, director de Cineuá, y con la cuenta oficial de Cinema ad hoc, que creo que la lleva su director Martín Cuesta, pero como no estoy seguro, lo dejo así, en la duda.

La conversación nació a partir de unos tuits mios en los que me quejaba de que muchos medios daban mucho espacio a determinadas películas simplemente por intereses comerciales, aún a pesar de que estas no le gustaran, en detrimento de otras que sí les parecían valiosas. El mejor ejemplo es El País, que en el estreno de The Man of Steel de Zack Snyder le dedicaba tres artículos, pese a una crítica negativa de Jordi Costa, mientras que una película que sí ponía muy bien, como Laurence Anyways se quedaba con un único y pequeño texto, donde apenas se enumeraban sus méritos. Esto lo han arreglado varios días después con una entrevista a Xavier Dolan, pero la diferencia de trato está ahí para quien quiera comprobarlo.

Lo que yo decía es que por muy buena que sea una crítica, si esta no tiene visibilidad, difícilmente va a poder actuar sobre el lector. Si tenemos tres artículos a una película que consideramos mala y uno pequeñito a una que consideramos buena, los ojos del lector se irán más hacia la primera, por desgracia. Además, que me parece un sinsentido privilegiar lo que no nos gusta sobre lo que nos gusta.

Luego la conversación fue por otros derroteros, principalmente la capacidad de la crítica para influir sobre el espectador. Ahí Nico decía que tenía mucha y yo no tanto. Y puse los casos de los fracasos comerciales de Spring Breakers y Holy Motors. Con esto no quise decir que la crítica tuviese que vender entradas (aunque quizás si se deslizó eso de mis intervenciones: como digo siempre, en twitter es difícil argumentar bien), pero está claro que si las críticas positivas hacia estas dos películas hubiesen tenido efecto sobre el público, esto se hubiera notado de alguna manera en las cifras de taquilla. Vamos, si yo leo una crítica y esta consigue interesarme en el film del que habla, lo que quiero es ver esa película cuanto antes y si la ponen en el cine, pues voy a verla. En mi caso, como soy de pueblo, ya no tengo ni esa opción, porque casi nunca programan películas que me interesen especialmente, así que quizás no soy la persona más indicada para entender ese fenómeno.

Obviamente, ahora que ha salido Spring Breakers en DVD/bluray y se puede encontrar en la red, la verá muchísima gente y quizás se vuelva a todo lo escrito en su momento. Pero creo que cualquiera entiende que no es lo mismo lo desarrollado en el anterior párrafo que esto.

La crítica es en parte culpable de esto, principalmente por dispersión. Si hablamos de todo un poco, lo normal es que salgan perdiendo las películas que no tienen ningún otro espacio mediático, en favor de las que tienen el apoyo de las majors. Obviamente, si a alguien The Man of Steel le parece una obra maestra, pues lo justo es que la defienda. Lo que yo digo es que si la película de Snyder nos parece una mierda y hay otra, de Dolan, de Assayas, de Linklater o de quien sea, que nos gusta mucho, pues no le dediques un espacio privilegiado a la primera, porque las segundas son las que lo van a necesitar. Vamos, yo creo que todos los críticos de cine, profesionales o amateurs, escriben porque les gusta el cine, porque hay películas que les gustan, o les interesan de una determinada manera. No sé, no creo que a nadie disfrute viendo solo películas que le parecen horribles. Por eso mismo me parece un contrasentido ver lo que ocurre constantemente en muchos medios, que por cumplir con unas expectativas comerciales se habla más de los estrenos más sonados y las películas que más les interesan se quedan al fondo del cajón. Habrá tiempo para analizar eso más profundamente en futuras entradas.

En el caso de Linklater parece que hay excepciones. Bueno, se trata de Richard Linklater, que en condiciones normales sería un director que cada estreno suyo sería considerado un acontecimiento. Pero como vivimos en España, sus películas casi no se estrenan. Esta sale con 91 copias y una buena distribución, pero como la gente es cruel, parece que importa más terminar de darle la puntilla a M. Night Shyamalan por After Earth antes que glosar las bondades del film de Linklater. Del blockbuster que se hable mucho, aunque sea mal. Como digo, hay excepciones, como la de la Revista Magnolia, que le dedica una hermosa portada a la película (a la trilogía) de Richard Linklater, Before Midnight. Muy recomendable ese número, donde además de los textos sobre Linklater hay una corta, pero valiosa entrevista a Joe Dante, para mi uno de los mejores directores de Hollywood de las últimas décadas.

Y en fin, que creo que los tres, Nico, Martín y yo, teníamos opiniones parecidas al respecto y fueron las limitaciones de twitter las que nos separaron. Obviamente, tampoco creo que el objetivo principal de la crítica deba ser el de dar visibilidad a las películas. Lo principal es reflexionar sobre ellas. Pero creo que estamos en un momento donde si no se actúa en una determinada dirección, va a terminar desapareciendo el material sobre el que reflexionar. Bueno, siempre quedará Hollywood, aunque como explica Dante en la entrevista de la Revista Magnolia, cada vez se hacen menos películas y tienden más hacia no salirse de unos límites de seguridad. Por lo tanto, ¿es labor de la crítica luchar por la diversidad cultural? Yo creo que sí.

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John, Paul, George y Ringo. En el orden que quieran.
El otro día se celebró la gala aquella de la bebida de ron donde premiaban a los peores y más irresponsables críticos de este país: Boyero, Oti, Enric González y Toni García Ramón, con la presentación de Carlos Marañón. Todo lo que rodea a este evento es desagradable y esperpéntico. La estética tiene ese toque hipster-vintage que echa para atrás y parece ser que durante la gala servían copas con los nombres de los premiados. Ahí es nada. Imagínense, beberse un Boyero. Supongo que llevaría cianuro y heces de caballo, para hacer honor a su nombre.

Si tienen estómago, miren este video, donde los cuatro protagonistas hablan de sus filias. Todos menos Toni García Ramón, que utiliza ese espacio privilegiado para atacar a un crítico austriaco desconocido que no se puede defender. Podemos pensar que esto es cosa del editor, que cogió ese momento en lugar de otro cualquiera. Pero resulta que en este otro video, Toni ataca a otro periodista, en esta ocasión belga. Desde luego, me acusarán a mi de tener bilis, envidia y no sé qué más, pero este hater profesional no se queda corto. Me hace gracia que se ría del periodista belga por el error de Truman Capote (gravísimo), cuando él casi va a gazapo por artículo. Pero nosotros si se lo señalamos es porque estamos locos, obsesionados con él y no sé cuántas cosas más.

En la nota de prensa destaca que Carlos Marañón se refiera a Toni García como un revolucionario porque «no se deja llevar por tendencias sino que investiga y descubre filones». Sencillamente hilarante. Miren lo que piensa Toni García Ramón sobre descubrir filones en este texto ya comentado: «Déjese de experimentos y asegúrese la jugada, disfrute de los que pensaban que el séptimo arte era el primero. Ahora que el cine parece basarse en principios como “si es americana o acaba bien es mala” o “no he entendido nada; es una obra maestra” vuelva a los brazos del padre, a los señores que dirigían con traje y corbata, los tipos con parche en el ojo y los que se cagaban en la estrella y le gritaban “eres un auténtico inútil” enfrente de todo el reparto». ¡Qué sería del maltratado y olvidado cine clásico si no fuese por el revolucionario Toni García Ramón! Quédense con el «déjese de experimentos». Y este es el revolucionario para el director de Cinemanía. Hombre, al lado de las otras tres señoras con las que compartía homenaje no me extraña. Bueno, en términos revolucionarios yo veo a Oti por encima.

Tampoco quiero olvidarme de una confesión de Enric González, ese periodista tan progresista y comprometido que se fue por dignidad de El País y días después fichó por El Mundo. Habla sobre su labor como corresponsal en el Festival de Cine de Venecia: «soy claustrofóbico. Estaba de corresponsal en Roma y me encargaron sustituir a Fernández Santos, que acababa de morir, en el festival. Me senté cerca de la puerta para salir a respirar. Yo no puedo ir a las salas de cine». Sí señores, el periódico más importante de España llevaba a cubrir uno de los festivales más conocidos del mundo a un claustrofóbico. Esto suena a aquella película de Woody Allen donde un director se quedaba ciego y rodaba la película igual. Supongo que eso a muchos les parecerá una sátira magnífica de los vicios y excesos de Hollywood, pero ya ven, en España estamos mucho peor. Un trabajo que consiste en estar horas encerrado en un cuarto oscuro lo realizaba un claustrofóbico. Es para estallar a carcajadas. ¡Y lo hizo durante varios años!

Estas cosas, como digo siempre, no son culpa de Enric González, ni de Boyero, sino del tipo que les permite esta desfachatez. Lo peor es que en El País seguramente piensan que sus caídas de ventas no se deben a estas cosas, sino a todos esos rollos culturales que no interesan a nadie. Es la sensación que tengo viendo hacia dónde se dirige El País. Decenas, cientos de referencias a la triste muerte de James Gandolfini frente una necrológica tardía de Richard Matheson. Y miren en qué situación estamos que Richard Matheson se considera algo difícil de vender...

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Relacionado con el esperpento del ron Havana, es recomendable esta entrada en el blog de Raúl Pedraz donde se extiende más en la claustrofobia de Enric González, gracias a que él ha tenido el valor (o la tendencia suicida) de leer las memorias de este periodista, bohemio, vividor o lo que quiera que sea ahora mismo. Entre las perlas cabe destacar el enigma Delaney, descrito en dos suculentos extractos: «un hombre brillante, ingenioso y ocasionalmente malévolo al que, por razones que no vienen al caso, llamaremos con el apodo al que recurría Groucho Marx cuando hablaba de personas en situaciones incómodas: Delaney» y «Los martinis en el Harry’s eran solo el prólogo de veladas imposibles que concluían con Delaney meando contra la fachada de San Marcos o mostrando a un grupo de turistas americanos lo bien que se había depilado el culo». Aún así, su labor profesional queda perfectamente reflejada con lo siguiente: «Las estancias en el Lido de Venecia venían a ser un vestigio de otros tiempos, de cuando los periodistas eran bohemios y canallas porque se esperaba de ellos que lo fueran. A veces bebíamos. A veces pasábamos la noche bebiendo». Tras esto habría que volver a las crónicas de Enric González, para fijarnos bien en toda su irresponsabilidad, la manera que despachaba películas y directores, así como sus renuncias profesionales.

¿Quién es Delaney? Bueno, Pedraz pone en relación el grupo de los cuatro de Venecia (Boyero, Enric, Oti y Delaney) con los cuatro que recibieron el homenaje el otro día (Boyero, Enric, Oti y Toni García), así que si desvelamos la incógnita nos da que ese hombre que les enseñaba el culo a los turistas americanos y meaba en la fachada de San Marcos era el actual periodista de El País, entre otros medios. Aunque yo con malicia pienso que sí lo será, creo que Toni no fue en esa época a Venecia, quizás me confunda. Pero bueno, ahí queda el dato.

4 comentarios:

  1. Tengo un pequeño sentimiento de ternura hacia estos mini Bukovskis de medio pelo, estos vieux terribles de tasca y garrafón. Es enternecedor verles crear un personaje (todos el mismo, en eso no son revolucionarios) que ya en los 60 era rancio. Todos estos burgueses que no saben ni como funciona una cámara son los enviados a festivales de cine para que puedan dar rienda suelta a su fantasía Beat, risible y pocha. Se necesita mucho cuajo para hablar como Garci sin haberse dado un golpe en la cabeza. Mira que le tenía estima a Enric por sus historias del calcio, pero este grupo salvaje, este grupillo malote que pide Hendrick's en un tugurio con azulejos de la Giralda es, sencillamente, algo caduco.

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  2. Al hilo de la primera parte de tu post, mis sensaciones son que el verdadero trabajo de la crítica, sea esta cual sea, consiste en (volver a) encontrar a su lector, recuperar la idea de compartir la reflexión. Al menos, eso es lo que echo de menos cada vez que surge la cuestión: hablar, intercambiar impresiones, pensar juntos las películas, tener la posibilidad de comentarlas con sus creadores. Son tradiciones -como los cinefórums, por ejemplo- que forjan hábitos de cine, de lectura, de reflexión; que educan y despiertan interés por compartir y cruzar gustos. Creo que hace más falta ese trabajo, ese respeto por el intercambio, que -y esta es otra sensación personal- se produce cada vez menos. Hablo más a pequeña escala, pero es ahí donde merece la pena invertir el esfuerzo, reintroducir una serie de cosas (no solo la sala de cine, también el interés por echar un vistazo a la tradición, los géneros, las vanguardias, incluso los estilos de escritura que se han sucedido en el tiempo)y volver a dar valor a esa clase de gestos. Creo que es ahí donde reside la verdadera cultura, la verdadera educación, lo que puede mover a mantener intacta la curiosidad por el cine, sea de la procedencia que sea. En general, la situación fomenta cierto inmovilismo que se traduce en conformismo e indiferencia; que genera burbujas en forma de TT que luego no se traducen en resultados comerciales o largos recorridos en cartelera. Así lo único que se consigue es mantener las mismas estructuras que nos dicen que Straub es un coñazo (sin, he aquí lo importante, explicar por qué) o que olvidan los estrenos a la velocidad de actualización de nuestro TL de Twitter. Obviamente, me da igual pecar de ingenuo o de utópico, porque estoy convencido de que esa clase de esfuerzo conjunto u organizado daría unos resultados, más allá de lo comercial, culturales, que son los que producen que las cosas carburen y no tengamos que apelar a discusiones bizantinas sobre la crítica comercial, los blogueros o la nueva cinefilia. En definitiva, volver a llegar a los lectores, volver a tratarles/tratarnos con respeto, que es seguramente el gran fracaso de muchos medios e iniciativas y la tarea abierta para dinamizar el panorama cultural. De lo contrario, la sensación es que todo acaba incitando cierta indiferencia, cierto pasotismo de mierda que nos empobrece culturalmente.

    Saludos.

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    1. gracias por comentar. Estoy bastante de acuerdo contigo. Para mi recuperar al lector supone hacer un ejercicio de honestidad por parte del crítico. Defender aquello en lo que cree y no aquello que le dará más lectores, más publicidad o más espacio mediático. Por eso yo veo bastante caduco el sistema "estrenos semanales", donde se hacen reseñas de las películas, muchas veces a disgusto, mientras los críticos/blogueros o como queramos llamarles, ven en sus casas películas mucho más interesantes y lo otro solo lo hacen por necesidades profesionales. Es bastante absurdo y eso lleva a la crítica a convertirse en un simple mecanismo de promoción del mercado.

      Por eso hablo de defender las películas que a uno le gustan. No por orgullo, sino porque es de lo mejor que uno puede hablar.

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  3. Muy buena la foto; Boyero y Marchante (sobre todo, este) parece que acaban de ser rescatados de una sesión continua.

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