viernes, 13 de septiembre de 2013

Nuevo cine festivalero

Tiene pinta de hacer películas para chupar subvenciones
Viernes de estrenos, y otra semana más que ejemplifica mi teoría de la conspiración respecto a la política cultural de El País. Tampoco quiero decir que sea algo matemático, que siempre se culpa, pero también creo que nadie puede negar una cierta tendencia. Dentro del descuido generalizado que recibe el cine. Quiero decir, que si nos ponemos, hasta la película más comercial, hasta la más oscarizable, es banalizada e injustamente analizada por los críticos de este periódico en base a tópicos, lugares comunes, frases hechas, etc... Parte de la culpa de todo esto la tienen la falta de espacio y la precariedad laboral. Pero dentro de todo esto, el que se lleva la peor parte es el cine de autor. Creo que desde que se popularizaron ciertos directores que apelaban a tácticas comerciales agresivas para vender sus películas (Von Trier, Winterbottom, Haneke), todo el que no se presta a ese espectáculo es mirado como una curiosidad, un ovni o algo de lo que genuinamente hay que desconfiar. Si hace días El País hablaba de Nueva comedia española, parece que hoy viernes tocaba «nuevo cine festivalero».

Debido al éxito internacional de Arraianos en diversos festivales, tanto españoles como extranjeros, parece que la película consigue estrenarse de manera reducida en Madrid, Barcelona y A Coruña. Imagino que tarde o temprano llegará a otros sitios. Yo esperaba que, como en mi pueblo tenemos la semana que viene un pequeño certamen de cine de autor, también estuviese el film de Eloy Enciso, pero quizás era demasiado pronto (en Lugo nos hemos acostumbrado a que nos lleguen las películas con años de retraso). Estreno pequeño, pero aún así noticiable para diversos medios. No todos, porque muchos ya se han quitado la careta y pasan del cine como cultura, pero sí algunos. Entre ellos, El País, que sigue erre que erre, reseñando películas con críticos que no entienden ni papa, apelando a un pasado mejor, donde había un esfuerzo por comprender las películas y mostrárselas al lector/espectador. El encargado de hacer la crítica es Javier Ocaña, ese crítico conocido por sembrar siempre la semilla de la sospecha sobre todas aquellas películas que se apartan de los cánones comerciales, de lo normal. A favor o en contra, Ocaña siempre alerta al espectador de que hay que tener cuidado con estas películas raras, porque puede ser que el director sea realmente un timador, alguien dispuesto a llevarse nuestro dinero apelando al gran arte y al cine diferente. Hasta ahora, su punto álgido había sido su crítica de Aquí y allá de Antonio Méndez Esparza, donde Ocaña defendía que lo políticamente incorrecto para un crítico era defender una película de Hollywood que veían millones de espectadores antes que una difícil película de autor que no veía nadie. Decía eso en un medio vendido al más pueril neoliberalismo como El País, donde muchos artículos de sus secciones de Cultura y Tecnología no son más que telepromociones de grandes compañías. Ya ven el morro que tiene.

Hoy Ocaña se ha superado con su reseña de Arraianos, donde además de insistir en la misma idea de tratar al director como un impostor, dice cosas que son directamente falsas. Pero antes vamos a un análisis detallado. «Se abre la película y, en medio de un bosque, dos mujeres mayores miran lontananza. De cuando en cuando, casi sin mirarse, sueltan frases que parecen formar una conversación sobre las clases de árboles. De momento, el espectador no ha agarrado la metáfora, si es que la hay». Resalto en negrita el espectador, así, en tercera persona. ¿Ha hecho Ocaña una encuesta entre los espectadores que ya han visto la película? ¿Tiene algún método precognitivo para saber qué entiende y qué no el espectador? No, claro que no. Es el tópica habitual de los malos críticos. Cuando no entienden algo o no les gusta, siempre lo extrapolan a una mayoría. Ya saben, «la sala», «el público», «el espectador». No, Javier, eres tú quien no ha agarrado la metáfora, si es que la hay. No le eches la culpa al espectador, no te escondas tras él. Luego, sobre la manera de articular sus diálogos, dice: «Nadie, ni los más sabios del lugar, dice: “Tienes que acostumbrarte a ver el mundo sin complejidades, en bloques que no se desmigajan”. La impresión es que la charla está guionizada». De nuevo, habría qué preguntarse a qué sabios de qué lugares conoce Ocaña, pero no vamos a hilar tan fino. Vamos a aceptar que sea verdad lo que dice. Me sorprende, sin embargo, que un crítico tan perezoso y tan poco dado a poner detalles específicos en sus críticas, cite en esta ocasión una frase literal. Se agradece esta muestra de atención, una pena que ésta no sea la misma a la hora de leer los créditos, donde se especifica que Arraianos tiene su origen en una obra de teatro, O bosque, de Marinhas del Valle. Ni hacía falta que mirase los créditos, con molestarse en haber leído las anteriores entradas sobre Arraianos en el periódico para el que trabaja, hubiese bastado. Así que Ocaña, no es solo tu impresión, la charla está guionizada... ¡¡porque están trasladando un texto teatral!!  

«Frontera, he ahí la palabra clave de la película, a la que nunca se puede definir del todo como un documental, pero que nunca es una ficción, aunque haya fragmentos que parezcan escritos a priori». ¿En serio? ¿No diferencia las partes documentales de las teatrales? ¿Es posible? Yo creo que el cronista de El País se quedó dormido en el pase o directamente salió a fumarse un cigarrito a los diez minutos (tras apuntar la frase de marras). Le honra no sentirse orgulloso por abandonar la sala, como su compañero Boyero, pero es muy feo. Si alguien es incapaz de diferenciar una escena donde dos señoras recitan un texto con una clara entonación teatral y otra donde hombres realizan un trabajo agrícola diario, si realmente ve fronteras difusas, yo creo que esa persona no debería dedicarse a escribir sobre cine. O al menos no haciéndolo profesionalmente, puesto que se corre el peligro de que a algún lector se le contagie su reducida visión.

«Cliché, he ahí la otra palabra clave. Porque también en el último lustro se ha desarrollado una suerte de cine de autor que, tendiendo demasiadas veces hacia la autocomplacencia, acaba desinteresando emocionalmente». Y aquí la teoría de la conspiración. El perpetuo dedo apuntador, la mirada sospechosa hacia lo que es diferente, a lo que no se adapta a lo que entendemos por cine. Es gracioso que Ocaña hable siempre de autocomplacencia cuando él repite el mismo discurso sobre un montón de películas que no tienen nada que ver. ¿Cuál es ese cine de autor al que compara con Arraianos? ¿Se refiere al cine de planos largos y que no realizan una mirada directa y realista sobre aquello que filman? Podría admitirle que puede dar esa impresión. No lo comparto, pero tampoco espero que todo el mundo piense como yo. Me gustaría, eso sí, que si se apela a esta clase de argumentos, al menos se citara alguna película. Curiosamente, Ocaña es muy dado a la cita (no tanto como Jordi Costa, pero siempre suele hacer bastantes referencias). Veamos el caso de las otras dos películas españolas que reseña esta semana, La gran familia española y Afterparty. Sobre la primera: «Identificación, sorna, locura, costumbrismo. La tragicomedia de la vida. Todo unido en una reacción tan ilógica y maravillosa como tener un orgasmo vital gracias a un golpeo de balón». Aquí no hay ningún cliché, ya saben, la tragicomedia de la vida, o mejor aún «el relato de otro éxtasis entre la amistad y el amor a través del fútbol: “Illa, illa, illa, Juanito…”». Supongo que ese illa, illa, illa tendría que estudiarse en todas las facultades de periodismo que traten el tema de las nuevas formas de la crítica. Ya ven lo que hacen algunos por rellenar espacios. Pero vamos al tema de las citas. Para La gran familia española, Ocaña hace referencia a Juanito (sí, el futbolista), Siete novias para siete hermanos, el slapstick americano, El guateque, Wes Anderson, así como a dos trabajos anteriores del director, ¡Gol! y Azuloscurocasinegro. En cuanto a Afterparty, sorprende lo bien que Ocaña conoce el mundo en el que se mueve la película, tanto que dice que «el product placement es bestial» y «cameos de famosos (desde la secuencia inicial de Úrsula Corberó, al estilo Scream, hasta los apenas segundos de Pilar Rubio)». La película es machacada sin piedad, pero hay una diferencia abismal respecto a Arraianos, mientras en el slasher producido por Telecinco el crítico muestra perfectamente su conocimiento de este tipo de productos, en el caso de la película de Eloy Enciso no existe ni una sola referencia, solo palabras vagas que apelan a una suerte de cine de autor.

El gran problema de Arraianos es que no se sabe si sus protagonistas van con la roja o con Portugal
Y bueno, podemos soltar lo típico, que en un mundo posmoderno como este, donde nos invaden constantemente con publicidad agresiva, es normal que cualquiera conozca antes a Pilar Rubio o Úrsula Corberó (ya ven el nivel) que Le quattro volte de Michelangelo Frammartino o (niños, tapaos los ojos y los oídos) el cine de Jean-Marie Straub. Pero no sé, yo creo que el crítico de un periódico de cabecera como El País, debería apelar a algo más. Yo creo que ninguna de las dos cosas (ni Rubio y Corbero, ni Frammartino y Straub) son necesarias para hablar de ambas películas, pero puestos a ser exhaustivo y a citar, a poner en contexto las películas, habría que ser justos y hacerlo con todos. Porque se supone que lo que hacen en El País es un trabajo profesional, no un blog de opinión donde cada periodista dice lo primero que se le pasa por la cabeza. De todas formas, lo que se desprende al comparar las tres críticas de Ocaña es que él entiende perfectamente y comparte la visión del mundo de Sánchez Arévalo y desprecia todo lo que muestran y cómo lo muestran Afterparty y Arraianos. Ya sabéis, en La gran familia española todo es auténtico, genuino y sincero; en las otras dos, son simplemente imposturas para limpiar las carteras de sus espectadores potenciales. Evidentemente, Sánchez Arévalo, haciendo una película de bodas en el contexto del mundial de Sudáfrica y con todos los actores de moda del cine español, no estaba buscando ningún objetivo comercial. 

O mejor utilizar palabras de Ocaña: «De modo que, entre la pena y la risa, la ilusión y la fidelidad, La gran familia…, pese a sus dudas, acaba contagiando su espíritu popular: el de un gol que nos dejó con cara de no saber si reír o llorar.». Ya no voy a insistir en ese nos, porque el tópico de extrapolar un pensamiento individual a una mayoría ya lo he tratado anteriormente. Prefiero quedarme con eso de «espíritu popular». Otro tópico de la literatura sobre cine donde lo popular es aquello de raíces hollywoodienses, aquello que mueve masas. Lo popular es el fútbol, las bodas, las borracheras con amigos. Curiosamente el «espíritu popular» de Afterparty no contagia, a pesar de que sus espectadores potenciales suponen una mayoría bastante importante en este país. No contagia porque cada persona tiene su propia visión de lo que es popular, cada uno de nosotros lo relaciona con aquello que consideramos masivo. Personalmente, para mi, lo popular es aquello relacionado con la identidad de los pueblos, aquello que se traslada de una generación a otra, durante siglos. Aquello que permanece. Por eso, no creo que ni La gran familia española ni Afterparty sean cintas populares, son simple imposiciones culturales y cálculos de mercado. Yo el «espíritu popular» lo veo más en Arraianos, donde Eloy Enciso y su equipo se pasaron horas y horas filmando a sus protagonistas, viviendo con ellos, tratando de entenderlos. Personas cuyo conocimiento del torbellino mediático contemporáneo es relativo. El método de trabajar de Eloy Enciso me recuerda al de Pedro Costa o al de Jean-Marie Straub (salvando las distancias, claro, tampoco quiero poner esa carga sobre Eloy), donde el director se comporta más como un campesino, trabajando diariamente, arando la tierra con sus propias manos. Eso es cine popular. Trabajar bajo métodos industriales y apelando a formas de género es otra cosa, no mejor ni peor, por supuesto que no. Hay grandes películas comerciales realizadas dentro de la industria, pero para mi no representan ese «espíritu popular», o lo que yo entiendo por eso.

Sesudas señoras experimentales invaden la cartelera
Por todo lo dicho en el anterior párrafo, tampoco creo que sea justo decir que Arraianos sea cine experimental. Ya he dicho en varias ocasiones que el cine experimental propiamente dicho es algo que históricamente se refiere a una manera de trabajar la imagen y realizar películas. Y Arraianos nada tiene que ver con Maya Deren, ni con Stan Brakhage, ni con Peter Kubelka. Por eso creo que lo de experimental se utiliza muchas veces como un prejuicio, para dejarle claro al espectador que esa cinta es rara y que existe un peligro evidente de que no le guste. En lugar de confiar en los argumentos y en el espectador, el crítico prefiere utilizar la palabra mágica. Y a veces en críticas positivas. Por ejemplo, en La Razón, Sergi Sánchez titula Un experimento que perturba (por cierto, que en la ficha de la película se cambia de género al guionista -y crítico y programador- José Manuel Sande). En la crítica se enuncian los aspectos que menos le han gustado al crítico: «A veces parece que su hermetismo no fluye con espontaneidad de las imágenes sino de un libro de patrones; otras, el experimento logra perturbar y fascinar, lo que no es poco en nuestro quieto cine español». Es algo que puedo compartir relativamente, interpretando a qué se refiere con la primera parte. Creo que la sucesión de escenas teatrales con las documentales es un poco artificial y caprichosa y a veces tienes la sensación de que podría ser esa escena o cualquier otra. Es algo que me molesta mucho más en Le quattro volte (que directamente no me gusta) y a mi, personalmente, me hubiese interesado más un desarrollo más cerrado de la obra teatral en ese contexto.

Y para terminar, decir que este experimento, esta cosa rara, que se estrena en España para engañar a algún despistado, estuvo presente en festivales de Locarno, Hamburgo, Vancouver, Montral, Lisboa, Viena, Sevilla, Tarragona, Nueva York, Ciudad de Mexico, Montevideo, Buenos Aires, ganando premios en BAFICI, en el FICUNAM y en el Festival de Sevilla, así como en el reciente D'A de Barcelona. Pero ya saben que a El País, los festivales de cine solo les interesan de vez en cuando, con determinadas películas. ¿Se imaginan la que hubieran montado si La gran familia española hubiese obtenido todos esos premios? Entonces no hubiera sido una «película festivalera», sino que «los festivales avalan la calidad de la película».

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Si habéis sido responsables y solo habéis leído todo lo anterior para echaros unas risas, sin esperar información, ahora os recomiendo los artículos que a mi más me han interesado de Arraianos. Óscar Brox y Vanessa Agudo (la última enmarcada dentro de una exhaustiva crónica del D'A) escriben dos piezas para Detour. En A Cuarta Parede, página imprescindible para seguir la evolución del cine gallego (especialmente en su gran 2012 donde, además de Arraianos, se presentaron otras dos películas excepcionales: Fóra, de Xan Gómez Viñas y Pablo Cayuela; y Dous fragmentos / Eva, de Ángel Santos), un artículo de José Manuel(a) Sande que repasa su trabajo sobre el texto original. En Transit, una larga y minuciosa entrevista de Covadonga G. Lahera al director, que se suma a la ya enlazada días atrás de Jaime Pena en Caimán. En Acto de primavera (blog fundamental para seguir la actualidad del cine gallego -y del no gallego-), Xurxo González habla de una película en busca del tiempo.

Y en fin, mi recomendación personal. Lo mejor es que podáis verla en el cine, si sois de Madrid, Barcelona o A Coruña. Supongo que tarde o temprano irá a otras ciudades, lo podéis ir consultando en su página web (anuncian un futuro estreno en Lleida). En caso de que no podáis esperar, tenéis la opción de comprar el DVD o de verla en streaming en Filmin. A mi Arraianos me gusta tanto que a Eloy Enciso le perdono lo de Billy Wilder.

1 comentario:

  1. He dado con este blog hace poco tiempo y tengo que decir que me encanta su contenido y su enofque. Ya empezaba a considerarme un tipo raro al no encontrar ninguna gracia a Boyero y su visión testosterónica de la vida y el cine. La influencia de este tipo es mucho más perniciosa de lo que creemos a la hora de moldear el gusto: tanto es así que entre muchos conocidos y amigos (especialmente entre los del gremio periodístico), lo que dice Boyero "va a misa". La gente que se dice leída tiene demasiado en cuenta su desfasada y anacrónica adoración a "los clásicos" como cánon para el cine actual.
    Así que espero que este blog continúe zahiriendo a los periodistas entronizados que, amparados en sus columnas, ni siquieta aman el cine. Y ya que en un post anterior lo citabas, me encanta que en el cine (mi segunda pasión, o quizá primera) exista un blog con el mismo espíritu que el de ciclismo2005 (blog sobre la que es mi primera pasión, o quizá segunda).

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